Lista para apersonarme en los premios Crónica para aplaudir a todos los galardonados y, con especial estimación, a Carlos Martínez Assad del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y al lingüista Fernando Lara Ramos, me pescó un gripón, como le decimos los mexicanos a un catarro que nos tira y nos aparta del mundo un ratito. Vinieron a hacerme la prueba Covid y, afortunadamente, salió negativa. Por supuesto y, aunque no la conozca personalmente, hubiera aplaudido a la doctora Susana López Charretón del Instituto de Biomédicas de la UNAM . Los premios Crónica, en su décima segunda emisión, son un puntual reconocimiento al trabajo dedicado de científicos y humanistas. Es un festejo periodístico a la labor constante del mundo académico. Me perdí la celebración, la convivencia con los premiados y los periodistas. Me quedé en casa, con tos y malestar, pero decidida a escribir sobre algún asunto de reciente importancia.
Estos últimos días lo más sobresaliente en los corrillos políticos mexicanos han sido los militares. El tema más socorrido versa sobre el general Luis Crescencio Sandoval, que se negó a comparecer ante una comisión del Congreso. Para evitar, quizá, dimes y diretes, el presidente López Obrador dijo hoy que no se mancharía la Mañanera , así que evitó que la Sedena respondiera a preguntas sobre el hackeo del misterioso grupo Guacamaya a la Secretaría de la Defensa.
Por qué se encuentran tan expuestos los militares en su situación cibernética es la pregunta que seguramente se habría tenido que explicar ante el Congreso. Y aunque el presidente haya declarado que lo expuesto por los hábiles guacamayos es cierto, hasta donde se ha podido saber, porque aún queda mucha información secreta que habrá de conocerse poco a poco, se prefiere mantener la secrecía, aunque ésta haya sido vulnerada y la información pueda salir a la luz en cualquier momento.
Entretanto yo me he dedicado a los mío, que es la literatura. ¿Se valdrá el giro? Mientras los militares se van empoderando gracias al régimen, yo, que enseño literatura mexicana de hoy, he leído novelas. ¿Tendrán el tiempo y la disposición los militares llenos de insignias de leer a los escritores mexicanos de hoy. ¿Les importa? ¿ Descreerán que la realidad asoma con vigor en el mundo de la ficción y, aún más, de la autobiografía?
Alma Delia Murillo (México, 1977) en su quinto libro, La cabeza de mi padre (Alfaguara, 2022) cuenta, de manera autobiográfica, la búsqueda de su padre. La hija más pequeña de una familia de 8 hermanos, que sólo ha visto una fotografía del padre con la cabeza cortada, emprende un viaje con su madre y algunos de sus hermanos para buscar a su progenitor. El periplo contiene descubrimientos de la propia protagonista y se da el encuentro con el padre. Se trata más de un Telémaco femenino que de un Juan Preciado en la indagación del personaje desconocido que es Pedro Páramo. Así, pues, les recomiendo mucho la lectura de La cabeza de mi padre. La escritura y las menciones literarias son espléndidas.
Dos novelas que van a la búsqueda, no del padre, sino de poetas conflictivos y olvidados, son Por desobedecer a mis padres (Alfaguara. Narrativa Hispánica: 2022 de la gran Ana Clavel –1961-- y Un corazón extraviado Harper Collins:2022 de María de Alva –1969--.
La primera novela asedia al poeta Darío Galicia. Un joven de los años setenta, cercano al grupo de los infrarrealistas, del que destacó Roberto Bolaño tiempo después, en España, y no como poeta sino como narrador. Los detectives salvajes (premio Anagrama 1998) incluye a Darío Galicia a manera de personaje, como Ernesto San Epifanio. En 1976 Bolaño había escrito un poema sobre la convalecencia de Darío después de haber sido sometido a una lobotomía que le borraría su predisposición homosexual y, por ende, terminaría con su poesía homoerótica. No se sabe a ciencia cierta si fue eso o aneurismas lo que afectaron al joven poeta. O, que, después de la lobotomía, se presentaron los infartos cerebrales. Darío era un muy buen poeta cuya vida se desvió a partir de la supuesta lobotomía ordenada por sus padres o por los invencibles aneurismas. Dada la pasión de Darío Galicia por Lewis Caroll y su Alicia literaria, Ana Clavel hace pasar al poeta a través del espejo, mientras narra, de manera coral, la vida del joven escritor. Llenó de recursos, de datos que transforma la literatura Por desobedecer a sus padres es una novela única en el panorama de la literatura mexicana.
Un corazón extraviado narra la vida del poeta español Pedro Garfias, desde su vida en el pueblo natal, su paso por Madrid, la universidad y su cercanía con la Generación del 27 (Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre). Si perteneció o no a la generación, María de Alva alude a una fotografía en la que Pedro Garfias no aparece junto a los famosos representantes del 27. Su novela sigue a Garfías durante la guerra Civil, sus amores previos y luego su matrimonio con Margarita, una joven provinciana de buena familia. Lo encontramos en sus años difíciles en una playa francesa de refugiados españoles hasta llegar a México. Vendrán sus años en Monterrey, donde recibe todo el apoyo posible de la universidad, mientras que el demonio del alcohol lo mina. Hoy nadie se acuerda de Garfias más que algunos estudiosos y los leales regiomontanos.
Al mismo tiempo, María de Alva nos comparte la historia de su dextrocardia, tener el corazón hacia el lado derecho del pecho, y sus consecuencias. Tanto el suyo como el de Garfias son corazones fuera de lugar.
Recomiendo ampliamente las tres novelas mencionadas, tres novelistas mexicanas, tres historias fascinantes.
Mientras toso, me sueno y estornudo pienso en los militares mexicanos empoderados por la Cuatroté, en sus desplantes y en la imperiosa necesidad de que rindan cuentas, como todo el gabinete o como lo hacen personajes novelescos. ¿O qué, los militares son intocables?
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