En estos momentos quedan congelados en mi mente, por un rato, los absurdos ataques del presidente y los miembros de Morena a la Suprema Corte de Justicia de la Nación; del Gabinete de Seguridad que también se pronuncia contra los ministros; de los porros que protestan y cobran en alguna oficina de la gobernadora de la Ciudad de México, claro, apostados a las puertas de la Corte; de lo que diga al respecto el draculesco secretario de Gobernación; del pacto que el presidente quiere realizar con los narcos, quienes son monísimos con los “servidores de la Nación” en los retenes fronterizos; de las pobres madres buscadoras en Tamaulipas que solicitan lo mismo porque ya no pueden más: los asesinatos, las desapariciones, el dolor de vivir ese infierno las rebasa. Hay muchas más preocupaciones para los mexicanos. Muy solidarios los narcos con “los servidores de la nación”, pero no se tocan el órgano del pecho que palpita para decapitar, desmembrar o simplemente acribillar gente con armas de alto calibre, tantas como puedan adquirir con astucia y quién sabe cómo en los Estados Unidos. Please, pay attention to this, gringos.
Mi país se detiene de pronto, como sucede durante una transmisión de Zoom con algún participante. No repica en mi cabeza que Andrés Manuel acuse a la Corte de un golpe de Estado técnico contra su gobierno. Pero los ministros y los jueces han hecho su trabajo apegados a la Constitución. ¿Entonces? ¡Ah, es que el creador de la 4T no quiere obstáculos, sus deseos son órdenes y quienes no las cumplan reciben su reprobación con flamígero dedo! No importa que lo del golpe técnico de Estado sea mera alucinación, como dice José Carreño Carlón en su artículo de El Universal de hoy, 31 de mayo.
Al igual que en el capítulo VIII del Quijote, con toda, todísima proporción guardada, donde la batalla del Vizcaíno y el manchego queda inconclusa para el lector hasta que se renueva y concluye en el siguiente capítulo, detengo aquí la acción en México y cruzamos el turbulento océano Atlántico para llegar a España.
Desde la península ibérica vemos ahora lo retrógradas que son las izquierdas latinoamericanas. El único que se salva es Boric, el joven y guapo presidente de Chile, que, ante el apoyo sudamericano a Maduro, protestó en Brasilia, donde Lula Da Silva, presidente de Brasil, reunió a sus homólogos del Cono Sur para pedirles que hicieran a un lado las diferencias ideológicas y actuarán en bloque. Gabriel Boric , izquierdista, y el derechista Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, dejaron muy en claro sus críticas a la situación en Venezuela y de cómo el chavismo ha hundido lastimosamente al país.
Pero estábamos en España, y el embajador Jorge Lomónaco escribió, también para El Universal, sobre la situación española, donde la izquierda social demócrata del PSOE, del Partido Socialista Español, ha sido rebasada por el PP, el Partidor Popular de derechas. A partir de 2008, que arrancó con la crisis inmobiliaria de Estados Unidos, en España se sintió la crisis económica, que no cedió hasta el 2014. Bajó el PIB, el producto interno bruto, y en este contexto aparecieron nuevas propuestas políticas. No siempre esto manifiesta la pluralidad del pensamiento y a veces complica las cosas, sobre todo cuando los partidos emergentes se radicalizan. Hace un par de días, el PP, en las elecciones, municipales y autonómicas, justo el 28 de mayo, logró captar a los electores y ganó. Las alianzas con el populista Unidas Podemos y con EH Bildu (que surgió nada menos y nada más que de la ETA), se convirtieron en un factor de rechazo entre los electores. Sin embargo, el PP no consiguió todos los escaños y ahora tendrá, salvo en Madrid y en la Rioja, que pactar con Vox, la super ultra archi derecha.
O sea, que entre dos polos se mueve el mundo. En América Latina, salvo el caso del presidente Boric, los izquierdistas se han convertido en el sueño del populismo, esta tendencia que se invoca en los discursos de la Cuatroté, en la que dicen defender los intereses del pueblo, así nomás, sin especificaciones, como el pueblo bueno y sabio al que alude Andrés Manuel López Obrador, y que él está salvando de la pobreza, aunque no sea cierto, y sólo se trata de dádivas para asegurar el voto por su partido.
Vox mantiene una ideología ultraconservadora y ultranacionalista. Nada peor. Se fundó a finales del 2013, como si España no hubiera vivido una cruenta Guerra Civil, desatada por las fuerzas fascistas del general Francisco Franco, como si no hubieran sufrido los españoles los embates de la Segunda Guerra Mundial. La península ibérica fue conejillo de Indias, mediante Alemania e Italia, para probar armas y aviones bombarderos y luego fatigó una dura posguerra. Del exilio ya ni hablamos. Mis padres se refugiaron en México cuando Francisco Franco se entronó.
Vox es ultra derecha populista. El presidente del partido se llama Santiago Abascal y aboga por el utraespañolismo. Su primer lema surgió como calca del de Donald Trump (Make America Great Again)“Hacer a España grande otra vez” ¿Cómo en el siglo XVII o cómo lo concebirán los de Vox? Este partido propone acabar con el Estado de las autonomías para establecer un Estado poderoso. Es decir, supone suprimir las minorías catalanas y vascas. España es soberana y única. Primero que otra lengua, la española o castellana. En la campaña de las elecciones andaluzas de 2018, Vox difundió un video en el que Santiago Abascal cabalgó como el Cid Campeador para recrear la expulsión de los árabes de España. Así, rechaza el multiculturalismo y a las sociedades abiertas. Deberían los voxistas irse a Marte e iniciar una auto conquista. Sólo Vox y los suyos mandando, disponiendo y gobernando. Son un verdadero desatino, con los que el Partido Popular, que está situado entre la centroderecha y la derecha política, tendrá que vérselas. El PP ha estado en el gobierno bajo el mandato de José María Aznar y Mariano Rajoy, ninguno de ellos me agradó, pero Vox es palabras mayores y estirará, cada vez más, la cuerda tensa del arco. Ojalá los abduzcan los alienígenas y desaparezcan para siempre.
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