En los años ‘2000 cobra cada vez más fuerza la referencia a la pobreza con relación a la exclusión social; por lo cual en ocasiones ésta es confundida con la pobreza y se le refiere como sinónimo, o se le considera incluida en ella, o a la inversa: la exclusión es formulada como un proceso más amplio que comprende a aquélla, planteándose incluso la propuesta de reemplazar el concepto de pobreza por el de exclusión social.
En este sentido, se argumenta que la complejidad inherente a fenómenos como la vulnerabilidad, inequidad, desigualdad y otros asociados, son inaprehensibles desde la categoría pobreza por lo cual proponen su sustitución por el de exclusión social, considerada como más comprehensiva, con arreglo a su carácter procesual, multidimensional y dinámico. Otro planteamiento considera ambos términos como diferentes, no necesariamente incluyentes, sino más bien complementarios, no sustituibles.
De modo que tampoco hay consenso en una definición sobre la exclusión social como categoría de aproximación teórica a la pobreza.
El término exclusión no es nuevo, fue acuñado en 1974, en Francia, por R. Lenoir para indicar los sectores poblacionales rezagados y desprotegidos del proceso de generalización progresiva del sistema de seguridad social, entre inicios de los años ’40 y principio de los ’70: “minusválidos físicos y mentales, personas con tendencias al suicidio, ancianos inválidos, niños víctimas de abusos, toxicómanos, delincuentes, familias monoparentales, miembros de hogares y con problemas múltiples, personas marginales y asociales, y otros inadaptados sociales” (Lenoir, 1974: 13).
Con la añadidura “social”, el concepto fue asumido por la Unión Europea y se extendió por Europa, siendo empleado en dicho contexto a partir de los ’80 y en el presente es de uso común entre científicos sociales, gobernantes y organismos internacionales.
En América Latina, en sus inicios el concepto no experimenta la misma difusión por medio de la CEPAL. Entra en vigor en los ‘90, en el contexto del retorno de la democracia en algunos países y el lanzamiento de una nueva generación de políticas sociales para la superación de la pobreza, selectivas y focalizadas en los más vulnerables, como parte de los análisis sobre los “efectos perversos” del neoliberalismo y la globalización, como la pobreza, el desempleo, la desintegración social a partir de la fragilidad o ruptura de los nexos familiares y la inestabilidad o debilitamiento de los vínculos sociales, entre otros aspectos.La categoría “exclusión social” es polisémica, paradójica y polémica.
Siendo múltiples las acepciones, podrían agruparse en las siguientes nociones: Cuando ciertos grupos poblacionales, estando en la sociedad, es como si no lo estuvieran o no pertenecieran a ella, quedan fuera de la misma, al no ser incluidos en sus beneficios, especialmente en los sistemas de protección social.
Así, “excluido social” es todo aquel que ocupa un lugar en la sociedad que no es el deseado o propicio para el mantenimiento del sistema social; Cuando ciertas capas de la población no pueden participar en actividades ordinarias porque padecen una situación de pobreza; Cuando ciertos grupos no son tomados en cuenta porque presentan alguna discapacidad o son estigmatizados por algún tipo de discriminación; Cuando existe falta de acceso u oportunidades para el ejercicio de los derechos sociales (como educación, salud, trabajo, entre otros), y derechos civiles y políticos, especialmente la participación ciudadana; Cuando se presentan todas las situaciones anteriores simultáneamente, lo cual daría cuenta de la multicausalidad y multidimensionalidad de la exclusión; Cuando la exclusión se produce circunstancialmente y en una sola área, lo cual negaría su carácter estructural y multidimensional.
Mediante el debate y la defensa de carácter heterogéneo, procesal y estructural la exclusión en América Latina, así como la necesidad de contextualizar el fenómeno; a diferencia de autores europeos como Silver que niega dichos rasgos en el caso de Europa.
Para la CEPAL, dentro de los múltiples aspectos implícitos en la exclusión social, es ahora prioritario atacar la desintegración social toda vez que ella expresa la falta de capacidades para acceder a los diversos ámbitos de la vida social, incluyendo a las instituciones, organizaciones y redes, obstaculizando la cohesión social.
Los analistas de la región continúan exaltando la dimensión estructural y política de la exclusión social, con el reconocimiento en ella del componente de no ejercicio de la ciudadanía, por lo cual enfatizan la necesidad de realizar el estudio de este fenómeno bajo la dualidad exclusión-inclusión, en tanto que esta polaridad apunta a relaciones sociales más complejas.Ello introduce en el debate, junto a la discusión de la pobreza y de la exclusión social, el tema de la inclusión social y del empoderamiento ciudadano, en particular del empoderamiento de los pobres y excluidos, que ha sido enfocado por instituciones internacionales como el BM en la formulación de las políticas sociales del siglo XXI, para enfrentar dichos fenómenos en los países en desarrollo.
Las nuevas reflexiones han conducido también a la ONU a sugerir a los estados y Gobiernos “buenas prácticas” para la inclusión social.
En América Latina y el Caribe, la CEPAL ha advertido la necesidad de superar la pobreza mediante la inclusión social e incidir sobre la exclusión favoreciendo la cohesión social.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) propuso en 2010 el concepto “pisos de protección social” como nueva estrategia para combatir la exclusión social y la pobreza mediante la ampliación de la seguridad social y actualmente continúa promoviéndolo.La OEA, el BM, el BID, distintas ONGs a nivel mundial y regional, incluso las nuevas organizaciones de integración latinoamericana como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR); el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), junto a los gobiernos de la región llamados “progresistas” o de izquierda, en los últimos años y en el presente vienen proclamando la inclusión social.
Es decir, que ya no se discute la pobreza a secas sino en tanto factor de exclusión social, y la necesidad del logro de la inclusión social, desde un enfoque humanista y socialmente equitativo, en pro de un desarrollo integral.
Sobre estas ideas gravita actualmente el debate internacional y latinoamericano, que convoca a sumar las capacidades necesarias para el ejercicio de la ciudadanía, como medio de superar todo tipo de privaciones que restringen la calidad de vida de la población, especialmente de los llamados países en desarrollo.
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