Opinión

Nuevo régimen político

México se encamina rápidamente hacia una nueva forma de gobierno, los cambios constitucionales que vienen anuncian esta transformación. Ahora se deberán de caracterizar los alcances y profundidad de este cambio, así como su orientación política e ideológica. Nuestro país se incorporó tardíamente al debate sobre el cambio político debido a que vivió una democratización imperfecta en comparación con otros países. No obstante, existe la convicción de que un cambio de régimen aumenta las posibilidades de alcanzar el objetivo político -aún pendiente- de una efectiva democratización. Por ello, resulta necesario distinguir un “cambio de régimen”, de un “cambio en el régimen”. En este caso la distinción conceptual conlleva matices relevantes dado que el cambio de régimen implica una nueva construcción institucional, es decir, un cambio radical en la forma de gobierno, mientras que, por el contrario, el cambio en el régimen se refiere solamente a un proceso de reformas para las instituciones existentes.

Claudia Sheinbaum y el presidente Andrés Manuel López Obrador

Claudia Sheinbaum y el presidente Andrés Manuel López Obrador

Cuartoscuro

Generalmente, se considera que las transiciones políticas están delimitadas, de un lado, por el inicio del proceso de disolución del régimen considerado autoritario o ineficiente, y del otro, por el establecimiento de nuevas formas de democratización y participación. Sin embargo, actualmente se pueden identificar cambios políticos regresivos, donde democracias imperfectas son canceladas por la acción desleal de actores políticos clave, como bien teorizó el politólogo Juan Linz, quien afirmaba que los regímenes autoritarios son sistemas de pluralismo político limitado donde los dirigentes no dan cuenta de sus acciones y no se basan en una ideología articulada sino en mentalidades específicas. En ellos el líder y su pequeño grupo ejercen el poder dentro de límites mal definidos a nivel formal pero de hecho bastante predecibles. En tal esquema, las organizaciones que ejercen el poder político son legitimadas exclusivamente por el líder y cuentan con el apoyo decidido de las oposiciones semi-leales.

Los estudiosos de la política comparada afirman que un tercio de los países del mundo actualmente está dirigido por gobiernos autoritarios que comparten rasgos comunes: nula transparencia en sus decisiones, hostilidad hacia los medios de comunicación, propaganda patrocinada por el gobierno y construcción de la ilusión de haber alcanzado una sociedad ideal. En estos sistemas la política informal es la norma y aunque las reglas legales existen, no guían los comportamientos en la práctica. La motivación central de los líderes autoritarios es permanecer en el poder el mayor tiempo posible y para lograrlo recurren a una variedad de tácticas, incluida la anulación de las elecciones, la ampliación de los límites del mandato y la exclusión de los grupos opositores. Son sistemas articulados en la autoridad suprema del jefe y sustentados en la fe ciega de sus seguidores.

Será relevante imaginar en estos nuevos escenarios el papel que jugará la oposición. Como se puede observar, existen diferentes tipos que se clasifican como: “semi-oposiciones”, “pseudo-oposiciones”, “oposiciones legales”, “oposiciones ilegales”, así como “oposiciones inermes” y “oposiciones reales”. Destaca el papel que desempeñan las “oposiciones desleales” y “semi-leales” en la caída del sistema democrático, ellas acompañan al régimen en sus inicios y cuando son excluidas se asocian a otros partidos oportunistamente para mantenerse siempre con vida. Mientras que la oposición leal rechaza clara y consistentemente las conductas antidemocráticas, las oposiciones semi-leales actúan con ambigüedad. Dicen apoyar a la democracia mientras hacen que no ven el extremismo antidemocrático.

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Cuando las oposiciones semi-leales les ayudan, las fuerzas declaradamente autoritarias se convierten en un peligro mayor para la estabilidad del régimen político. Una conducta semi-leal terminará protegiendo a las fuerzas antidemocráticas. De hecho, a lo largo de la historia, la cooperación entre autoritarios y demócratas semi-leales, de aspecto respetable, ha constituido el camino más directo para el colapso del sistema. Cuando la oposición se diluye, se debilita el esquema democrático de los pesos y contrapesos.