Puedo entender las razones por las cuales diversas voces en Chile se oponen a que el cantante mexicano Peso Pluma se presenté en el festival de Viña del mar, el más emblemático de ese país. En la mayoría de sus canciones resulta perturbadora, brutal -y acaso indefendible- la exaltación de la violencia, del homicidio, del narcotráfico, del consumo de drogas, del culto a la muerte y a las armas, del machismo envalentonado que degrada a las mujeres, del enriquecimiento ilícito y del lujo ostentoso como promesa de un breve pero gozoso paraíso en la tierra (Para un joven narcotraficante que habrá de morir prematuramente, una “morra buena”, un Rolex y un auto deportivo equivalen a las 72 vírgenes que le esperan en el cielo a un terrorista islámico).
No creo, pese a todo, que el de la prohibición sea o vaya a ser un remedio efectivo, ni mucho menos. Y no porque atente contra los principios de la libertad de expresión y la libertad creativa como ramas que se derivan de ese tronco universal que son los derechos humanos -que lo hace- (¿O acaso hay menos violencia y consumo de drogas en una película de Tarantino, o menos homicidios sanguinarios en una tragedia de Shakespeare?), sino tomando en cuenta que, tan sólo en el caso del combate a las drogas el del prohibicionismo ha demostrado a lo largo de las décadas ser una de las formas más incontrovertibles del fracaso y de la estupidez, y por lo tanto, resulta no sólo ostensiblemente infructuoso, sino ingenuo, querer aplicarle el mismo remedio a la narco-cultura contemporánea, que tristemente se incubó en el territorio desgarrado del México violento, hasta convertirse en nuestro más reciente, exitoso y abominable producto de exportación.
¿Quién puede creer que el hecho de cerrarle a Peso Pluma un foro -por relevante que sea- impedirá que decenas de millones de personas, sobre todo jóvenes, -dentro y fuera de chile, en países hispanohablantes, pero también en otros de muy diversas lenguas y contextos culturales- lo consuman, lo celebren, lo disfruten, lo bailen y canten sus canciones? ¿Cuántos mexicanos en los sesentas entendían las letras de los Beatles? ¿Cuántos jóvenes británicos en la tercera década del siglo XXI que escuchan a Peso Pluma entenderán el significado de esta estrofa: “préndase otro de la verde, pa' desestresarnos”?
Como si el manotazo iracundo y pudibundo de la censura pudiera tener algún efecto en el mercado global de las plataformas mediáticas de la era digital, que se han beneficiado y se seguirán beneficiando de este nuevo fenómeno y sus pingues dividendos. Como si el hecho de prohibir un concierto hiciera reflexionar a las grandes empresas del entretenimiento masivo -y al conjunto de marcas que se benefician de cada boleto y de cada cerveza vendida en un concierto- para que ya no contraten más a Peso Pluma, ni promuevan el éxito arrollador de los corridos tumbados.
Ya lo sabemos, el mercado todo lo absorbe y todo lo tolera siempre y cuando asegure ganancias. Peso Pluma no es la excepción sino la confirmación de la regla. Su foto proyectada en las pantallas gigantes de Time Square y en la portada de Rolling Stone representa la cordial bienvenida que le han dado a su fama los dueños del capitalismo global.
En su desparpajo virulento, en la osadía desenfada con la que decide darse un pase de cocaína en pleno concierto para solaz de los usuarios de TicTok -la red social originaria de China, donde se castiga con pena de muerte el tráfico de drogas-; en la doble moral con la que YouTube prohíbe desnudos y pornografía en su plataforma, pero permite la libre circulación de videoclips del “dople p” donde aparecen jóvenes encapuchados, sosteniendo armas de grueso calibre, cantando y bailando entre vehículos artillados, droga y fajos de dinero, se esconde el otro lado de esta historia, una nueva trama cultural -rabiosa y dolorosamente contemporánea- que en Villa del Mar se pretende ocultar o borrar por decreto: hoy prohíbo a Peso Pluma, mañana los chicos volverán a cantar las canciones ñoñas y edulcoradas de Palito Ortega y Julio Iglesias.
2.
De Peso Pluma sólo había escuchado una de sus canciones y me gustó: “Ella baila sola”, su éxito más importante y una de las pocas del catálogo que no rebasa la línea de lo execrable -es básicamente una canción de admiración por una mujer-. Para escribir esta columna repasé -sin oír- algunas de sus letras. Seleccioné unos cuantos fragmentos entre más de 50 canciones reconociendo -como lo señalé al principio- la preocupación legítima de algunos chilenos, aunque descrea por completo que prohibirlo sea una solución.
Algunas son explicitas en su contenido tóxico y violento. Otras resultan más bien crípticas (sus mensajes cifrados las hace aún más temibles, una suerte de amenazas que se lanzan entre grupos en disputa). Las rimas fallan con frecuencia y la sintaxis de tan retorcida resulta a ratos incomprensible. Pego el título de cada canción elegida y algunas de sus estrofas en cursivas. Los comentarios entre paréntesis y en negritas son míos.
Zapata
Armas de colección
joyas (…) de edición limitada
Me muevo en la lumbre y todavía no me he quemado (…)
No ando jugando (…)
Aclaro, somos hombres, no payasos.
Ahora pura ropa fina como niño bien (…)
Las bolsas eran de a veinte
y ahora los de a cien a como llegan me los gasto (…)
Todo ha cambiado
no fui bueno pa' la escuela,
pero en aparatos (es decir, armas)
en eso sí que hasta salí graduado
Ya coronamos (ya ganamos)
Préndase otro de la verde pa' desestresarnos
que el MZ sigue laborando (es decir, el Mayo Zambada)
Siempre pendientes
Yo cuido el área, aquí nadie se mete
cuido la plaza del señor Guzmán
y traigo al Piyi de anillo de seguridad
Sembrando
Me la paso sembrando allá en el rancho
con los compas forjándose un buen gallo
para rolarlo (…)
Para los amigos y todos mis enemigos
un consejo les diré:
nunca se metan en un terreno ajeno
porque hay con queso (hay con que)
y en la pechera bien puesta rifa el CJNG
arriba andan todos al cien
PRC
Y, bien forrados, los paquetes van
no hay pendiente, no puedo fallar
siempre estoy listo para cruzar
polvo, ruedas y también cristal
Rosa Pastel (color de las anfetaminas)
En mi cabeza, lo que me enseñó
sigo bien trucha haciendo negocios
allá por Ámsterdam la muevo yo
y metemos gol, ya saben que show
Ahí va una clave para el que sabe:
de subida nos llevamos postre
un flanecito ¿Si o no, mi Parce? (…)
Las avionetas llevan el mandado
como si fuéramos supermercado
Su casa
Saben que Jalisco es su casa
y que al señor nada se le pasa
Veintidós estados y contando
claro, se le extraña, el hijo al mando.
La traen marcada mis muchachos
cual ofensa que llueven plomazos
las granadas y los bazucazos
¿O ya se olvidaron de aquel caso?
Hagan caso, que no hay plazo,
si se pasan, pues los cazo.
Los artillados van avanzando (…)
los drones en el aire vigilando
diez mil personas traigo a mi mando
y aquí la empresa sigue generando
El Belicón
Soy el Belicón
el que no se mueve sin traer un convoy
el que de la Capi navega el control.
2019 claro les quedó
Qué aquí mando yo.
Carros deportivos en mi colección
Minimis, bazukas y Kaláshnikov.
Con un buen cigarro me relajo yo
pero siempre al tanto en la corporación.
Esperando la orden del señor
cumplo la misión
ropa deportiva de diseñador
y en modo campaña como un marino
Y si toca fiesta hacemos fiestón.
Cuido mi sector
tacomas blindadas bien ruje el motor
Y mis enemigos me tienen pavor.
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