Opinión

Poderes de la Unión, 3 en 1

Dentro de una semana el Poder Judicial pasará a ser un cuadrito más en el organigrama del Poder Ejecutivo que también controla al Poder Legislativo. De tres Poderes de la Unión que teníamos, solo quedará uno real como en los viejos tiempos. Algunos ven esto como una transformación positiva de la vida pública del país.

Tal vez sí lo sea. Me recuerda mucho la vida en la década de los años 70 del siglo pasado, pero tal vez se deba a un pesimismo crónico. Desde esos años, e incluso antes, comenzaron a alzarse muchas voces, algunas de ellas silenciadas de la peor manera posible, pidiendo en diversos tonos una verdadera división de poderes, que las minorías tuvieran representación real, que el populismo autoritario de Luis Echeverría tuviera contrapesos eficaces.

El régimen, engolosinado, topó con pared. En la elección de 1976 se presentó a la competencia por la Presidencia de la República un solo candidato, el del partido oficial, José López Portillo. Ni siquiera el PAN apareció en la boleta. López Portillo recorrió el país, hizo campaña y toda la cosa como si su triunfo estuviera en duda, pidió que lo llamáramos Pepe. Ganó y entonces se dio cuenta de que eso de la concentración de poder había tocado techo y para que el régimen tuviera algo de legitimidad tenía que abrir espacios a la oposición.

Un año después, en el 77, don Jesús Reyes Heroles elaboró una reforma política que fue el germen del sistema democrático que permitió una transición pacífica en el año 2000. Fueron años de lucha. Al PRI le costó mucho comprender el concepto de democracia porque fue un partido que nació desde del poder, no un partido para alcanzar el poder. Me explico. El bando ganador de la Revolución Mexicana, digamos Carranza, Obregón y el general Calles no supieron qué hacer con el poder adquirido y comenzaron a pelearse entre ellos. Obregón cazó a Venustiano y después no tuvo empacho en reelegirse. ¡En reelegirse! Esto a pesar de ser el caudillo de una revolución cuyo lema central fue la no reelección.

Obregón ganó su segunda elección, pero no pudo tomar el poder porque fue asesinado durante un almuerzo en San Ángel y entonces Plutarco Elías Calles tuvo una idea genial: crear un partido político para repartir posiciones de poder sin tener que arreglarse a balazos. Nació entonces el régimen al que Vargas Llosa describiría décadas después como la Dictadura Perfecta. Duró siete décadas y ganaba elección tras elección sin despeinarse.

Los afanes de modernidad y los negocios jugosos que prometía, más la lucha de cientos de mexicanos genuinamente demócratas, nos condujeron hasta la formación del INE ciudadano que fue la piedra de toque de la democracia que disfrutamos del año 2000 a la fecha. Muchos ciudadanos jóvenes creen que es natural que haya un órgano profesional, autónomo, para organizar elecciones creíbles, pero no es algo que brotó de los árboles, son años de lucha.

En este periodo ocuparon la presidencia tres partidos diferentes, el PAN, el PRI y Morena, de modo que es justificado que este sistema sea motivo de orgullo para mucha gente. Volver a la década de los años 70 del siglo pasado no puede ser un anhelo de nadie. Tener un partido hegemónico, casi único, es una regresión, quienes lo consideran un avance están equivocados. El triunfo de la elección del 2 junio, los casi 36 millones de votos los tienen engolosinados y comienzan a cometer errores. En los treinta días de septiembre se diseñará buena parte del programa del próximo sexenio. Que nadie se distraiga.

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