Escuché atentamente el discurso de Beatriz Paredes en la sede del PRI, al realizar su registro como aspirante del Frente Amplio por México. Mujer inteligente y sin cola que le pisen, lanza un reto al electorado: “La política es una asunto serio, gobernar este país es un asunto serio, no un vodevil.” Coincido, porque al igual que muchos mexicanos, estoy cansado de la trivialización de los asuntos nacionales que a diario presenciamos en la mañanera.
De lo que no estoy seguro es que, lamentablemente, este discurso sea lo que la gente quiera escuchar. Si la población de México y para el caso de varios países del mundo se sentara con ánimo crítico a escuchar las ofertas de los políticos, no habría tantos populistas gobernando. En este mundo de la inmediatez, las glándulas dominan sobre el cerebro a la hora de la decisiones públicas.
Bien afirma doña Beatriz que, además de la experiencia personal de un político, sus propuestas deben analizarse en cuanto al beneficio que reportan, su viabilidad, así como la ética y consistencia para ejecutarlas. Con este mensaje, expresado con esa entonación serena que le caracteriza, Paredes nos dice que ya basta de costosísimas ocurrencias que descobijan otros programas de gobierno.
Al igual que otros aspirantes del FAM, a la senadora le preocupa la polarización generada desde Palacio Nacional, la cual ha servido como escudo para justificar la falta de resultados. Ya todos perdimos la cuenta de cuántos son los “enemigos” de la 4T, la cual en vez de enfrentar al verdadero –el crimen organizado- le echa la culpa de todos nuestros males lo mismo a Claudio X. González que a Loret de Mola.
“Lo más fácil en México,” dice doña Beatriz, “es incitar a la violencia y al odio. (…) Lo verdaderamente difícil es tener la grandeza para encontrar los puntos que nos unen. Lo verdaderamente complejo es gestionar (para que) caminemos hacia delante.”
Algo similar ocurre con Enrique de la Madrid. Hace unos días en este espacio, comenté que no era estridente, como los populistas. En su entrevista en Latinus, se le ve aterrizado, firme y realista en sus ideas y visión para gobernar al país. “La polarización no lleva comida a tu mesa,” afirma, invocando a que solo con unidad de todos los sectores se pueda avanzar. Necesitamos, nos dice, “un gobierno que nos dé oportunidades, un empresariado con una visión más social y un mexicano más generoso.”
Tanto Paredes como De la Madrid pugnan porque los programas sociales se mantengan, pero con una mayor articulación y alcances. Don Enrique, en particular, cuestiona: “¿No les gustaría que la educación vuelva a ser relevante para que sus hijos salgan adelante?”, porque –inutuyo yo- la dádiva no es suficiente.
Nuevamente, la pregunta es si la gente está dispuesta a poner algo de su tiempo y neuronas para escucharlo, dejando en segundo lugar las frases pegadoras y la rijosidad política. Lo cierto es que llevamos cinco años de vodevil fomentando la emoción de los pejelovers… Y peor que se va poner cuando arranquen formalmente las campañas.
Espero, deseo, ruego, que el resto de la población se dé tiempo a escuchar las voces que hablan con seriedad y serenidad sobre el futuro de nuestro país, para que llegado el día voten con conocimiento de causa.
ADIÓS A PORFIRIO
Conocí a Porfirio Muñoz Ledo hace muchos ayeres y colaboré con él en la Secretaría del Trabajo, como su Director de Comunicación Social; fue como estar inmerso permanentemente en un maratón. La del Trabajo era una Secretaría de, digamos, segundo nivel, pero PML la hizo de primera.
El lado brillante de Muñoz Ledo fue su visión de Estado y la construcción de instituciones, como el INFONAVIT y el FONACOT. Ya casi se hacía candidato a la Presidencia por ser el más claro continuador de una política de izquierda, cuando Luis Echeverría optó por José López Portillo; nunca se lo recriminaremos lo suficiente.
En 1976 se hizo cargo de la SEP, donde quiso correr igual: nuevas ideas, nuevos contenidos, alianza con el magisterio… Tenía prisa, mucha prisa. Empezó a brillar demasiado y a los dos años fue destituido de muy malas maneras.
El lado difícil de Muñoz Ledo era que se sabía muy inteligente, y que en sus críticas nunca supo quedarse callado. No importaba si el interlocutor era el presidente o Juan Pueblo; con cualquiera discutía acalarodamente y sin filtros.
No me extenderé sobre la parte más conocida de su vida, a partir de su escisión del PRI junto con Cuauhtémoc Cárdenas. Ambos construyeron un partido de oposición que, en su momento, fue indispensable para orientar al país hacia la democracia y desde donde Porfirio promovió la Reforma del Estado.
Descanse en paz el ideólogo, el político, el hombre y el amigo.
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