Unos alumnos se quejaron de mí, entre otras cosas porque les había dado a leer una novela, un thriller bien armado y bien escrito, donde el asesino era un transexual. Omitiré el título del libro, primero que nada porque el criminal no es transexual sino un oriental que nada tiene que ver con los transformaciones de sexo. Ignoro qué libro leyeron esos estudiantes. De todas maneras, no estoy en contra de la transexualidad. ¿Cómo podría yo o nadie estarlo cuando resulta, que los cambios de género deben ser difíciles, apremiantes y necesarios para algunas personas? Puedo imaginarlo. Identificarse con el otro sexo, atrapado en otro cuerpo, debe ser doloroso y difícil. Arreglar ese desatino de la naturaleza requiere de agallas, convicción y dinero. Llegará un tiempo en que los seguros de vida y la salud pública acepten la mudanza de género. La sociedad entera tendrá que apoyar esas permutas en bien de la humanidad.
La actriz Ellen Page en 2020, protagonista de Juno, anunció en las redes sociales el proceso que seguiría para cambiar de sexo. Lo logró y ahora es Elliot Page. Hace poco, exhibió una foto suya en traje de baño, en la que exhibe pectorales y no pechos y un cuerpo masculino trabajado en el gimnasio. Esto me parece relevante. La belleza y feminidad de la que Ellen Page seguramente mantuvo una impostación complicada se tornó en un en otro sexo. Los seguidores de Vox en España no aceptan ni entienden estos cambios. El horror. Esperemos que no tenga que incidir esta postura en la política española y que el Partido Socialista Obrero Español, el PSOE avance para defender estas expresiones.
En México, a pesar de los infinitos problemas que padecemos bajo la 4T, creo que existe, mal que bien, una cultura de la transmutación, por la que se llevó a cabo una melánge de una idea particular del mundo. Se mediaron esos cambios, acaso porque México es un país que se formó con diferentes culturas, la mexica y la española primordialmente. Nada menos afín que una y otra manera de contemplar el mundo. Pero se combinaron irremediablemente. Somos, pues, esa mezcla extraña pero enérgica y propositiva.
El asunto es que vivimos ahora, en estos momentos, bajo las decisiones de las minorías. Esas minorías se expresan, algunas, con razón, y otras, a saber, pienso que se equivocan.
En otro orden de problemas, el actor Kevin Spacey ha sido absuelto de los cargos de agresión sexual este 26 de julio en un tribunal de Southwark , Londres, tras enfrentar nueve acusaciones de agresiones sexuales durante el período comprendido entre 2001 y 2013 en Inglaterra. Me da gusto porque se trata de un gran actor y muchas acusaciones deben imponerse en los tiempos del Me Too, a quienes no siempre confío. No niego que algunas recriminaciones sean reales, sin embargo, quizá no todo lo que se diga sea cierto.
Woke es un término (despierto en inglés), que inicialmente se usaba para referirse a quienes se mantienen atentos frente al racismo, asunto que no solo alude a las diferencias en Estados Unidos sino a las que siempre han existido en México y en el resto d Latinoamérica. No solo se trata de raza sino de un desigualdad social, muy reconocida en un país como el nuestro. Dime cómo eres y cómo te tratan. Benito Juárez debió dejar un escrito al respecto.
De la desigualdad social se pasó al los asuntos de género, lo cual no deja de asombrarme. ¿Ha ganado en interés lo genérico sobre la raza? Parece que sí, la deferencia de color y cultura aún divide a los seres humanos, pero sobre todo todas las cosas las diferencias genéricas imperan.
En varios países occidentales, a finales de 2020, el año del confinamiento, apareció el término Woke. Era o es una forma de denominar a varios movimientos e ideologías progresistas radicales. Mucho de eso trata de la cultura de la cancelación, en la que impera la cultura del “yo decido”, que tiene ecos del nazismo. OJO aquí. Se trata de cancelar el apoyo, ya sea moral o financiero digital a aquellas personas u organizaciones que transgreden ciertas expectativas que había sobre ellas, independientendemente de la de la veracidad o falsedad que sostengan.
Sin embargo vivimos en la cultura de la cancelación que enfrenta a aquellas organizaciones que consideran inadmisibles muchas posiciones, en tanto que transgreden las expectativas que sobre ellas había. El problema es que esto se identifica o inicia con las primeras fases de la Alemania Nazi, horror, hacia quienes no participaban en el nacional socialismo, lo cual es muy tremendo. La cultura de la cancelación afectaría a diferentes culturaras, pero, por otro lado, invalida ideas y exposiciones novedosas, que, a veces, no se entienden, como en el caso de una novela, un thriller, que lo último que pretende es acusar a una transexual de no ser asesino. Pero, aunque de verlo sido, no procuraría ser una posición frente a la transexualidad sino una historia, una narración, una novela.
Las pequeñas minorías nos asaltan, nos ponen contra la pare de una manera equivocada. Se trata de abrazar todas las diferencias, sin que eso afecte la propuesta inicial de la pluralidad, de la aceptación de las diferencias de género, que existen, pero no sancionan. Eso se lo de jamos a Vox en España, que nada tiene que ver, por fortuna, son los mexicanos. Nuestra propuesta es la apertura, la comprensión, el aceptar a grupos minoritarios de una sociedad que participan como pueden. De ninguna manera es sencillo, pero sí necesario.
Por otro lado, es importante no someterse a una idea, a un concepto que invalide la el arte y la cultura.
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