Israel y su doctrina de la guerra justa
Exactamente hace un año, el sábado 7 de octubre de 2023, desde la Franja de Gaza tres mil milicianos de las brigadas al Qassam asociadas al grupo fundamentalista palestino Hamas, lanzaron un ataque armado contra varios kibutz de Israel, secuestrando a 250 personas y asesinando a 1,200. El gobierno ultraconservador de Benjamín Netanyahu reaccionó desproporcionadamente abriendo un frente de guerra que ha cobrado la vida de más de 42 mil palestinos, principalmente mujeres e infancias, y que ha destruido prácticamente toda la infraestructura de Gaza. Como efecto directo cientos de miles de personas se han refugiado en otros países generando una grave crisis humanitaria en toda la región. La guerra de Israel que incendia a Medio Oriente se ha extendido a Cisjordania y a Líbano, lo que provocó en días pasados un duro ataque con misiles balísticos por parte de Irán, que se suman a las ofensivas llevadas a cabo anteriormente por los hutíes de Yemen y los milicianos proiraníes en Irak.
La ofensiva israelí en la Franja de Gaza continúa; la cifra de muertos en la zona ya suera los 41,700
Respaldado por el apoyo financiero y militar del gobierno estadounidense, Netanyahu se burla del mundo desde la Tribuna de las Naciones Unidas, cuando afirma que continuará la guerra a pesar de todo y de todos, olvidando que fue esta organización internacional la que dio origen al Estado de Israel en 1948. También declaró “persona non grata” al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, impidiéndole la entrada a las zonas de conflicto. Este fin de semana el presidente francés, Emmanuel Macron, sumándose a otros mandatarios, exigió el cese de envíos de armas a Israel y la respuesta de Netanyahu fue: “Israel ganará con o sin su apoyo”. Masivas movilizaciones se llevan a cabo en todo el mundo pidiendo el cese de los bombardeos y criticando que se proporcione armamento a Israel. Incluso, en distintas ciudades del país hebreo multitudes de sus propios ciudadanos han pedido el fin del conflicto armado sin obtener respuesta alguna por parte de su gobierno. La guerra no aminora y más bien amenaza con extenderse a otras latitudes.
El conflicto Israel-Palestina representa el lado oscuro de la democracia dado que, para decirlo en palabras del profesor Michael Mann experto en la materia, la limpieza étnica homicida es un problema central de nuestra civilización y de nuestros intentos por imponer una particular forma de vida. La limpieza étnica proviene de nuestra cultura y los perpetradores de la misma fueron creados por los conflictos de la modernidad. La limpieza étnica es uno de los mayores males de todos los tiempos. Hoy sabemos que el Holocausto de los hebreos, a pesar de ser único desde muchos puntos de vista, no es único como caso de genocidio. Uno de los más terribles misterios de la modernidad es la constante reemergencia de la violencia étnica y del genocidio bajo la bandera del nacionalismo étnico. Históricamente, se entra en la zona de peligro de la limpieza étnica cuando movimientos antagónicos reivindican el derecho a un propio Estado en un mismo territorio. Acontece cuando la parte más fuerte considera tener mayor poder militar y una legitimación ideológica que le permite imponer su propio Estado étnicamente purificado mediante una guerra que considera justa.
Son las estructuras sociales normales las que empujan a la gente común a cometer homicidios y a participar en la limpieza étnica por motivaciones más materiales que ideológicas, como es el caso de los colonos judíos y sus ilegales asentamientos en territorios palestinos. El actual estado de guerra afecta en primer lugar a la población civil. Pero sus víctimas más relevantes serán quienes desde Beirut hasta Gaza, desde Tel Aviv hasta Teherán, trabajan por el diálogo y la reconciliación. La fuerza no abre el camino de la paz, más bien, lo cierra.
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