Justo en un momento histórico como el actual, donde la izquierda podría ofrecer nuevos caminos de acción, aparece huérfana de ideales y propuestas alternativas. En estos momentos el proyecto de sociedad que ofrece se encuentra subordinado política e ideológicamente al conservadurismo y a la derecha elitista. La izquierda concebida como práctica política y concepción del mundo orientada a su radical transformación, se encuentra en profunda crisis. El sueño de configurar una República democrática que sea al mismo tiempo una República social aún está pendiente. Las batallas antiautoritarias, antipartidocráticas y anticoloniales entraron en pausa. Las izquierdas realmente existentes en sus tres versiones: leninista, socialdemócrata y postmarxista se encontraron inesperadamente huérfanas y sin nexos con la realidad.
Las rápidas transformaciones del capitalismo financiero dejaron rezagada a la izquierda tradicional. Este sistema económico dejó de fungir como un incentivo para el crecimiento de la riqueza, además de que produjo una disociación entre capital y burguesía que eclipsó la posibilidad de transformar a la clase dominante en una clase dirigente. Entre estos cambios se observa, igualmente, el eclipse del universalismo en materia de derechos ciudadanos, así como el paulatino abandono del disenso organizado y de masas, para convertirse en oposición de carácter individual. Con honrosas excepciones, el pensamiento crítico de izquierda después de la caída del Muro de Berlín en 1989 se apagó.
Una de estas excepciones se encuentra representada por el pensador italiano Antonio Negri, quien falleció este fin de semana en París a los noventa años. La muerte del filósofo y teórico de la izquierda extraparlamentaria, deja un profundo vacío en el proyecto de transformaciones —inconclusas— de la modernidad. Amado por unos y odiado por otros, se constituyó en el ideólogo de la autonomía obrera y de la revolución difusa. La suya fue una aventura intelectual orientada al análisis de los procesos constituyentes y las pasiones colectivas. Radicalmente comunista, detestaba la forma partido, el estalinismo y la ortodoxia marxista. Docente de filosofía del derecho en la Universidad de Padua, fue protagonista del movimiento contestatario de 1968, que desde entonces ha sido considerado como uno de los momentos más fecundos en el desarrollo de la izquierda anticapitalista. El intelectual de la autonomía obrera estaba convencido de que la teoría no es nada, sino que promueve la acción transformadora.
Toni Negri afirmaba que originalmente el capital se limitó a incorporar la base técnica heredada de los modos de producción precedentes, pero que, ahora, es el capitalismo quien determina el nacimiento de la gran industria y la sujeción de la sociedad en su conjunto. El vínculo entre capital y trabajo se transformó en una relación de fuerza entre diferentes clases sociales que se desarrolla de acuerdo con la lógica política de la escisión y la separación. Inicialmente, el capitalismo se encontraba dominado por la figura del obrero profesional organizado jerárquicamente para la producción industrial, no obstante hace su aparición el obrero de masas que extiende su poder sobre los dispositivos de la reproducción social, para dejar su lugar, posteriormente, al obrero social como componente esencial de la fuerza de trabajo inmaterial. El momento productivo se transforma, así, en un momento político.
Toni Negri fue pionero en entender el final de la fábrica fordista, al tiempo que fue acusado de teorizar la lucha armada para la emancipación del poder obrero. Su prolífica obra, donde destacan “Imperio” y “Multitud” escritas junto a Michael Hardt, ofrece indicaciones válidas para el movimiento antiglobalización. Su itinerario político e intelectual está dotado de una obstinada coherencia. Quienes se identifican con el orden y el inmovilismo lo consideran un “mal maestro”, por el contrario para quienes creen en la fuerza dinámica del conflicto es el “mejor de los maestros”. Descanse en paz el teórico de la insurrección.
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