¿Somos los civiles incapaces de gobernarnos nosotros mismos? ¿Es necesario que militares se ocupen de dirigirnos? ¿Se justifica que las fuerzas armadas se involucren en instituciones y proyectos civiles como la Guardia Nacional, la construcción del Nuevo Aeropuerto, la administración de aduanas, etc.
El presidente López Obrador decidió darle mayor poder a los militares haciéndolos intervenir en funciones de orden civil bajo el argumento de que los militares son personas honestas y con ética.
¿Carecemos los civiles de valores morales, o ya los perdimos del todo? Por otro lado, ¿Qué prueba que los militares sean más honestos que los civiles? Hay evidencias de uno y otro lado, pero hay datos que permiten dudar de la supuesta pureza moral de los militares.
Que los dirigentes de las fuerzas armadas sean de extracción popular no es garantía de su honestidad y ese dato puede incluso usarse para el argumento contrario. La cultura del cuartel sólo obedece a dos valores morales --mando y obediencia--, pretender atribuirles otras virtudes como la honestidad, la tolerancia, la civilidad, es un disparate.
Se decidió poner a militares al frente de la construcción del nuevo aeropuerto. ¿Qué justifica esta medida? ¿Se piensa que los ingenieros militares tienen una moral más saludable que los ingenieros civiles? Este razonamiento, una vez más, es absurdo.
Es grave que se conceda a las fuerzas armadas el papel protagónico principal en materia de seguridad publica pues todos sabemos que los soldados no tienen formación de policías, no conocen los procedimientos judiciales e ignoran los derechos humanos. Ellos solo saben matar. Convertirlos en policías es incurrir en una barbaridad y en un abuso contra el pueblo que será el que pagará, a la postre, las consecuencias.
Sacar a los soldados de los cuarteles es un hecho grave. Es verdad lo que dice el presidente: los militares mexicanos no piensan –como los sudamericanos.—en dar golpes de estado. Pero no lo hacen, no lo han hecho, no por tener un origen popular, sino porque no necesitan hacerlo. ¿Para qué dar golpe de estado si, aún sin golpe disfrutan de innumerables prebendas y privilegios?
No solo nadie los molesta en su feudo corporativo, sino que, además, ahora participan directamente en el gobierno de la nación. Los militares (co) gobiernan México. Por otra parte, el poder judicial invariablemente protege a los militares, los encubre, siempre han recibido trato especial de la procuraduría o fiscalía.
Hay innumerables ejemplos. Uno, el evidente involucramiento de los jefes militares con los capos del narcotráfico en los años de Calderón. Otro, la demostrada participación de militares en los eventos del 26 de septiembre de 2016 en Ayotzinapa cuando la procuraduría accedió tácitamente a no citar a los militares a declarar por la oposición abierta que manifestó el entonces Secretario de la Defensa.
La creciente militarización del país indica que el gobierno está renunciando a reconstruir las instituciones civiles dando lugar a monstruosidades en la gestión pública. Ceder las tareas policiacas a la SEDENA es aceptar la opción represiva para hacer frente al mayor problema que enfrenta México que es el de la violencia. La otra opción, la educativa, la cultural, exige una comprensión que el presidente, por lo visto, no tiene, o no quiere asumir.
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