En una democracia, la política es un espacio abierto, plural e incluyente. Es un ámbito común en el que los ciudadanos participan y se reconocen mutuamente. El espacio público se presenta contemporáneamente como un espacio político. No solo representa un campo de la acción humana sino también un dominio simbólico, intersubjetivo y de confluencia entre valores. El espacio público permite la expresión colectiva, las manifestaciones cívicas, la visibilidad de los diferentes grupos sociales y es el lugar de ejercicio de los derechos de las personas. Además, es un medio para el acceso a la ciudadanía para todos aquellos que sufren algún tipo de marginación o exclusión. Por ello, la política democrática es un espacio relacional que se abre en todas partes para todos. Es así como la filósofa de la política, Hannah Arendt, sostiene que la relación entre iguales es un componente característico del espacio público, porque allí todos tienen derecho a la actividad política y la igualdad se entiende entre pares.
El espacio público como espacio político, viene a colación porque en el último tramo del actual gobierno se manifiestan claramente las convicciones presidenciales para promover acciones que proyectan la intención no democrática, de privatizar y apropiarse del espacio público nacional. Excluir a los representantes de los poderes Legislativo y Judicial de las conmemoraciones de la independencia nacional, ilustra claramente la mentalidad del representante del Poder Ejecutivo. Más allá del desaire, la amenaza de ruptura del orden constitucional y de la división de poderes cotidianamente adquiere nuevas evidencias. Por si fuera poco, en el tradicional desfile cívico marcharon representaciones militares de países abiertamente autoritarios que desprecian los derechos humanos. Se configura así, en México, una forma de gobierno declaradamente hostil a la democracia, que legitima el despotismo como regla fundamental de la acción de los poderes públicos, que rechaza la idea republicana del Estado, que desconoce los derechos de libertad y que coloca al tradicionalismo en la base de las relaciones sociales.
El fenómeno que afecta a México es la “tiranía electiva” o el poder absoluto de una sola persona que llegó al gobierno no a través de un golpe de Estado, sino por medio de elecciones democráticas. La característica que ha hecho populares a los nuevos tiranos en los sistemas políticos contemporáneos, es su capacidad de imponer decisiones frente a los lentos procedimientos democráticos. Aunque no sean abiertamente autoritarios, muchos líderes recurren a comportamientos agresivos típicos del autoritarismo como el desprecio al adversario, la neutralización y el control de las instituciones públicas o la violación sistemática de las normas legales por medio de la fuerza.
De acuerdo con datos de la organización no gubernamental “Freedom House”, durante el periodo 2015-2020 a nivel planetario, 22 países registraron una dramática pérdida de libertades. Para el 2022 solamente el 20% de la población mundial vivía en una democracia, mientras que el 38% se encontraba en condiciones de total ausencia de libertad. Actualmente, el 42% de la población mundial vive bajo regímenes parcialmente autoritarios. Sobre México señala los graves déficits en el Estado de Derecho que limitan el pleno disfrute ciudadano de los derechos políticos y las libertades civiles.
Los sistemas en vías de democratización, asisten al crecimiento de las concepciones autoritarias dentro de sus propios confines y sin conciencia de los riesgos que implican. La personalización del poder como política de Estado es la expresión más inmediata de la mística del autoritarismo. Encarna el principio de que los líderes no se equivocan y que el partido siempre tiene la razón. Las derivas populistas son una respuesta a la debilidad de la democracia y a la prevalencia de los intereses de la clase política sobre las necesidades de los ciudadanos.
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