La adopción en los ’80 y ‘90 del neoliberalismo como modelo de desarrollo en América Latina, condujo a programas de estabilización y ajuste estructural de la economía, en función de una “receta” de diez recomendaciones, conocida como “Consenso de Washington”, que repercute en la manera de enfocar el tema de la pobreza, su medición e intervención. El neoliberalismo proclama la reducción de la injerencia del Estado en la economía y en la sociedad, dejando los problemas de éstas en manos del mercado, con lo cual la liberalización de precios y del comercio exterior, la privatización de empresas estatales, la eliminación de subsidios indirectos, la descentralización y la racionalización del gasto público, fueron premisas fundamentales; junto a una política social de transferencias directas, asistenciales y focalizadas en los más “pobres y vulnerables”. Ante el incremento, generalización y diversificación de la pobreza, visibles a fines de los ’80, ésta comienza a ser un tema importante en el debate y proliferan los estudios dirigidos a identificar quiénes son los pobres, dónde están, cuántos son y cómo medirlos. Es la llamada “pobretología” (Alayón, 1995), avalada tácitamente por la CEPAL y financiada por el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Aun cuando estas instituciones no lo denominan así, ni lo explicitan de ese modo, el investigadoranalista puede identificarlo en sus respectivos informes anuales, de los años ‘80 e inicios de los ’90, los cuales pueden ser consultados en sus respectivas páginas web. Se hace especial énfasis en la medición y clasificación del fenómeno, con un enfoque tecnicista. Se levantan estudios y “mapas de la pobreza” en los países latinoamericanos bajo los métodos Línea de la Pobreza (LP) y Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), centrados en la variable ingreso, bajo el enfoque economicistamaterialista neoliberal. Proliferan las categorías que expresan la diversidad del fenómeno. Así, “pobreza crítica”, “pobreza extrema”, “pobreza absoluta”, “pobreza relativa”, “pobreza estructural”, “pobreza crónica”, “pobreza inercial”, entre otras, se posicionan en la investigación. En los ’80, uno de los fenómenos emergentes preocupantes es el incremento de la economía informal, indicativo, según los estudios, de “neopobreza” o de “nuevos po La visión economicista clasifica a la población en “pobres” y “no pobres”, tomando como criterio el ingreso de las personas y hogares, y su capacidad de satisfacer o no sus necesidades técnicamente estandarizadas como “básicas”, a partir de su posibilidad o no de adquirir la cesta básica o canasta alimentaria, y la canasta normativa (servicios de salud, educación, vestuario, vivienda, trasporte), según el poder adquisitivo del ingreso. Este enfoque da origen al método Línea de la Pobreza (LP) o del Ingreso, que mide las posibilidades de las familias de adquirir tales canastas, tal como lo recoge el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Venezuela. Así, quienes pueden acceder a ellas están por encima de la línea y son considerados no pobres, pero quienes no pueden están por debajo y son clasificados como pobres. El LP ha sido considerado insuficiente, entre otras razones, porque con “este enfoque indirecto de medición de la pobreza lo que se identifica es la satisfacción potencial de las necesidades humanas” (Boltvinik, 1999: 38), no necesariamente las posibilidades reales contextualizadas. Por su parte, el método NBI amplía los parámetros del LP y “sustenta una definición multidimensional de la pobreza, considerando tanto los niveles de satisfacción como la disponibilidad y acceso a los bienes y servicios básicos requeridos para lograr esa satisfacción”. Sus indicadores son poco sensibles a variaciones a corto plazo, con lo cual mide estructuralmente la pobreza, a diferencia de la medición coyuntural del LP. No obstante, el NBI se instituye “cuando la condición observada se compara, necesidad por necesidad, o satisfactor por satisfactor, con su umbral normativo”, con la limitación que los satisfactores pueden variar de uno a otro contexto, además que al igual que el LP también se enfoca en el ingreso. Las insuficiencias del LP y del NBI, utilizados aisladamente, arrojan estimaciones parciales, diferentes e inconclusas, por lo cual Boltvinik propuso la combinación y aplicación simultánea de ambos, dando lugar al Método Integrado de Medición de la Pobreza (MIP), de modo que algunas necesidades no tomadas en cuenta por un método, sí lo fuesen por el otro, al integrarse. El MIP relaciona las magnitudes de la pobreza con sus causas. “El resultado permite una diversificación más sofisticada de la pobreza, estableciendo tres tipos de pobres: los que son pobres solo por líneas de pobreza, los que son pobres solo por NBI y los que son pobres por ambos métodos”.
Luis David Fernández Araya
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