Opinión

Igualdad: el reclamo feminista

Todos los paradigmas teóricos presentan un momento fundacional. En el caso de la teoría feminista su origen se encuentra en la Ilustración que es el momento histórico en que se reivindica la individualidad, la autonomía de los sujetos y de los derechos humanos. Norberto Bobbio califica el periodo ilustrado como “el tiempo de los derechos” donde la democracia es la sociedad de los ciudadanos y los súbditos se convierten en ciudadanos cuando les son reconocidos algunos derechos fundamentales. Además, agrega el filósofo italiano, se observa una transición de la prioridad de los deberes de los súbditos a la prioridad de los derechos del ciudadano. Con la edad moderna se reafirma el derecho de resistencia a la opresión por parte de las nuevas libertades y en contra de los viejos poderes. Sin embargo, ese tiempo de los derechos se escribió en masculino pues las mujeres quedaron excluidas del proyecto emancipador de la Ilustración. Algunas de sus hijas no reconocidas como la activista francesa Olympe de Gouges o la escritora inglesa Mary Wollstonecraft serán quienes reivindicarán las potencialidades emancipadoras de la Ilustración que fueron negadas al conjunto de las mujeres

Históricamente la situación social, económica, política y cultural entre mujeres y hombres ha sido, por decir lo menos, desequilibrada. Prácticamente, desde el origen de los tiempos las condiciones que caracterizan la vida cotidiana femenina han derivado del orden social y de las relaciones de poder prevalecientes. Los crecientes procesos de desigualdad entre mujeres y hombres se articularon en torno al trabajo doméstico y derivaron de la unión entre el sistema patriarcal y el capitalismo, que tuvo como una de sus consecuencias la subordinación de las mujeres. En las sociedades de nuestro tiempo se observa una revitalización del feminismo -que había perdido su fuerza transformadora a partir de la obtención del derecho al sufragio- con el objetivo de abolir leyes desiguales para establecer leyes favorables. La lucha contra la discriminación ha sido un objetivo prioritario del que surgen otras demandas de igualdad para las mujeres.

Una de las innovaciones de la teoría feminista durante las últimas décadas, ha sido la consolidación de la categoría de género como herramienta de análisis para comprender los procesos de desigualdad entre hombres y mujeres. Con el concepto de género se alude a la construcción sociocultural de lo femenino y lo masculino para permitir el estudio de sus consecuencias en la organización social. Los debates contemporáneos remiten a las dicotomías: naturaleza/cultura, individuo/sociedad, doméstico/público y hogar/trabajo. Son dicotomías que caracterizan el pensamiento occidental y que han servido para la justificación de las relaciones de género desigualitarias. No es con el discurso de agravios y quejas que surgirá un ideal programático emancipador femenino sino que este vendrá del discurso de la vindicación que apela a la idea de la igualdad de oportunidades.

El tema igualitario es central en el discurso feminista. El desarrollo de las reflexiones sobre el estatus de la igualdad define los recientes debates de la teoría feminista y de su relación con las teorías de la justicia. Desde esta perspectiva, se puede configurar una idea de justicia no construida de manera que sean las características del patriarcado las que den las pautas sobre las que se han de asentar los principios de convivencia en las sociedades democráticas. La noción de diferencia, es decir, la percepción de la otra persona, la alteridad, con lo que ella lleva de reconocimiento y pluralidad, está presente en toda reflexión sobre la persona, sus acciones y sus relaciones con la sociedad. Actualmente como en el pasado, las vindicaciones de las mujeres siguen girando en torno al tema de la igualdad.

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