Quien alguna vez ha jugado ajedrez sabe que una de las claves de la victoria estriba en pensar las series de jugadas por adelantado y en estimar cuáles serán las movidas del adversario, para prevenirlas.
Un buen jugador de ajedrez es capaz de descifrar la estrategia del adversario, y piensa con muchas movidas de anticipación. Uno novato no toma en cuentas todas las posibilidades de respuesta que vienen del otro lado del tablero, y acaba metiéndose en berenjenales de los que luego resulta difícil escapar indemnes.
Esto viene a cuenta porque da la impresión de que Dante Delgado, el dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, tenía pensadas en la mente varias jugadas, y suponía que de la otra parte jugarían de acuerdo a sus suposiciones. Pero le movieron el tablero.
En el escenario político nacional se vislumbraba que las burocracias partidarias del PAN, PRI y PRD dominarían su proceso interno de elección de candidato presidencial, de tal forma que el ungido fuera claramente una persona identificada con la vieja política, con discursos repetidos y sin carisma alguno. Santiago Creel, Beatriz Paredes o Enrique De la Madrid, políticos respetables, difícilmente podrían hacer mella contra la candidatura morenista. Más, si tomamos en cuenta que, para ganar en 2024, cualquiera opción opositora tiene que recoger una porción de votos que se fueron con Andrés Manuel López Obrador en 2018.
En una circunstancia así, la opción electoral de Movimiento Ciudadano se abriría como cuchillo en mantequilla, ya sea con un candidato novedoso propio, ya con algún inconforme importante de la “encuesta” morenista (léase Marcelo Ebrard).
El problema es que apareció en el tablero Xóchitl Gálvez, una política que por lo menos no responde a los estereotipos de los partidos tradicionales. Con estilo desparpajado, sonrisa constante, una historia interesante de vida y posiciones progresistas en algunos temas, rompe con el molde esperado y que (lo no esperado), ha concitado entusiasmo entre los partidarios de la oposición.
Pareciera que Gálvez no era la jugada inicialmente pensada por las cúpulas del Frente, pero que fueron capaces, ante las evidencias de popularidad, de no aferrarse al plan original. En el símil del ajedrez, es como cuando de repente te das cuenta de que no hay que sacar el alfil, como tenías planeado, sino que el caballo puede hacer un jaque doble y ganar una pieza.
El jaque doble, en este ajedrez político de tres bandas, es al bando morenista y a Movimiento Ciudadano. A los primeros les pone enfrente una mujer, que presume orígenes indígenas, que habla directo y sencillo como Andrés Manuel y que es capaz de poner el acento en política social de manera creíble. A los segundos, los obliga a repensar la estrategia seguida, porque las piezas ya no estaban donde se suponía que iban a estar.
En el lado de Morena, López Obrador —quien tal vez no sea el Gran Maestro de ajedrez que afirman sus admiradores, pero que tampoco es un novicio— tuvo a bien declarar con antelación que la candidatura de Xóchitl estaba planchada, que había sido impuesta por los de arriba, por “los machuchones”, para luego declarar, triunfante, “se los dije”. De ahí la contraofensiva mediática que quiere ver a la virtual candidata como marioneta de Claudio X. Queda claro que esta estrategia continuará en la campaña propiamente dicha: hacer pasar a la candidata opositora como si no tuviera decisiones propias, y borrar a la persona de esa forma. No está dicho que tenga éxito. Tampoco lo está, por lo tanto, que tenga que haber nuevas movidas.
Falta por ver, también, si la jugada planeada por AMLO para la candidatura de Morena y sus aliados sale correctamente, según sus planes. Eso lo sabremos relativamente pronto.
En el lado de Movimiento Ciudadano, los efectos del “efecto Xóchitl” ya se han hecho sentir, por un lado, con el posicionamiento del gobernador Enrique Alfaro y de buena parte del llamado “grupo Jalisco” dentro de MC, que es de plano unirse a la candidatura de Gálvez, por otro, la declinación esperada de Luis Donaldo Colosio y alguna propuesta que viene desde Nuevo León: que se pacte con el Frente la declinación del candidato opositor que vaya abajo en las encuestas en determinada fecha (ronda el espectro de Heberto Castillo en 1988), y por un tercero, la convicción en una parte no menor de la militancia de que la estrategia pensada hasta ahora es la correcta. A esta tercera posición ayudan quienes, desde el Frente Amplio, se han dedicado a insultar a MC, haga lo que haga.
El problema para Dante Delgado es que, si pensaba en ir armando un partido fuerte de oposición a partir de liderazgos locales, tiene ahora en su contra al principal liderazgo local del partido (y uno no menor, a nivel nacional) y el problema de que está un movimiento atrás de los otros contendientes. Esa desventaja, en ajedrez, suele ser fatal y sólo una movida maestra la puede eliminar. Veremos si Dante es capaz de sacar un conejo de la chistera, o si es capaz de conceder que no es el dueño del partido y lograr una buena negociación interna.
Hay una película del director indio Satyajit Ray que se llama “Los Jugadores de Ajedrez”. En ella, dos nobles generales de Oudh -el último reino independiente de la India- se la pasan jugando ajedrez día y noche, mientras sus relaciones personales colapsan y, sobre todo, mientras los colonialistas británicos se confabulan para tomar el poder en la región (y lo toman, mientras los personajes están jugando su interminable partida, porque no conocen el sentido de urgencia).
A veces así parece que se comportan nuestros jugadores de ajedrez político.
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