Más de 41 millones de latinoamericanos viven fuera de su país de origen, convirtiendo a la región en la que más número de migrantes tiene en el mundo. Sin embargo, no todos ellos son iguales.
Una buena parte, son migrantes económicos que se desplazan motivados por oportunidades laborales en otros países. Otros, como los 7,2 millones de venezolanos que se encuentran fuera de su país, muchos otros haitianos y algunos centroamericanos, huyen de crisis económicas, políticas, sociales y climáticas. Comprender estos movimientos traerá beneficios necesarios para los migrantes, pero también para las comunidades que los acogen.
Por las razones por las cuales están saliendo de su territorio y sus condiciones de vulnerabilidad, los migrantes venezolanos son la única población en Latinoamérica que está siendo considerada con un estatus de necesidad de protección internacional por la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Esta movilización masiva de los últimos años ha obligado a los países de acogida a tomar medidas extraordinarias para recibir a personas que carecen de documentación oficial. “Lo que han hecho países como Colombia es generar instrumentos migratorios que sirven de puente, generando unas condiciones de regularización mucho más flexibles que el sistema migratorio ordinario: no se les pide pasaporte vigente, ni pago de una visa, más bien se reducen o simplifican esos requerimientos para que puedan acceder a un estatus migratorio regular que les permita permanecer y trabajar en el país”.
Este es el Estatuto Temporal de Protección, que da derecho a permanencia, a servicios y acceso al mercado laboral con las mismas condiciones que los colombianos por un periodo de 10 años.
A pesar de estos esfuerzos, el estigma que tiene la población sobre los migrantes que llegan a sus países también debe cambiar. “La migración es un cambio que experimentamos en nuestro día a día.
Como siempre pasa con los cambios, no gustan y generan preguntas, que son preguntas válidas y legítimas que la población debe poder hacer. Lo que pasa es que cuando un Estado no genera respuestas claras ni una dirección política clara o no gestiona el proceso migratorio, se crea confusión y empiezan a generarse mitos”, refiriéndose al estigma de la población que empieza a recibir migrantes en sus ciudades.
“En realidad lo que pasa con estos procesos migratorios, sobre todo con los que está experimentando América Latina, es que generan nuevos consumidores, que amplían la población económicamente activa, que rejuvenece la población. Por ejemplo, en
Chile, el proceso de envejecimiento estaba muy acelerado y al llegar la población migrante se rejuveneció, extendiendo los años de bono demográfico”.
“Tenemos en realidad una evidencia que nos demuestra que muchos de esos mitos no se materializan y que además estamos perdiendo oportunidades de crecimiento en un momento en que lo necesitamos”.
América Latina y el Caribe tiene grandes retos en cuanto a la brecha de género, con la migración, estas desigualdades se han intensificado. Según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), las mujeres representan 58,9% de las personas migrantes en los países del Caribe. El Banco Mundial asegura que algunas mujeres muestran mejores niveles de estudio que los hombres. Sin embargo, la convalidación de estudios se ve frustrada por la ausencia de opciones de regulación, la falta de recursos y los procesos y documentos requeridos que pueden tornarse extensos y complejos.
Además, el reto se hace mayor debido a la violencia de género. “Las mujeres venezolanas en Latinoamérica han sido sobre sexualizadas y han sido víctimas desproporcionadamente de casos de explotación sexual, trata de personas y también de acoso.0
Eso ha limitado su capacidad de inserción laboral. Cuando hicimos el trabajo analítico en Perú, muchas mujeres dijeron que prefieren trabajar en la calle, porque si trabajan en un restaurante es más fácil ser víctima de acoso. En el espacio público las acosan menos y esto es un subóptimo, porque seguramente en un trabajo formal esa persona podría generar más ingresos y con esto más consumo y contribuir con el pago de impuestos”.
La regularización es fundamental para proteger a las migrantes. “Si bien es cierto no es un fin en sí mismo, es una vía clave para asegurar, por un lado el empleo formal, pero por otro lado el acceso a servicios de protección necesarios para mujeres víctimas de acoso o violencia de género.
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