Ante muchas confusiones que me nublan el entendimiento, debido de los avatares políticos de nuestro país y de otras naciones, opto por escribir sobre algunas epléndidas novelas políticas.
La primera novela, sin duda política, que leí, fue “El Conde Montecristo. Hoy reviso en mi biblioteca y no aparece nada de Alexandre Dumas. Como siempre, me pregunto a dónde habrán ido a parar muchos de mis libros. Quizá, en algún trastornado momento de mi juventud, rechacé los de Dumas por creerlos para adolescentes. Pero “El conde de Montecristo”(1844) ahonda en lo político. Narra la historia del joven marinero Edmundo Dantés, que regresa a Marsella como capitán del barco Faraón y luego es acusado de traición, por lo cual purga varios años en una casi inexpugnable cárcel. En algún momento logra un escape extraordinario y a poco se convierte en el Conde de Montecristo, un hombre cubierto de misterio, que ha adquirido enorme poder y decide vengarse de aquellos que lo traicionaron. La novela aborda el mundo de la corrupción y, de aventura en aventura, exhibe a la sociedad francesa de la época de la Restauración, entre 1815 y 1838, a la monarquía y presenta los abusos de los que se encuentran arriba de la pirámida social.
Mientras cursaba la carrera de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, nos hicieron leer “Tirano Banderas” de Ramón del Valle Inclán. En El Financiero de este día, 14 de agosto, Ciro Murayama, para incidir en la “distorsión de la voluntad popular depositada en las urnas al conformar la Cámara de Diputados” toma un elemento valleinclanista: el esperpento, para denominar a la sobre representación de Morena y sus aliados. Un claro abuso de poder del señor presidente para que se constituya un Congreso a modo de la indefinible Cuarta Transformación. Murayama inicia su artículo haciendo mención a “ Luces de Bohemia” de Valle Inclán, una obra de teatro (1920), en la que “el escritor gallego retrata con acidez la decadente corrupción de la sociedad española”. El protagonista Max Estrella y “su cómplice de Correrías, don Latino de Hispalis, recorren las calles del Gato, donde espejos curvados deforman lo que reflejan, creando el esperpento, una representación distorsionada y estrafalaria de la realidad”, como ocurre ahora, bajo el obradorato, que desfigura “la voluntad popular depositada en las urnas”.
Volviendo a “Tirano Banderas”, Valle Inclán nos presenta en esta novela (1926) a un dictador”, Santos Banderas, de un hipotético país en América Latina. El hombre es corrupto y autoritario y reprime a la gente. Violencia, poder y manipulación de la información(OJO) sostienen al tirano.
En algún momento de mis años de estudiante en la UNAM, cayó en mis manos “Memorías de Adriano (1951), de la escritora belga-francesa Marguerite Yourcenar, en la que compone una novela histórica del reinado de Adriano, que gobernó el Imperio Romano desde 117 hasta 138 d.C. Por medio de cartas para el que será su sucesor, Marco Aurelio, Adriano reflexiona sobre la vida y la muerte, el poder y la responsabilidad. Asi, Adriano repasa sus logros y sus errores en la conducción del Imperio Romano.
El escritor peruano, Mario Vargas Llosa, premio Nobel, siempre ha incluído temas políticos en su novelística. Por ejemplo, en “La ciudad y los perros” (1963, ganadora del premio Biblioteca Breve), su primera novela, denuncia el machismo y la violencia en un colegio militar en Lima, y cómo se traza la formación de líderes políticos en esa escuela.
Me permito este paseo por la novelas políticas, que son muchas y se han escrito siempre, desde que surgió la novela como género, porque revelan el mundo del poder. Ahora paso a los Estados Unidos, “El padrino” escrita por Mario Puzo, estadounidense de origen italiano, que recibió el Pulitzer en 1970 por esta famosa novela, llevada al cine por el talentoso director Francis Ford Coppola. Debo confesar que no he leído la novela, pero he visto las tres películas de Ford Coppola varias veces. Puzo escribió otras novelas, pero la que lo condujo a la cima del triunfo fue “El padrino”, la cual aborda las luchas intestinas de la mafia y, por ende, la corrupción, la violencia, el crimen y algo muy interesante, la Omertá, que es el código de honor siciliano, el silencio que debe guardarse ante interrogatorios de parte de autoridades o de quién sea. Nadie debe traicionar a los que participan en la célula mafiosa. Infringir este código llama un brutal castigo.
En México se han escrito importantes y significativas novelas políticas. “La sombra del caudillo” (1929) de Martín Luis Guzmán retrata la presidencia (1915-1920) de Venustiano Carranza, quien se convirtió en uno de los líderes principales de la Revolución Mexicana. Su mandato implementó reformas políticas y sociales, la nacionalización de recursos naturales y se hizo énfasis en la educación, pero también reprimió a sus opositores con violencia y en su administración predominó la corrupción y el autoritarismo. Carranza fue derrocado por Álvaro Obregón y terminó asesinado en Puebla. Obregón correría con la misma suerte, pero esa es otra historia. En la novela de Martín Luis Guzmán, un joven abogado,Ignacio Aguirre, trabaja como secretario de un poderoso caudillo al que le dicen El General. Aguirre se enfrenta así a la corrupción y la intimidación y el crimen que rodean al caudillo.
Pienso ahora en “La muerte de Artemio Cruz” (1962), de Carlos Fuentes, otra gran novela en la que se tratan la vida y la proximidad de la muerte, así como las memorias y las acciones del personaje, imbricadadas en la política y en la historia de México, mediante una narración nada lineal, como los recuerdos.
Si me lo permiten, en mi próxima colaboración continuaré con esta lista de novelas políticas.
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