Opinión

De novelas bélicas y de la contemplación de la guerra entre cárteles

“…la seguridad depende del crimen , organizado, no de nosotros.”

Comandante de la Tercera Región Militar de Sinaloa.

Dichosos los que no hemos vivido guerras porque son un moridero, un duro luto para quienes pierden a los suyos. Las guerras producen algunas hazañas imponentes y héroes cuyo nombre se pierde en la cuenta de lo muertos. Hoy me refiero a algunas novelas bélicas. Guerra y paz, (publicada en fascículos de revista entre 1865 y 1869), por ejemplo, del enorme Leon Tolstoi, resulta una novela difícil de resumir, porque en ella pasa de todo : la guerra de Napoleón en Rusia, durante la invasión de su ejército en 1812, los asuntos, cuchicheos y amores de la aristocracia de entonces, la búsqueda de la espiritualidad de los personajes, que tanto le importaba a Tolstoi., la vida diaria. Tres personajes principales se muestran ante el lector, Natasha Rostova, el príncipe Andrei Bolkonsky y Pierre Bezukhouy, Natasha Rostova, una vez que el ejército francés se ha retirado de Moscú, cuida del príncipe Andrei, herido en la batalla de Borodino. La novela se detiene en las pasiones, en las traiciones entre enamorados y narra con precisión como era la Rusia de mediados del siglo XIX. Recuerdo con especial fascinación al príncipe Bolkosky herido en la guerra y mirando hacia las nubes y pensando en quién sabe qué asuntos, como si no hubiera traumatismo alguno en su cuerpo.

Las guerras son siempre bárbaras, crueles. La primera novela de Norman Mailer, el gran escritor estadounidense, la escribió a los 25 años de edad, Los desnudos y los muertos (1948), que relata lo que vive un pelotón de soldados en la Segunda Guerra Mundial. Los soldados pertenecen a diferentes etnias y religiones. El meollo del mundo, el otro, la alteridad estan en juego. La historia occurre en una isla ficticia, ubicada en el océano Pacífico. El enfrentamiento es contra los japoneses, y los estadounidenses quieren abrirse paso en la Filipinas. Hay dos visiones de la guerra, la de los que la viven y se organizan para penetrar la retaguardia de los japoneses, y la de los que ordenan y disponen a la distancia, como el general Cummings y todo lo que habla con el subteniene Hearn.

La soldadesca va desnuda ante la muerte y las miseria de la guerra es descrita tal cual debe ser., dolorosamente. A Mailer le interesaba narrar lo que experimentan los que van a la guerra, mientras otros dirigen sin sufrir.

El corazón de las tinieblas del polaco Joseph Conrad (1899), novela corta que Francis Ford Coppola adaptó magistralmente al cine en Apocalipsis ahora (1979), sigue la historia en el Congo de Charles Marlow, quien narra su viaje desde Londres a Africa, a la busca del jefe británico de una explotación de marfil apellidado Kurtz. Coppola transforma el Congo en Vietnam y a Kurtz en un oficial renegado en Camboya. Su Charles Marlowe es un joven Martin Sheen que va a apresar a Kurtz, coronel de las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos, que ha enloquecido y manda a sus propias tropas, erigido en un dios.

Por quien doblan las campanas (1940) de Ernest Heminway, que participó en la Guerra Civil Española como corresponsal, novela que alguna vez había tratado aquí, en este espacio, toma el título de un verso del poeta metafísico inglés John Donne, las campanas doblan por uno mismo: …never send to know for whom the bell tolls; it tolls for thee (nunca hagas averiguar por quien doblan las campanas, doblan por ti).

La historia de Heminway surge en plena guerra en España y se articula en torno a Robert Jordan, oriundo de Montana, que prepara explosivos en el lado republicano. Su cometido es volar un puente. Entretanto, se enamora de una joven, María. Días antes del ataque, Jordan descubre el amor y quizá el cometido de su vida, si es que eso existe, que se verá truncado por la muerte. Las guerras dan al traste con la existencia siempre de los más jóvenes. “la muerte de cualquier hombre me disminuye “, dice el poeta John Donne. Cualquier muerte nos acerca a la nuestra, por quien doblan las campañas es por nosotros mismos.

Ante todas las interpretaciones de lo que ocurre con los hombres y con las mujeres en las guerras, todos los enfrentamientos bélicos resultan sangrientos y evitables. Si Vladimir Putin no fuera el machín belicoso que es, acaso acomplejado y ciertamente loco, no habría invadido a Ucrania. Si Hamás no se hubiese lanzado a asesinar brutalmente a los habitantes de un Kibuttz el 7 de octubre de 2023, Netanyahu no se habría lanzado a la guerra desbocaba contra Hamas y Hetzbolá . Y, ojo, no defiendo al Primer ministro de Israel. Y así nos podemos ir al legendario conflicto bélico entre los aqueos y los troyanos.

Ha habido guerras románticas, como la guerra civil española, guerras por adueñarse de territorios, se han escrito libros sobre el arte de la guerra, como el de Sun Tzu, titulado así, El arte guerra, que es un antiguo tratado militar chino (aproximadamente del siglo V a. C).

Todas las guerras conjuntan la estupidez con lo épico . Extraña mezcla. Lo que me parece increíble es que el jefe militar de Sinaloa renuncie tranquilamente a dar seguridad, algún tipo de seguridad, aunque sea, frente a la guerra de narcos que se lleva a cabo en tierras sinaloenses. Ayer, el 17 de septiembre, la jornada de la guerra de cárteles cerró con muertos, levantones y quema y robo de vehículos, pero los militares mexicanos, que se alínean frente a López Obrador y a la presidentA electa, como vimos en una foto aterradora que parece la China de Mao. También lo observamos en el despliegue de militares en el desfile del 16 de septiembre,mientras la Guardia Nacional, constituida por civiles, pasará a formar parte de la Sedena, mientras todo eso ocurre, la Secretaría de la Defensa Nacional mira como el chinito, en lo que diferentes cárteles en guerra asolan Culiacán. Jorge Ibargüengoitia seguramente escribiría un novela de esto último.