Opinión
“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder”: Bolívar
Fran Ruiz

“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder”: Bolívar

Si Simón Bolívar resucitara y viera lo que está ocurriendo en Venezuela ya se habría puesto al frente de un Ejército insurgente para volver a echar del poder a los tiranos —en su tiempo los españoles y ahora Nicolás Maduro y su régimen chavista— y devolver al pueblo la libertad que le niega un gobierno que se hace llamar “revolucionario” y “bolivariano”, pero que no hace otra cosa que pisotear el pensamiento del Libertador y manchar de sangre su legado.

Al presidente venezolano se le debería caer la cara de vergüenza cuando se declara guardián del pensamiento bolivariano y se dirige a la nación con un cuadro gigante de Bolívar como telón de fondo, mientras amenaza a la oposición antichavista y al pueblo venezolano, al que les niega el derecho a vivir en una democracia real, con elecciones limpias, transparentes y con traspaso del poder al ganador legítimo. En vez de eso, Maduro se niega a hacer públicas las actas con los resultados de las elecciones del pasado 28 de julio, porque sabe que perdió y reprime con brutalidad a los que exigen que se reconozca la victoria del líder de la oposición antichavista, Edmundo González Urrutia.

El retrato de Simón Bolívar, siempre presente en los mensajes a la nación del presidente venezolano, Nicolás Maduro, desde el Palacio de Miraflores

El retrato de Simón Bolívar, siempre presente en los mensajes a la nación del presidente venezolano, Nicolás Maduro, desde el Palacio de Miraflores

EFE

De hecho, este es el problema de Maduro: que no tiene vergüenza. De lo contrario, no podría proclamarse heredero de Bolívar e ignorar que una de sus proclamas más célebres dice lo siguiente: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía”.

Dos siglos después del discurso de Bolívar en el Congreso de Angostura de 1819, que abrió el camino a la fundación de las repúblicas independientes de Venezuela, Colombia y Ecuador, Maduro personifica todo lo que el Libertador aborrecía y por lo que tomó las armas: un tirano, un peligroso usurpador del poder que reprime al pueblo y le niega su derecho a elegir a sus líderes, libremente y sin coacciones.

Esta es la terrible paradoja y la tragedia que sufren no sólo los venezolanos, sino también los cubanos o los nicaragüenses: que están secuestrados por gobernantes que se consideran a sí mismo “bolivarianos” y protectores del pueblo, pero que en realidad lo que tratan es de perpetuarse en el poder y reprimen al pueblo cuando se da cuenta de la trampa en la que cayeron.

Por eso las cárceles en Cuba, Nicaragua y Venezuela están llenas de presos políticos: porque en cuanto Fidel Castro, Daniel Ortega y Hugo Chávez llamaron al pueblo a la revolución y echaron del poder a dictadores y oligarcas corruptos no cumplieron su promesa de devolver la soberanía al pueblo, sino que se conviertieron ellos mismos en caudillos autoritarios, sólo que ahora "antiimperialistas".

Lo que agudiza la frustración y la desesperanza de la mayoría de Venezolanos, entre ellos los más de siete millones que se vieron obligados a dejar el país en el mayor éxodo de la historia del continente americano (“Huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes”: Bolívar), es que la única personas que realmente tiene poder para obligar a Maduro a respetar las reglas del juego democrático, no tiene intención de hacer nada. Se trata del secretario de Defensa de Venezuela y jefe de las Fuerzas Armadas, Vladimir Padrino.

El general Padrino representa todo por lo que el general Bolívar se levantó en armas. No sólo es uno de los privilegiados de un régimen que expolió la riqueza petrolera para repartirla a cambio de lealtades, sino que es responsable (por acción u omisión) de que el chavismo lleve décadas reprimiendo a la oposición y a los manifestantes, y cometiendo sistemáticamente violaciones a los derechos humanos, como ha denunciado reiteradamente los observadores de la ONU y ONG.

¿Puede dormir con la conciencia tranquila el jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana sabiendo que fue Bolívar quien declaró: “Maldito sea el soldado que vuelve las armas contra el pueblo”? ¿Cómo se atreve el general Padrino a jurar “lealtad absoluta” a Maduro, como hizo la semana pasada, a sabiendas de que el presidente ordenó a sus fuerzas armadas reprimir con dureza las protestas poselectorales, que han dejado ya 25 muertos?

Dada la intransigencia del régimen a entregar las actas electorales, los organismos internacionales —la ONU, la OEA, la Unión Europea, Mercosur— y los líderes democráticos del continente —no sólo los gobernantes izquierdistas vecinos, el brasileño Lula da Silva y el colombiano Gustavo Petro, sino el mexicano Andrés Manuel López Obrador y el estadounidense Joe Biden— deben ejercer toda la presión posible para forzar al régimen chavista a que respete las reglas del juego democrático y la voluntad popular, antes de que Venezuela pierda el último tren hacia la democracia y se perpetue el actual régimen sostenido por los militares (como ocurre en Cuba desde hace más de medio siglo).

Por eso, más que nunca, debe resonar las palabras de Bolívar cuando el mismo luchó contra la tentación de convertirse en un caudillo dictador: “Vosotros me tituláis el Libertador de la República, pero yo nunca seré el opresor”.