El mito griego de las Musas tiene su origen en la Ilíada. Homero es el primer poeta en mencionar a estas deidades que, en su origen, tenían el atributo de ser portadoras de la memoria, el conocimiento del pasado y la sabiduría.
En una época en la que no existía la transmisión del saber mediante la escritura, los relatos eran contados de forma oral. Homero era un rapsoda, así se les nombraba a los recitadores arcaicos de la poesía épica y a los intérpretes de la música. Cada vez que se contaba o cantaba un relato sobre los héroes o los dioses, se tenía que hacer un gran esfuerzo para recordar y trasmitirlo con la mayor fidelidad. No obstante, en cada ocasión había agregados, repeticiones o inconsistencias.
Se le atribuye a Pisístrato, el tirano ateniense del siglo VI a.C., el haber ordenado, a un grupo de letrados, la estructuración definitiva, la depuración y la edición de los poemas homéricos. A partir de entonces quedaron escritos para siempre, prácticamente sin variaciones o agregados, los versos de Homero.
En el segundo canto de la Ilíada, cuando Homero se dispone a mencionar con minucioso detalle a todos los caudillos griegos que participaron en la Guerra de Troya, a todas las naves y contingentes que cada uno dirigía, pide la ayuda de las Musas para que no le falle la memoria.
“Y ahora, Musas que residís en las olímpicas regiones -dice Homero- vosotras que sois diosas, que no ignoráis nada y disfrutáis de omnipresencia, mientras llega a nosotros únicamente un vago eco de la gloria, enumerad a los Reyes y príncipes danaenos, pues no podría yo detallar ni describir tal multitud, aunque gozase de diez lenguas, diez bocas, una voz incansable y un pecho de bronce, si las Musas olímpicas, hijas de Zeus tempestuoso, no me recordaran los que llegaron frente a Troya”.
Hesíodo invocó también el poder de las Musas, que habitaban los bosques del monte Helicón, cuando se disponía a contar su Teogonía, una genealogía estructurada y exhaustiva de las divinidades griegas y su abundante descendencia.
Cuenta Hesíodo que, en una ocasión que pastoreaba sus ovejas, se le aparecieron las Musas y tuvo un diálogo con ellas. Él les pidió que le otorgaran el “hechizo de su canto” y la inspiración para contar la historia de los dioses. Las Musas aceptaron darle al poeta la voz de la narrativa y le obsequiaron una rama de laurel para simbolizar el pacto.
Las Musas, según el propio Hesíodo, son hijas de Zeus y Mnemósine, la diosa de la Memoria. Hay otra versión que las ubica en un tiempo más antiguo, como producto de la unión de Urano y Gea. Y una tercera señala que hubo dos generaciones de Musas, la primera, hijas del Cielo y la Tierra; la segunda, engendradas por Zeus. (Robin Hard).
Las Musas fueron consideradas en sus orígenes, antes de la invención de la escritura, únicamente como diosas de la música y la poesía, por ello están asociadas con Apolo. Se afirma que el dios de la lira era su corifeo y guía en el arte del canto y la danza. Apolo logró su refinamiento al hacer que su música y sus bailes fueran menos rústicos y exaltados; también fue Apolo el que las hizo descender del monte Helicón.
El número de Musas varía dependiendo de las fuentes. En ocasiones se menciona que había solo tres Musas, pero fue Hesíodo el que estableció su número en nueve y llamó a cada una con nombre propio. Y fue precisamente el significado de su nombre el que hizo que, posteriormente, se les atribuyeran cierto tipo de especialización o funciones en diversos campos del arte y la cultura.
“Calíope, la de la bella voz, podía ser considerada entonces la musa específica de la poesía épica; Polimnia, como la musa de los himnos a los dioses, y después como la musa de las pantomimas; Terpsícore, como la musa de la lírica coral y de la danza; Clío resulta aún célebre en nuestros tiempos, como la musa de la historia, una función que recibe de su nombre griego, entendido como la que celebra (kleiei) los hechos gloriosos (kleia) de los héroes y heroínas del pasado; Talía (Alegría) podía ser pertinentemente clasificada como musa de la comedia; Urania (Divina) como la musa de la astronomía; Erato (Amorosa), como la musa de la poesía lírica, que a menudo es de contenido erótico; Euterpe (Buen deleite) como la musa de la música interpretada con flauta; Melpómene, finalmente es la que preside la tragedia.” (Robin Hard).
Las Musas son mencionadas en numerosas narraciones mitológicas. En ocasiones, aparecen como juezas de algún certamen musical, como en la competición que se realiza entre Apolo y Marsias para determinar quién tocaba mejor la lira. A veces ellas mismas protagonizan una contienda musical, como con el bardo tracio Támires, con las Emátides, hijas del rey Píero, o la que se llevó a cabo entre ellas y las sirenas con cuerpo de pájaro y cara de mujer, cuyo triunfo celebraron arrancando las plumas de las perdedoras. También aparecen amenizando la celebración de bodas célebres como la realizada entre Cadmo y Harmonía o Peleo y Tetis. En el sepelio de Aquiles fueron las Musas las que entonaron los cantos fúnebres.
Cuando Orfeo fue descuartizado por las enfurecidas ménades de Tracia, las Musas recogieron los restos de Orfeo para darles sepultura y llevaron su lira a los cielos para formar la constelación de Lira.
En la actualidad, se hace referencia a las Musas para señalar si alguien cuenta o no con el aliento creativo o inspiración. Se dice que un artista brillante, prolífico y exquisito es favorecido por las Musas. Si cesa su producción artística, encuentra dificultades y bloqueos, o su creación es de menor calidad, entonces se afirma que fue abandonado por las Musas. Existe la polémica de si el trabajo creativo y, en general, la producción intelectual es producto de la iluminación divina o, por el contrario, del arduo trabajo metódico y constante. En esta discusión hay quienes sostienen que hay un poco de los dos: una mezcla de inspiración o aliento creativo con la transpiración, el sudor.
Han existido artistas, escritores, poetas e intelectuales a los que las Musas -o su esfuerzo personal, si se quiere- nunca los abandonaron y su trabajo es de reconocida calidad y prestigio. También los hay -los más tal vez-, a los que estas deidades de la memoria, el arte y la cultura, nunca favorecieron del todo.
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