Opinión

Recobrar la razón

Después del auge de las civilizaciones de Creta y Micenas, en la historia de Grecia existió un periodo que se conoce como Edad Oscura. Sucedió entre el fin de la Edad de Bronce y la aparición de la Edad de Hierro, entre los años 1200 y el 750 a.C. En ese periodo que va del colapso de la cultura micénica y el surgimiento de la helénica transcurrieron alrededor de 450 años, en los que los avances civilizatorios alcanzados colapsaron de manera catastrófica. Se perdió el alfabeto y la escritura conocida como “Lineal B”. El analfabetismo no cedió hasta que los griegos adoptaron y adaptaron a su lengua el alfabeto fenicio, esto ocurrió a mediados del siglo VIII a.C. La población disminuyó considerablemente, llegó a su nivel más bajo en mil años. Se perdió gran parte del conocimiento técnico como la albañilería, la fabricación de cerámica y textiles, la habilidad para producir fuego artificialmente, se derrumbaron las comunicaciones con el exterior y se registró la destrucción de los palacios y otras edificaciones de su principal asentamiento: la Argólida. (Arnold Toynbee. Los griegos: Herencias y raíces).

Se ha especulado mucho sobre las causas de este derrumbe. Se dice que pudo haber sido el resultado de catástrofes naturales (prolongada sequía, terremotos, la erupción del volcán de la isla de Thera) o de la barbarie practicada por violentos invasores. En esos años los que incursionaban en la región eran oleadas de tribus dorias. Toynbee señala que no hay suficientes pruebas arqueológicas ni documentales para sostener estas hipótesis. Descarta definitivamente las explicaciones que atribuyen la caída de Micenas a la supuesta fiereza de los invasores. Las escasas pruebas arqueológicas existentes refutan totalmente la explicación del impacto destructivo causado por la inmigración. El autor se inclina a suponer que la ruina de esa civilización fue propiciada fundamentalmente por el propio establishment micénico. Sus guerras fratricidas y las extenuantes expediciones de conquista, agotaron sus fuerzas. Sus dirigentes políticos carecían de inteligencia estratégica y su sistema de administración debió haber sido incapaz de gestionar sus desafíos.

El resurgimiento y la continuidad de la civilización griega coincidió en el tiempo (siglo VIII a.C.) con la aparición de los poemas homéricos: La Ilíada y La Odisea. Las obras de Homero tratan de eventos supuestamente acontecidos con anterioridad a la Edad Oscura y que sobrevivieron gracias a su transmisión a través de la tradición oral. La maestría en el manejo de los elementos de la narración poética, muestran que los griegos habían salido de la ignorancia y las limitaciones post micénicas. Iniciaron su nueva etapa en otro nivel cultural. Lo mismo se puede decir de las dos obras de Hesíodo aparecidas un siglo después: La Teogonía y Los trabajos y los días. Tanto Homero como Hesíodo hicieron un gran esfuerzo por darle coherencia a los relatos pertenecientes a la cultura de sus ancestros. La Teogonía es un esfuerzo -el primero- por sistematizar el vasto cuerpo mitológico de la Grecia prehelénica, establecer un orden genealógico de las deidades, de los héroes y su relación con los seres humanos. En Los Trabajos y los días, Hesíodo introduce la idea de que la historia de la humanidad ha transcurrido en etapas, lineales y degradantes: desde la edad de oro hasta la edad de hierro, en la que supuestamente él habitaba.

Sin embargo, la etapa revolucionaria en el pensamiento griego y que ha tenido un impacto en la civilización hasta nuestros días, ocurrió en el siglo VI con la aparición de la filosofía jónica. Los filósofos intentaron explicar el mundo ya no desde la óptica mitológica, sino querían encontrar las causas intrínsecas en la propia naturaleza. Es un punto de inflexión en la historia, en dónde el pensamiento mítico empieza a ceder el paso al pensamiento racional. Los dioses o demiurgos dejan de ser protagónicos como creadores de todo. “El nacimiento de la filosofía consistió en el abandono, en el plano del pensamiento consciente, de las soluciones míticas a los problemas relativos al origen y la naturaleza del universo y los procesos que se producen en él. La fe religiosa se ve sustituida por la fe, según la cual el mundo visible oculta un orden racional e inteligible”. (G.S. Kirk). Este cambio de perspectiva estuvo en la base del esplendor de la cultura griega clásica; de su filosofía, la literatura, las artes y la política.

De esa época a la fecha las sociedades han atravesado por periodos alternos de predominio del oscurantismo y resurgimiento de la racionalidad. Las etapas luminosas se han caracterizado, en general, por la recuperación de los aspectos más destacados de la civilización griega. Se han reeditado y vuelto a leer a los clásicos, pero, sobre todo, se han caracterizado por la inclinación de encontrar las respuestas a los problemas comunes en la razón y la ciencia, dando la espalda a la superstición, el pensamiento religioso y mitológico. La Ilustración europea del siglo XVIII d.C. fue uno de esos grandes movimientos históricos para recobrar el camino del progreso humano mediante la razón. Sin embargo, como señala Steven Pinker, los ideales de la Ilustración han estado siempre en pugna con otras facetas de la propia naturaleza humana, como: “la lealtad a la tribu, la deferencia hacia la autoridad, el pensamiento mágico o la culpabilización a los malhechores por los infortunios”. En los últimos años, señala Pinker, hemos visto el surgimiento de líderes fuertes que explotan esas otras facetas anti ilustradas de las personas y prometen llevarlas a una edad de oro que sólo existe en su imaginación mítica, alentando guerrillas culturales artificiales y destruyendo instituciones. La gran base social que los respalda tiene el potencial de producir un derrumbe catastrófico de la convivencia civilizada y anular muchos de los avances inspirados en la Ilustración, “tales como la democracia liberal y las organizaciones de cooperación internacional, alentando así alternativas atávicas”.

En el fondo de los conflictos políticos e ideológicos actuales se puede ver una disputa de fondo, que ha estado presente a lo largo de la historia de la civilización. Se trata de la tensión entre el oscurantismo y el pensamiento racional. ¿Estamos a tiempo de recobrar la razón o inevitablemente nos seguiremos deslizando por el tobogán de la irracionalidad?

Copyright © 2023 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México