Opinión

La próxima batalla por la educación

La administración del presidente López Obrador renunció a construir un proyecto educativo que lograra lo que nunca se ha conseguido: la cobertura universal de servicios gratuitos y de calidad; con pedagogías apropiadas para los retos del siglo XXI, pero al mismo tiempo con mapas curriculares renovados para que la población nacional pueda afrontar la complejidad que caracteriza a nuestras sociedades del siglo XXI.

Al contrario de un escenario así, tenemos indicadores que resultan dramáticos, pues expresan una realidad deplorable. En primer lugar, están los resultados de la Prueba PISA, los cuales muestran que no sólo no hubo avances, sino que se dieron retrocesos que, dicho de manera resumida, implican pérdidas de aprendizajes y de capacidades de aprendizaje que en millones de casos serán irreversibles o irreparables.

En efecto, lo que ocurrió en México es que las nuevas generaciones están adquiriendo menos capacidades de aprendizaje en matemáticas, ciencias y lenguaje. Es decir, lo mínimo para desarrollar procesos de abstracción y pensamiento crítico; posibilidades de reflexión y disfrute de la lectura y de otros procesos cognitivos y de apreciación estética, por citar sólo algunos ejemplos de la relevancia y magnitud de esa pérdida.

La posición del actual gobierno es la misma de siempre: esas pruebas, a decir del Ejecutivo, son neoliberales, son “pruebas estandarizadas” y que representan lo peor del individualismo. Pura ideología que niega lo evidente: el sistema educativo nacional no ha sido reformado estructuralmente para la adecuada transmisión y enseñanza de esas habilidades que son indispensables para lo más elemental en la vida.

El segundo indicador de enorme gravedad es que este es un sexenio perdido en materia de reducción del rezago educativo. Los datos del INEA indican que, al rimo que vamos tardaríamos, en el mejor de los escenarios, 100 años en abatir ese rezago; en el peor, hasta 230 años.

El tercer indicador que tenemos para dimensionar la tragedia educativa es que por primera vez en décadas, México tuvo reducciones de cobertura educativa; es decir, lejos de avanzar hacia la inclusión de todas las niñas, niños y adolescentes a las escuelas, lo que ocurrió es que hubo millones que no concluyeron sus ciclos escolares o que definitivamente abandonaron sus estudios.

Las reducciones de matrícula se asociaron, sí a los efectos de la crisis sanitaria de la pandemia de la COVID19, pero también a una deficiente planeación educativa y a una falla estructural del sistema para garantizar un adecuado regreso a las aulas, lo que, asociado a la crisis económica, llevó a lo que ya algunos expertos llaman una “privatización silenciosa” de la educación, pues el desplazamiento que se ha dado de escuelas públicas a privadas, en todos los niveles educativos, es de una magnitud muy considerable.

En las campañas políticas que están por comenzar, las candidatas punteras deberán presentar sus propuestas de gobierno; entre las cuales, la relativa a la educación es fundamental para darnos una idea de cuál es su visión del país, y su comprensión de la cuestión social en México. En ese sentido, llegue quien llegue a la presidencia de la República, deberá dar una nueva batalla, que ojalá esta vez sí avance a ser relativamente definitiva, en el sentido de generar una nueva política de Estado en la materia.

Quizá el mayor dilema lo enfrentará Claudia Sheinbaum, quien estará en la disyuntiva de ofrecer continuidad o una nueva visión. Si es lo primero, lo que estaría diciéndonos es que avanzaremos aún más hacia la destrucción del sistema educativo nacional y su impertinencia para enfrentar los retos nacionales. Si, por el contrario, su mensaje es de cambio de lo que se hizo, tendrá que enfrentar a las huestes más radicales de su partido, las cuales están convencidas de que las pésimas decisiones que se tomaron en esta administración eran las apropiadas.

Por su parte Xóchitl Gálvez deberá desarrollar mucho más la idea base que ha propuesto de regresar al modelo de Escuelas de Tiempo Completo; porque aunque es una ruta correcta, lo que no ha desarrollado apropiadamente es el esquema de cobertura universal que debería tener ese modelo, en el marco de un urgente y necesario sistema nacional de cuidados.

Por supuesto que las escuelas de tiempo completo son necesarias; pero lo que faltaría aún es el desarrollo del modelo pedagógico y el diseño curricular, a fin de que, desde el preescolar hasta la educación superior, pueda construirse una nueva dinámica de enseñanza que permita el desarrollo de una conciencia crítica sobre el mundo.

México requiere, con urgencia, un sistema educativo capaz de construir una nueva conciencia de alcances civilizatorios, para una nueva relación convivencial con el medio ambiente; para cimentar una nueva ética de consumo no sólo de mayor racionalidad, sino, sobre todo, de una nueva ética de responsabilidad intergeneracional.

Nos urge un sistema educativo nacional capaz de construir una ciudadanía siempre crítica y jamás conformista con el poder; contestataria por definición; y dispuesta a la escucha y el diálogo por convicción responsable con las y los otros; una nueva sociedad para la diversidad, la pluralidad y la amistad; base de la buena ciudadanía y de la responsabilidad afectiva que necesitamos para recobrar la paz.

Una educación que pueda recuperar el proyecto de una sociedad educada, libre y solidaria, pero sobre todo fraterna; hospitalaria y dirigida a la búsqueda generalizada de condiciones para una vida digna justa, protegida por un sólido Estado social de derecho. Eso no es mucho pedir, se trataría únicamente de cumplir y hacer cumplir lo que dice la Constitución.

Investigador del PUED-UNAM

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