Opinión

Instantáneas 2023

A continuación, algunas de las cosas relevantes del año que acaba de terminar: Dos guerras, que aún no terminan, acapararon la atención de la opinión pública internacional: la que se desarrolla entre Rusia y Ucrania, tras la invasión del primer país, y que ha tenido un empantanamiento tanto bélico como político; la de Israel contra Hamás, a partir del ataque terrorista del segundo, que se ha centrado en la ofensiva israelí contra Gaza. 

Algo particularmente lamentable del conflicto en el Medio Oriente ha sido la proliferación en redes de posiciones que niegan la humanidad del bando contrario, y que lanzan el epíteto de “antisemita” o “islamófobo” a quien ose criticar al Estado de Israel o a las acciones de los fanáticos de Hamás. Es algo que también había ocurrido con motivo de la invasión rusa, sólo que ahora en versión exacerbada. No solamente la verdad, sino también el sentido mínimo de empatía humana han sido bajas colaterales en estas guerras. Hay otras guerras menos mediáticas, como la que se desarrolla en Yemén, el continuado conflicto de Siria y en varias partes de África. No por ello son menos terribles. 

Una de las consecuencias del estancamiento de la guerra entre Rusia y Ucrania ha sido la pérdida de influencia, tanto de la Unión Europea como de Rusia, que han evidenciado debilidades antes escondidas. Esto deja claro que nos estamos moviendo hacia una nueva bipolaridad mundial, ahora entre Estados Unidos y China. 

La nueva bipolaridad ha ayudado, en jugada de tres bandas, a México. La competencia con China ha hecho que EU empiece a cambiar la política del offshoring por la del nearshoring: inversiones que ya no son en China y sus zonas de influencia, y pasan a serlo en zonas cercanas en lo geográfico y lo político a Estados Unidos, con el agregado de que los chinos intentarán darle la vuelta al asunto también utilizando el nearshoring. 

Esto se traduce en más inversiones extranjeras hacia México (que podrían ser mucho mayores, con certidumbre jurídica , menos inseguridad y menos retórica gubernamental). Por lo pronto, la economía mexicana por fin creció a una tasa decente. Hay quien se emociona porque el peso fue la segunda moneda del mundo más revaluada ante el dólar. Y quien se congratula de que México haya recuperado varios puestos en la medición del PIB de cada nación. Una cosa va ligada a la otra: el PIB mexicano, que está medido en pesos, subió más por los efectos del tipo de cambio. 

Y el peso se revaluó por dos razones: una, los efectos del nearshoring y dos, porque el Banco de México mantuvo una política de altos diferenciales en las tasas reales de interés respecto a Estados Unidos. En otras palabras, la combinación de la coyuntura internacional y las políticas de un banco central autónomo, que en su momento supo hacer frente a las presiones del gobierno federal, explican los resultados. No otra cosa. El Banco de México mantuvo su independencia, pero otras instituciones autónomas sufrieron en 2023 los embates del gobierno para mellar su independencia. Por una parte, el INE, que logró capotearlas temporalmente luego una resistencia social y del cambio, en términos de la ley, de tres de sus consejeros. De manera lateral, el Tribunal del Poder Electoral de la Federación. Y de manera muy directa, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el INAI. Esta ofensiva contra las autonomías seguirá en 2024. Junto con esa ofensiva, y en coherencia con ella, ha habido un proceso de centralización creciente de las decisiones, a veces disfrazándola de traspaso de funciones y responsabilidades a las Fuerzas Armadas, que acumulan atribuciones, hasta convertirse, incluso, en un agente clave del transporte. 2023 fue año de inauguraciones a medias. Eso vale para los megaproyectos emblema de la administración de AMLO, como para la nueva versión de Mexicana de Aviación o la megabodega de medicinas, que multiplicará la burocracia para conseguirlas. Lo importante de esas inauguraciones no está en las obras, que han recibido múltiples críticas, sino en la inauguración misma: el evento con el cual el Presidente demuestra que hace cosas, que hay una transformación en curso. 

En 2023 también se definió que las elecciones de este año van a ser una suerte de referéndum sobre la continuidad, o no, de esa autollamada transformación. Surgieron dos precandidatas: Claudia Sheinbaum, que propone ponerle segundo piso a esa transformación, y Xóchitl Gálvez, que ha unido a su alrededor a los partidos tradicionales contrarios a la 4T. Habrá un tercer candidato, luego de que en 2023 tuvimos una campaña turbo, un cohete que despegó, se cebó y regresó a Nuevo León. El año inicia con Sheinbaum claramente adelante, Gálvez intentando tener un segundo aire al menos tan exitoso como el primero, y una incógnita. El año que termina ha sido uno de los más violentos en México. Varias masacres que no quieren decir su nombre lo atestiguan. Ese entorno de inseguridad, con su cauda de descomposición social, probablemente sobrevuele las campañas de este año. Es el principal talón de Aquiles del gobierno que terminará en octubre. Junto con ello, tendremos otro problema creciente, que además afecta la relación con EU: el creciente flujo de migrantes, sobre todo provenientes de Cuba, Haití, Nicaragua, Venezuela y Honduras, que ha de ser procesado con humanismo y diplomacia, si no queremos que nos estalle en la cara más temprano que tarde. En resumen, fue un año complicado, con algunas pequeñas luces. Ojalá que las luces de 2024 sean mucho más brillantes. Y que no sean fatuos fuegos griegos, mera pirotecnia artificial. Luz de verdad.

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