La barahúnda estaba a todo lo que daba: los legisladores de Morena hacían sentir su aplastante mayoría mediante gritos y silbidos cada que tomaban la palabra los representantes de la oposición. Así, los decibeles de la galería eran más altos que los provenientes del pódium. No había forma de escuchar lo que decían los oradores. Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la Cámara de Diputados, llamó al orden a sus compañeros este sábado 1 de septiembre, fecha que, por mandato constitucional, debe iniciar la primera sesión legislativa, y momento en el que se instaló la LXIV Legislatura. Muñoz Ledo interrumpió a quien estaba ante el atril para afirmar: “Hemos trascendido una época electoral”, les recordó a los morenistas, “estamos en la hora de la reconstrucción nacional, no en la de una democracia colérica.”
Sin duda, entre las huestes morenistas existe esa tendencia a decir: “ahora que tenemos la mayoría podemos imponer nuestra santa voluntad; que se frieguen las minorías.” Por lo menos ése fue el mensaje que mandaron con la alharaca que armaron en esa primera sesión legislativa.
Celebro que Porfirio les haya salido al paso para recordarles que la democracia liberal tiene límites. Ella no es simplemente el gobierno de la mayoría, sino, mirada con más atención, es el gobierno de la mayoría que respeta a las minorías. El consenso democrático es válido a condición de que reconozca el disenso.
Muñoz Ledo sabía bien de qué hablaba. Él mismo fue artífice del cambio político en México. El “hombre-historia”, lo han llamado. Abrió la sesión pronunciando un discurso en el que recordó: “Un día como hoy, en 1988, surgió aquí el primer reclamo parlamentario de cara al Ejecutivo federal en contra del grotesco fraude electoral”. Se refería al momento en el que él interpeló al presidente Miguel de la Madrid en su último Informe de Gobierno.
Previamente Porfirio había formado la Corriente Democrática, en 1987, dentro del PRI, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Janitzio Mújica. Corriente que después saldría de ese partido y se uniría al PARM, PFCRN, PSD, PPS y PMT (cuyo candidato a la Presidencia de la República, Heberto Castillo, declinó en favor de Cuauhtémoc Cárdenas). Así se formó el Frente Democrático Nacional (FDN), al que se le cometió ese “grotesco fraude electoral” que le dio la victoria a Carlos Salinas de Gortari. El FDN dio paso a la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) del cual Porfirio fue presidente (1993-1996).
El viejo político continuó su discurso con motivo de la apertura de la LXIV Legislatura diciendo: “Merced a intensas luchas y sacrificios, en 1997 logramos instalar por primera vez una Cámara de Diputados con mayoría de oposición al partido gobernante.” En esa ocasión Muñoz Ledo desempeñó un papel protagónico: eran las elecciones de medio término durante el sexenio de Ernesto Zedillo y la oposición logró integrarse para formar mayoría en la Cámara baja. Al iniciar los trabajos legislativos, Porfirio fue nombrado presidente de ese órgano colegiado; tomó la palabra para decirle al Presidente de la República que se encontraba a su lado: “juntos—nosotros los legisladores—somos más que vos.” Fue un paso decisivo para hacer realidad el equilibro de poderes. Quedaban atrás los tiempos de la subordinación del Legislativo al Ejecutivo. Eso se complementaría en 2000 cuando el presidente Vicente Fox no tuvo mayoría de su partido ni en la Cámara de Diputado ni en la de Senadores.
“Protagonista de su propio relato” (Reforma, 2-IX-2018). Y ese relato ha sido el de abrir paso a una democracia que supere el autoritarismo presidencialista y el mayoriteo del partido hegemónico. Dicho de otro modo: cuando Porfirio Muñoz Ledo decide enfrentarse a las políticas neoliberales impuestas por Miguel de la Madrid, que después se recrudecerían con Carlos Salinas de Gortari y los sexenios subsecuentes, lo hace con la convicción de que se debe cambiar la política económica; pero eso no será posible sin modificar el régimen de gobierno.
Con el propósito de democratizar a México debían abrirse las compuertas de la participación de otros actores políticos y quitarle el dominio absoluto que ejercía el PRI en todos los órdenes. Porfirio Muñoz Ledo sufrió en carne propia la acción del partido aplanadora. Por eso, vale la pena repetirlo, hizo bien en contener a sus compañeros y defender la democracia liberal y las instituciones de la república.
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