Esta semana que concluye tuve varias celebraciones y una que otra reflexión. El martes pasado, el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Eduardo Ramírez, tuvo a bien marcar el 20º aniversario de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) con la entrega de reconocimientos a algunos de sus miembros.
Seguí las reflexiones que en el evento se vertieron sobre la libertad de expresión y la libertad de prensa, derechos cuya preocupación ha crecido con la 4T. Vayamos de lo adjetivo a los sustantivo.
Si hace seis años alguien me lo hubieran preguntado, les diría que AMLO tiene grandes dotes de orador de mitin, pero cero cualidades para una conferencia de prensa. Contra todo pronóstico, López Obrador ha hecho de sus deficiencias un “trademark”, muy apreciado por sus seguidores, como si fuera una demostración de sinceridad y sencillez.
Lo verdaderamente significativo de la comunicación presidencial son los ataques sistemáticos a la libertad de expresión y la libertad de prensa, derechos fundamentales en toda nación que se precie de democrática. “La opinión pública nacional ha sufrido la pandemia de las mentiras,” expresó durante la ceremonia Miguel Ángel López Farías, en su calidad de presidente de la ANPERT, “provengan del sello oficial o las que se manufacturan bajo supuestas plumas o voces valientes.” Cuánta verdad hay en esas líneas…
Los medios de comunicación, lo mismo que reporteros, conductores, articulistas y columnistas han sido objeto de insultos una y otra vez, descalificando a priori su calidad profesional y moral. Claro, a menos de que los “periodistas” asistentes a las mañaneras se muestren obsecuentes con el amo y señor del micrófono y sus posverdades.
Nada más vean lo que difunde Amnistía Internacional en su portal: “López Obrador y otras figuras destacadas del Estado han adoptado una retórica tan violenta como estigmatizante contra los periodistas, a los que acusan regularmente de apoyar a la oposición. (…) En sus cuatro años de mandato, el presidente ha calificado a la prensa mexicana de ‘parcial, ‘injusta, y de ‘desecho del periodismo.’”
Aun así, de vez en vez, algún periodista logra brincarse el control informativo de la mañanera. Recuerdo bien cuando mi querida Marta Obeso soltó la grabación de un líder indígena cuando éste criticó que AMLO entregara el bastón de mando a Claudia Sheinbaum; el bastón no era de su propiedad, le había sido confiado temporalmente.
Lo mismo ocurrió con mi estimada Judith Sánchez. cuando cuestionó al presidente sobre el reportaje de Latinus acerca del tráfico de influencias de sus hijos. Ayer mismo, otro periodista cuyo nombre desconozco, cuestionó al mandatario sobre su jefe de ayudantes, Daniel Asaf. A todos los bateó con una extensa perorata.
Éstos son algunos de los escasísimos casos ocurridos en un período de seis meses, siendo que la labor de un periodista es investigar, preguntar y reportar a fin de que los poderosos rindan cuentas. “El periodista no tiene que ser amigo del poder,” afirmó Enrique Lazcano, fundador de la ANPERT. “El deber, en todo caso, de los periodistas, está con la sociedad y con su conciencia.”
Las presiones gubernamentales han incluido el recorte de contrataciones de publicidad en los medios. No hablo del chayote encubierto; me refiero a las inserciones anunciando campañas de vacunación infantil y de medidas de prevención de salud, o el calendario de la SEP, que debieran alcanzar a amplios sectores de la población como fuente veraz.
Es la estrategia lopezobradorista para asfixiar la viabilidad financiera de los medios. Es la soberbia de creer que porque se menciona en la mañanera, el país entero conocerá tal información. Una sola voz pública es lo que quiere.
Por si las presiones oficiales fueran pocas, los periodistas –particularmente los de medios locales- enfrentan los apergollamientos del crimen organizado. La organización Reporteros sin Fronteras (RSF) ubica a México en el lugar 128 de 180 países en cuanto a las condiciones para ejercer la lbertad de expresión y de prensa. Aun cuando México tiene una legislación aceptable alrededor de este derecho fundamental (posición 75), no existen las circunstancias para ejercerla, dadas las condiciones sociales (lugar 142) y seguridad (¡174 de 180 países!).
En su documento “México, Ucrania, Rusia, Afganistán y El Salvador: donde muere la libertad de prensa”, Amnistía Internacional asevera que “el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha emprendido las reformas y acciones necesarias para frenar la espiral de violencia contra la prensa.” Y nos recuerda el asesinato de Lourdes Mandonado, ocurrido apenas unas semanas después manifestar sus temores en la mañanera.
Ante este panorma sombrío, celebro que mis compañeros de ANPERT y de la prensa mexicana sigan adelante. “Queremos lo mismo,” expresó Lazcano. “Un mejor México; más libre, más plural, más democrático, más participativo, más seguro, más inclusivo y más justo.”
Celebro que una candidata presidencial nos recuerde la importancia de recuperar la libertad.
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