Opinión

De las metamorfosis , de mis asociaciones al respecto y de la fantasía llena de significados.

La semana pasaba escribí sobre los baños y la limpieza y los escusados, todo para afirmar que en los espacios públicos no se le niega un vaso de agua a nadie ni pasar al cuarto donde se encuentra el inodoro, ya sea un lugar exclusivo para mujeres o para hombres y si el necesitado o necesitada es transexual.

Hoy trataré otro tema, que en este mundo contemporáneo suscita tratamiento, no sé si psiquiátrico, o simplemente tengo la necesidad de contar sobre ciertas transformaciones o emulaciones exóticas.

En otros tiempos, los seres extraños trabajaban en los circos o en las ferias, a veces eran realmente personajes insólitos o víctimas de malformaciones, como el famoso hombre elefante, el inglés Joseph Merrick. Dicen que fue educado y muy buena persona. Sus anomalías físicas eran tremendas y se conocen como síndrome de Proteus. Nació en 1862 y murió en 1890. El director de cine David Lynch llevó su vida a la pantalla grande como The Elephant Man. La protagonizaron John Hurt, en el papel de Merrick, y sir Anthony Hopkins como el doctor Frederick Treves.

El gran José Emilio Pacheco, poeta y narrador mexicano, escribió un cuento perturbador, “Viento distante”, que le da título a un libro de relatos. En él, la niña Madreselva “que un castigo del cielo convirtió en tortuga por desobedecer a sus mayores y no ir a misa los domingos” narra su desgracia. Madreselva tiene cara de niña y cuerpo de tortuga. El narrador del cuento descubre al final que la tortuga se quita la cabeza de niña y es solo una tortuga, no una niña que, por medio se luces y subterfugios, parece que su cuerpo es el de un quelonio.

Las dos historias, la primera verdadera y la segunda mera ficción, resultan trágicas. Lo que contaré ahora no me lo parece o quién sabe.

Varios jóvenes en Berlín se reunieron hace unos días para solicitar que se les reconociera como perros y que fueran tratados como tales. Se auto perciben como ese maravilloso animal, y ellos son, por lo tanto, una transespecie. Pero, se reveló más adelante que los asistentes participaban en el festival Folsom Europe y no pretendían más que jugar y no pertenecer a otra especie.

Sin embargo, hay otros ejemplos que sí llaman a la transespecie. Existen personas que se identifican con animales, lo cual va más allá de la identidad de género.

Uno es el británico Tom Peters, un hombre joven que en 2019, cuando tenía 32 años, se transformó en un cachorro de perro dálmata…claro, solo a ratos. Duerme, desde entonces, en una jaula para perros, camina a cuatro patas, come alimento para canes y ladra cuando se enoja. Su esposa se divorció de él al iniciarse la mutación. Tom es ahora Spot. Con el tiempo, su ex mujer se ha acercado a él y lo admira por ser fiel a sí mismo y afirma que están más cerca que nunca. Tom-Spot explica que la vida de cachorro “permite disfrutar de cosas simples en la vida”. Cada vez ha ido perfeccionando más su traje de dálmata, pero no lo ha logrado de forma tan excepcional como el japonés Toco.

El famoso youtuber Toco se ha gastado unos 130 mil dólares para que su traje de perro sea magistral. Pasea por la ciudad de Tokio en su metamorfosis canina, aunque algo torpe en su andar perruno lo delata. Y los peatones, que muchos se han enterado de esta transfiguración, lo saludan. Lo siguen 55 mil personas en su cuenta de You Tube y los turistas se fascinan con él. Este influencer posee una verdadero comportamiento canino, interactúa con perros de verdad y juega. Una empresa de efectos especiales desarrolló su atavío y, la verdad, parece un perro auténtico, salvo que su mirada , según percibo en los vídeos, es estática. Se trata de un perro-perro pero se advierte algo extraño en él.

Hay de todo en este planeta, en Noruega una joven mujer trota, galopa y salta como una yegua. Se llama Ayla Kirstine y, si uno la ve venir trotando de lejos, la confunde con una caballo. Los brincos de obstáculos que realiza son extraordinarios, en apariencia imposibles para un ser humano. Ayla ha dicho que de niña se identificaba con los perros.

Estas personas en serio se sienten atrapados en un cuerpo humano, no importa el género. Se identifican con un animal en todos los sentidos.

¿Será producto de una grave angustia existencial? Muchos personajes mitológicos eran mitad seres humanos y mitad animales. El concepto de transespecie es antiguo. La horrenda cabeza de Medusa es para Freud , “la multiplicación de los símbolos fálicos y significa la castración”. En el cambalache de especie hay una fuente creadora, acaso una búsqueda de fortaleza , como los super héroes de los comics, pero también en la transespecie se percibe un cambio alquímico ante la angustia existencial. O, como diría Freud, es resultado de una libido insatisfecha. En todo caso para los que quisieran convertirse en otra especie o emularla acaso existe una anulación del ser, de lo humano, para adquirir habilidades motoras distintas, como en el caso de la joven noruega que se siente yegua. Meterse dentro de un perfecto disfraz de perro nos permite evadir las responsabilidades de ser hombre o mujer adultos, por lo menos un rato, en una representación hiperrealista. Busco en todos mis libros de psicoanálisis el cambio a otra especie y no encuentro nada cercano. Sin embargo, la literatura y el cine han abordado estas metamorfosis: la del hombre lobo, la de Drácula convertido en murciélago o al revés, la menos agraciada es de la bruja de Blancanieves, pero magnífica la del hombre araña quien, una vez metamorfoseado, mantiene las habilidades de los arácnidos. El tema es profundamente interesante y ahora asocio al tema que he pretendido desarrollar con una película que tiene Netflix como novedad, “El conde” de Pablo Larrain, que hace de Pinochet, el siniestro dictador chileno, un Drácula imparable, que desea morir, pero mientras arranca corazones y los mete en una licuadora para luego bebérselos.

En fin, que las metamorfosis humanas, ya sean ficción o una rara tentativa como la transespecie dan mucho de qué hablar.

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