Opinión

El laberinto del minotauro electoral

En poco menos de un mes conoceremos parte importante de la ecuación electoral que habrá de resolverse en las urnas el próximo 2 de julio. El domingo 3 de septiembre, si todo sale como hasta ahora lo han planeado, el Frente Amplio por México anunciará el nombre de la persona que, según han dicho, encabezará la candidatura presidencial de tres de los cuatro partidos de oposición. Con un método que utilizará tanto estudios de opinión, como votación directa de quienes se hayan registrado como votantes, PAN, PRI y PRD, así como un sector de la sociedad civil, definirán a quien buscará derrotar a Morena y sus aliados. Tres días después, el miércoles 6 de septiembre, Mario Delgado convocará a una conferencia de prensa para anunciar, probablemente con la presencia de los dirigentes del PT y el PVEM, a la “corcholata” designada como responsable de consolidar la llamada “cuarta transformación”.

Partidarios de las organizaciones políticas Revolución Democrática, Revolucionario Institucional y Acción Nacional durante la presentación del proceso de selección del candidato de

Partidarios de las organizaciones políticas Revolución Democrática, Revolucionario Institucional y Acción Nacional durante la presentación del proceso de selección del candidato de "Va por México".

EFE

De acuerdo con la Constitución y la legislación electoral, esa misma semana comenzará formalmente el proceso electoral 2023-2024. Resulta cuando menos paradójico que, mientras el INE se esté reuniendo para anunciar el inicio del proceso electoral, seis de los siete partidos políticos con registro nacional ya habrán definido a quienes los representarán en una de las elecciones más polarizadas de los últimos tiempos. Si en el formalismo jurídico han sabido cómo darle vuelta a la norma en lo que constituye un claro fraude a la ley. Uno podría pensar que ello no es extraño en seis partidos que están dispuestos a todo con tal de conservar o arrebatar el poder. Después de todo, los partidos políticos en México nunca han sido reservorios de la decencia pública. Lo incómodo del caso radica en el papel que algunos sectores sociales opositores al gobierno y a Morena han asumido. Me explico.

Desde muy temprano en el sexenio, una parte importante de la sociedad se ha decantado como opositora al presidente López Obrador y su gobierno. Incluso antes de comenzar el sexenio, con el anuncio de la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco, una parte importante de la sociedad más politizada y activa en la participación política, manifestó su rechazo. Con el paso de los meses, como suele suceder en cualquier gobierno, ello fue aumentando. El mal manejo de la pandemia, la falta de atención al Sistema de Salud, el incremento de la inseguridad, la falta de crecimiento económico, la polarización constante generada desde Palacio Nacional, el ataque a los organismos autónomos y a la división de poderes, entre muchos otros temas, se fueron convirtiendo en gotas que colmaron el vaso de la tolerancia hasta derramarlo.

Producto de la desesperación y de no encontrar una ventana que permitiera avizorar un paisaje de esperanza de cambio, estos sectores sociales se aferraron de algo que pudiera aglutinarlos y mostrarles le posibilidad de derrotar a Morena en 2024. Sin medir las consecuencias éticas y legales de sus actos, impulsados por la idea de “ahora o nunca”, decidieron apostar por caer en el juego de las ilegalidades que para el presidente López Obrador y los suyos son el pan de todos los días. Quizá sin comprender que la degradación de nuestro sistema político se alimenta de las violaciones constantes al Estado de Derecho, cayeron en el juego del provocador de Palacio. PAN, PRI y PRD decidieron equipararse a Morena, PT y PVEM, pero también fifís y chairos – en la nueva semántica cuatroteista – se igualaron entre sí.

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La primera semana se septiembre iniciará el proceso electoral y seis de los siete partidos, más un sector importante de la sociedad, estarán tocados por la ilegalidad, la trampa y el fraude a la ley. Por no haber sabido construir algo durante los últimos cuatro años y medio, las prisas les ganaron y hoy quieren generar las condiciones que, como en aquel relato griego del minotauro, les permitan salir del laberinto. La diferencia entre el monstruo cretense y el de ahora es que aquél era parte de la mitología y el nuestro puede convertirse en nuestra realidad más inmediata.

Profesor de la UNAM y consultor político

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com