Opinión

El problema es la plagiaria, no la UNAM

Son inútiles las exhortaciones a la dignidad y la probidad que se le formulan a la señora Yasmín Esquivel Mossa. La todavía ministra de la Suprema Corte ha dejado claro que no la distinguen esos principios. No solamente se robó la tesis de otro, cuando era joven. 35 años después, cuando fue señalada por ese plagio, urdió una trama judicial y política que involucró a la Fiscalía de la CdMx. Su presencia deshonra a la Corte y pone en cuestión las resoluciones que ha impulsado o aprobado. El problema en este oprobioso asunto no son las decisiones de la UNAM sino la desvergüenza de Esquivel Mossa, su tráfico de influencias y el respaldo que le otorga el gobierno.

Esquivel dijo el 30 de diciembre, nueve días después de que se conoció que plagió la tesis: “Confío en mi Alma Máter [sic], en la valoración de las pruebas que el Comité realiza, y estaré atenta a su determinación”. Al día siguiente el Rector de la UNAM informó que era evidente la existencia de un plagio a la tesis original, sustentada en 1986 (Esquivel presentó la suya al año siguiente). El 11 de enero el Comité de Integridad de la FES Aragón declaró que la tesis de Esquivel “es copia sustancial” de la otra. El 18 de enero la UNAM despidió a la profesora Martha Rodríguez, asesora de las tesis involucradas en el plagio.

El viernes 20 de enero el Rector Enrique Graue se refirió a Esquivel y a su plagio con una contundencia que tendría que sonrojar al más cínico. Esquivel Mossa perpetró una “falta de integridad académica” que “no sólo es inadmisible, sino que ha lastimado severamente a la UNAM”, dijo el Rector. Lo que hizo Esquivel “es una conducta reprobable, una usurpación de ideas y talentos. Es un acto que pone en entredicho la ética y la moral de quien lo comete”. Así describió el Dr. Enrique Graue el comportamiento de Esquivel. Ella es la destinataria de tales palabras pero también aquellos que, como el presidente López Obrador, la han defendido.

En vez de admitir su falta, la ministra se empecina en negarla para conservar el privilegiado cargo que ocupa. El gobierno la disculpa porque ella respalda el interés del oficialismo en la Corte.

Esquivel representa el arribismo caradura que tanto molesta a muchos mexicanos. Por eso ha suscitado una indignación tan amplia. Una gran cantidad de voces exige su renuncia a la Corte y considera, además, que la UNAM debe sancionarla y no sólo señalar el fraude que cometió. El Rector Graue explica que su administración no actuará “en forma apresurada e irresponsable en respuesta a presiones externas para hacer juicios sumarios”.

Esa reivindicación del debido proceso contrasta con el desprecio por la legalidad que distingue al presidente de la República. La UNAM no debe precipitarse, pero tampoco dejar el asunto como se encuentra ahora. Sobre el rumbo que esa institución puede seguir hay dos interpretaciones. El Abogado General de la UNAM considera que en la legislación universitaria no hay margen para invalidar la tesis y, por lo tanto, el titulo de licenciatura de Esquivel. Esa lectura de las normas universitarias es entendible, pero discutible. El Consejo Universitario tiene toda la capacidad jurídica para tomar una decisión en este asunto. Lo mismo, el Tribunal Universitario. No existe una disposición que condene, letra por letra, el plagio de tesis, pero el Estatuto General de la UNAM sanciona el fraude en los exámenes (la tesis fue presentada en un examen) y la falsificación de documentos.

La Universidad tiene elementos para ir más allá de la sanción declarativa. En todo caso, aunque tenga consecuencias jurídicas, su decisión sería eminentemente académica: el plagio es una inaceptable transgresión a las normas y prácticas universitarias; la Universidad tiene derecho a declarar que una tesis plagiada no es válida como trabajo recepcional y, por lo tanto, el título expedido a consecuencia de ella dejaría de estar reconocido por esa institución.

La irritación que ocasionan el plagio y la impudicia de Esquivel acrecienta el interés para que sea sancionada. Esa exigencia se entremezcla con el recelo de algunos en contra de la universidad pública y especialmente la UNAM. El martes pasado, Francisco Báez Rodríguez comentó en estas páginas las actitudes de quienes aprovechan este escándalo para lesionar a la Universidad. En ese asedio coinciden tanto el populismo morenista que quiere controlar a la UNAM, como la derecha antiobradorista que desconfía de la educación pública.

La UNAM es víctima y no causante del plagio cometido por una alumna tramposa. Cada vez menos estudiantes eligen hacer tesis y examen como opción de titulación pero, aún así, cada año se presentan en la UNAM varios miles de tesis (entre aproximadamente 7 y 8 mil antes de la pandemia, 3745 en 2021). Es muy difícil que entre ellas hubiera un plagio tan ostensible como el de Esquivel, que calcó frase por frase de otra tesis.

La Universidad ha anunciado que, desde ahora, las tesis serán sometidas a revisión con software especializado para detectar plagios. Es una medida adecuada, pero la mejor manera de evitar ese fraude son el ejemplo y las sanciones. Por eso la respuesta final al plagio de Esquivel, independientemente de cuánto demoren los procedimientos universitarios, es tan importante.

En su autoridad moral, la UNAM tiene y seguirá teniendo una de sus mayores fortalezas. El señalamiento del plagio cometido por la hoy ministra, la descalificación de la trampa y el compromiso para evitarla, forman parte de las acciones de la Universidad Nacional ante los dilemas creados por una ex alumna deshonesta que hoy desempeña un cargo para el que no está calificada.

ALACENA: Inquisición en Chihuahua

Durante varias semanas la librería Sandor Marai, en la capital de Chihuahua, funcionó sin problemas. Pero horas antes de su formal inauguración, la autoridad municipal la clausuró. Se trata de una tosca represalia del gobierno de Maru Campos contra el ex gobernador Javier Corral, propietario de la librería.

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