Opinión

MC: Deshojando la margarita

La política a veces es como el ajedrez. Uno piensa en las siguientes jugadas del adversario, y tiene un plan para enfrentarlas, pero el rival sale con movimientos inesperados y hay que repensarlo todo.

Eso es lo que parece estar pasando con Movimiento Ciudadano y su estrategia de ir solos a las elecciones de 2024.

El concepto es sencillo, para quien quiera entenderlo. En un enfrentamiento entre Morena, que no ha cumplido con la mayoría de sus promesas populares, y una alianza de los partidos tradicionales, Movimiento Ciudadano se presenta como una tercera vía que mira al futuro: ni continuar con la destrucción de instituciones (y no sólo eso) que ha realizado el lopezobradorismo, ni regresar a las viejas recetas del llamado Prian, abiertamente rechazadas por una parte importante de la población.

En otras palabras, el propósito abierto de MC es buscar un espacio que conjunte a los decepcionados del gobierno de AMLO, los opositores progresistas que no se identifican con los partidos tradicionales, sus prácticas y sus políticas de exclusión social, y los votantes independientes que quieren otro tipo de cambio en la política mexicana.

Esa lógica le ha servido al partido naranja para hacerse del gobierno en dos de los más importantes estados del país: Jalisco y Nuevo León, así como para avanzar en las otras elecciones. Sin embargo, su implantación territorial es desigual, tanto en términos cuantitativos como por la definición ideológica de sus componentes y dirigencias (por ejemplo, está notablemente más escorado a la izquierda en la Ciudad de México que en Nuevo León).

La lógica de polarización que existe en el país choca con la idea de tercera vía. Hay dos polos, no tres. Y Movimiento Ciudadano ha recibido fuego graneado de las dos partes. Al mismo tiempo que Morena lo ve como parte de la antigua “mafia del poder”, durante meses, voceros oficiosos del PRI y el PAN lo han calificado como “esquirol de Morena”, mintiendo sobre el sentido de sus votaciones en el Congreso (MC ha sido el más consistente de los opositores en ambas cámaras) y, para más, el PRI ha tratado de hacerle la vida imposible a Samuel García en Nuevo León.

La táctica que han seguido muchos panistas y priistas es pedirle primero, y luego exigirle a MC que se sume al frente opositor, y que lo haga como socio menor de partidos quemadísimos. Es pedirle que siga el camino del PRD y que se suicide de a poquito. El partido naranja puede contar con una larga lista de afrentas de parte de quienes ahora lo quieren como aliado.

Un problema de Movimiento Ciudadano es que no tiene un candidato propio fuerte para 2024. Enrique Alfaro y Samuel García son fuerzas locales, muy hechas para los estados que gobiernan, que tienen características particulares (en especial, Nuevo León, cuyo rechazo al PRI-PAN pasó primero por El Bronco). Luis Donaldo Colosio Riojas parece buen prospecto, pero no para esta elección. De ahí que se haya abierto la posibilidad, al menos en el mundillo de la especulación política, de que MC se abriera hacia Marcelo Ebrard, en caso de que éste se sintiera engañado por las formas en la determinación del candidato de Morena, y tuviera las agallas para romper con el partido de López Obrador.

En esa hipótesis, y bajo dos supuestos: uno político, que el Frente lanzara a un candidato político tradicional, de esos que no calientan ni un banquillo; el otro, técnico, que, en elecciones de tres, uno de los candidatos suele caerse en las preferencias y la elección termina siendo de dos, el partido naranja podía pensar en convertirse, ya sea en la cabeza fortalecida de la oposición, ya en el partido del gobierno.

La posibilidad persiste en una parte de la ecuación. Ebrard ya se ha quejado repetidas de la evidente ausencia de piso parejo en la contienda por la candidatura de Morena, aunque haya muchas dudas respecto a su posibilidad de ruptura.

Pero en la otra parte, las cosas se están moviendo de manera diferente. La irrupción de Xóchitl Gálvez en la contienda por la candidatura frentista abre la posibilidad de que los partidos tradicionales no presenten al candidato esperado, el que no calienta ni siquiera el banquillo, sino un fenómeno novedoso, que rompe, al menos en el discurso epidérmico, el esquema de “los fifíes contra el pueblo”, y que puede resultar atractivo para los electores.

El Frente también rompió los tiempos para MC. Al adelantarse, sin importar que -al igual que la coalición morenista- está rompiendo la ley, pone presión para las decisiones políticas de los otros actores. Quien se tarde demasiado tiempo deshojando la margarita, arrancará con un hándicap en contra. El tiempo también corre contra Marcelo.

Pero hay un problema no menor. El Frente hace como que pone la carreta delante de los bueyes: el candidato por delante del programa, pero es sólo la finta. Nombró a José Ángel Gurría, excanciller y ex titular de Hacienda, para encabezar el equipo que hará el programa de gobierno. Gurría está identificado con el grupo que pensó en gobernar al país a caballo entre los dos siglos, y se quedó sólo con dos sexenios (o uno y medio) y con el tipo de políticas que fueron rechazadas hace cinco años por el electorado. No importa si el proyecto es sensato en lo económico y tiene guiños en lo social: en el fondo no se puede esperar sino más de lo mismo.

En tanto, Movimiento Ciudadano está elaborando su propio proyecto de nación, con propuestas de reforma fiscal, de salud, educativa, de seguridad, ecología y más. Es previsible que haya diferencias de fondo respecto a lo que presente el Frente.

Así las cosas, con el tiempo corriendo en su contra, MC tendrá que seguir deshojando la margarita, apostar a que estos meses de precampaña precoz no tengan efectos de mediano plazo y, parafraseando al clásico, ni abrirse ni cerrarse a alianza alguna, sino todo lo contrario. Tendrá que hacer política, mucha política y más moderna (parafraseando a otro clásico).

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