Opinión

Personajes inesperados en el cambio sexenal

Hoy, 21 de junio del 2023, entró el verano. Se había anunciado desde hace días con una intensa ola de calor que no parece molestarle al inquilino de Palacio Nacional. Que la gente se ponga a trabajar más temprano, dijo también que no había apagones en ningún lugar del país y que la CFE no está rebasada. Claudia Sheimbaum asegura, por lo tanto, que no hay emergencia eléctrica. Sin embargo, el Sistema Operativo de Alerta estuvo muy pendiente al registrar un margen de reserva operativa menor al 6%. Pero eso no importa frente al discurso de AMLO, que corrige e interpreta la realidad según le convenga. “El diablo (es) la verdad jamás tocada por la duda”, escribió Umberto Eco. Y López Obrador es un diablo muy eficiente: transmuta la realidad a contentillo: “La violencia ha bajado, vamos bien, los ministros de la Corte Nacional de Justicia son corruptos (porque no hacen lo que yo quiero), etcétera”. Afirma que no se meterá en la elecciones del año que entra, mismas que han iniciado ya con el ir y venir de las corcholatas, pero disfrazadas de otro nombre y me temo que con la venia del INE, qué desgracia. Finalmente, Andrés Manuel fastidió a la gran institución de la democracia en el país. A él nadie lo detiene, ni la ley ni la situación tangible. Sólo hay una verdad, la suya. Uno también, de alguna manera, se inventa la propia, pero no la impone a millones de personas. O escribimos un libro o vamos al psicoterapeuta. Después de todo, “la esencia de nuestra vida consiste en el funcionamiento político de la sociedad en que nos encontramos”, decía Michel Foucault, y el discurso de la indefinible Cuatroté nos abruma y abre un océano de significados erróneos. ¿Cómo creer en lo que se contradice desde su enunciación?

No conseguiremos un sistema de Salud como el de Dinamarca, cuando, a partir de 2018 se erosionaron las bases de una estructura que , sin ser perfecta, funcionaba. Primero se dejó de operar el abasto de medicinas, se dejó de apoyar al sector Salud y se acabó sucumbiendo en la inoperancia. En aras de cambiar todo de golpe, lo que sí servía, dejó de servir.

Sin embargo, el discurso de la renovación y sus logros ha continuado desde hace casi cinco años. Ahora se construye, antes de tiempo, el de la sucesión. Lo que haga la oposición, toda ella “conservadora”, según López Obrador, será ineficiente. Para ello procura que vuelva a triunfar su proyecto, un proyecto deshuesado que no se entiende, organizó a seis presidenciales o coordinadores de la Cuatrote para dizque no caer en ilegaliades a destiempo y los puso a contender de “manera fraterna” (les cuesta, no sé por qué, utilizar el adjetivo “fraternal”) .

El discurso político, por lo general, posee un objetivo específico: persuadir, convencer, que es a lo que se han arrojado los contendientes de la Cuatroté. Si los seis personajes en busca de la silla presidencial para el 2024 parten aparentemente de un mismo campo conceptual, el de la aludida pero confusa Cuatroté, deberían prepararse para competir en unas primarias y que se elija entonces al candidato (a) del partido. Pero no, resulta que no habrá ningún debate entre ellos sino una encuesta. ¿Cómo se aplicará, que preguntas se harán es tan nebuloso como qué demonios significa la Cuarta Transformación?. Por lo tanto, debemos suponer que habrá mano negra y que Andrés Manuel escogerá a quien ya ha seleccionado de antemano, quien mejor le sirva en su plan de continuar ejerciendo el poder.

Ya no hay “tapadismo”, resume la doctora Sheibaum (sic), cuando no lo hay desde que el PAN ganó por primera vez y Vicente Fox, gracias al IFE en ese entonces, que vigiló el libre voto de los mexicanos, se convirtió en el presidente constitucional de la república mexicana, o sea, hoy hace casi 23 años. Eso lo saben hasta que los que votarán el año que entra apenas cumplidos los 18 años. Pero el discurso obradorista, repleto de inexactitudes y mentiras, transforma la historia. A lo mejor de eso se trata la Cuarta Transformación, de decir e insistir en una mentira tras otra. Es el discurso de la opacidad y del engaño.

La estrategia de López Obrador es que, en el juego de las sillas de sus corcholatas, nadie quedará fuera. Su favorito (a) llegará a la presidencia y los otros cinco personajes se quedarán con un gran premio: el liderato del senado, o el de la cámara de diputados o tres buenos puestos en el nuevo gabinete.

Con este escenario, el doctor Héctor Aguilar Camín, en su artículo de este miércoles en Milenio, apuesta en que el último mes de su gobierno, el presidente hará toda clase de reformas constitucionales. La primera para constitucionalizar la militarización del país, la segunda para regresar al INE al gobierno federal, sin autonomía, y la tercera será la elección popular de los ministros de la Corte “Si bien la propuesta original, los ministros serían candidateados de 20 en 20 hasta sumar 60. 20 seleccionados por el Ejecutivo, 20 por el Legislativo y 20 por el Judicial.”

Como sea, se trata de un a espeluznante todo ella. México quedaría bajo la bota dictatorial de Andrés Manuel aunque otro u otra sea el presidente. El discurso seguiría creando realidades inexistentes, mientras el país quedaría cuarteado, hecho polvo.

Sin embargo, muchas cosas pueden suceder antes de que esto ocurra. López Obrador apuesta por sí mismo y sus movimientos en el dominó de su política; las corcholatas pueden rebelarse; como en la obra de teatro de Luigi Pirandello la presencia de personajes no contemplados y exigentes se manifestarían en una de ésas con otro discurso y otros planteamientos; existen muchas más situaciones imaginables y posibles, incluida la de un meteorito inclemente que de veras transforme la historia o la no historia de todos.

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