Opinión

El peligroso boomerang de los Libros de Texto Gratuito

Por el lado que se vea, los Libros de Texto Gratuito (LTG) están siendo un desastre. En este espacio y en los muchos de otros de colegas columnistas y analistas se ha hecho referencia a sus fallas pedagógicas y científicas, a haber ignorado la Ley General de Educación en cuanto a su procedimiento de producción y el desacato a la orden judicial.

Como suele hacer la 4T para evitar el debate abierto y civilizado con la otra mitad de los ciudadanos que no son AMLOvers, los expedientes de los LTG han sido sellados. En todos los años que tengo de periodista, nunca había ocurrido algo así. ¿Qué es lo que esconden? ¿Qué es lo que no quieren que sepamos?

Pero hay algo todavía más grave: su incitación a la violación de la ley. Y tengo para mí que ni usted, ni los que deliran a su alrededor, se han dado cuenta del boomerang que han lanzado.

Me permitiré tomar algunas citas que hizo mi apreciado colega Pablo Hiriart (El Financiero, 25/07/2023) del tomo “Un libro sin recetas, para la maestra y el maestro (Fase 6)”, a través de las cuales vemos una narrativa apologética de los movimientos guerrilleros de los años 60s y 70s y a los medios de acción que éstos utilizaban para alcanzar sus fines.

No discuto la falta de democracia en nuestro país en aquellas décadas, ni sus terribles consecuencias. Créame, en el 68 yo era reportero y viví muy de cerca los atropellos criminales de que fueron objeto los jóvenes; la Historia ya ha puesto en el lugar que les corresponde a Gustavo Díaz Ordaz y a Luis Echeverría. Por cierto, estos universitarios no eran guerrilleros, sino manifestantes pugnando por una mayor apertura política y, a partir de este lastimoso evento, las cosas empezaron a cambiar en el país.

Dicho lo anterior, no veo cómo usted pretende justificar hoy en día las acciones guerrilleras, ni mucho menos la forma en que son planteadas. El libro las legitima para el mundo de hoy, siendo que han pasado sesenta años y las condiciones políticas del país son francamente distintas, aunque no contemos con una democracia perfecta.

En el libro se refieren como “modificaciones de bitácora de vuelo” al secuestro de un avión; ahí está una primera falacia. Un guerrillero de apellidos Anaya Rosique “buscaba que el mundo dejara de aplaudir la hospitalidad mexicana durante los XIX Juegos Olímpicos.” ¿Le parece razón suficiente para secuestrar un avión?

Lo que ustedes no se han puesto a pensar es que al romantizar las actividades guerrilleras están dando pie a que personas inconformes con el proceder del gobierno actual tomen el ejemplo. ¿Qué tal que los padres de los niños con cáncer, hartos de ver morir a sus hijos o de no poder detener la enfermedad, hubieran secuestrado un hospital y a su personal hasta que no les dieran las quimios? ¿O que secuestraran al secretario de Salud como en el pasado los guerrilleros secuestraron al secretario Julio Hirshfield Almada?

Por más razón para su enojo, si los padres hubieran actuado como los guerrilleros, el gobierno tendría que aplicar el Artículo 362 del Código Penal, el cual indica que un secuestro es punible, incluyendo si se tienen como motivaciones pretender obligar a “la autoridad o un particular (a que) realice o deje de realizar un acto de cualquier naturaleza.” El trasfondo de este artículo es que hay vías institucionales para resolver las demandas y las diferencias entre los ciudadanos y las autoridades.

En otra parte del texto, el libro hace un recuento de las andanzas de 53 jóvenes que fueron a la Universidad Patricio Lumumba a “recibir adiestramiento militar y fundar el grupo armado Movimiento de Acción Revolucionaria.” No indica que los jóvenes fueran a obtener algún conocimiento para posteriormente compartirlo con sus comunidades mexicanas, a fin de mejorar sus condiciones de vida. A ustedes les parece genial que hayan ido a aprender el uso de las armas, cuando éstas sólo sirven para lastimar a los demás. ¿Qué tal que las Universidadades Benito Juárez se organizaran para obtener adiestramiento armado a fin de manifestar su enojo por la farsa que son las carreras que ahí se imparten?

Una última sugerencia:

Si usted quiere dar la vida por la Nueva Escuela Mexicana y sus prédicas, con toda franqueza, a nadie le interesa tenerla. Mejor vaya a pasarse un año a La Habana, como cualquier hijo de vecino; o por lo menos, lea a Leonardo Padura. Las más de las veces las utopías destruyen el camino que persiguen.

No don Marx, si sus delirios lo llevan a creer que usted es la reencarnación de Nicolai Bujärin, piénselo dos veces. Ni su jefe es Vladimir Lenin, ni México es la Rusia zarista.

Colaboró: Upa Ruiz uparuiz@hotmail.com

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