Opinión

Un recuerdo de Fidel y Clark Flores

El profesor jubilado de la Universidad de Stanford, Paul R. Ehrlich, en una foto de 2009.
El profesor jubilado de la Universidad de Stanford, Paul R. Ehrlich, en una foto de 2009. El profesor jubilado de la Universidad de Stanford, Paul R. Ehrlich, en una foto de 2009. (La Crónica de Hoy)

La muerte del comandante Fidel Castro ha llenado los espacios informativos durante toda la semana, se le ha señalado como héroe y como dictador. Se le reconoce su valentía de enfrentarse a los Estados Unidos y su poder imperialista, se le crítica su autoritarismo antidemocrático. Sin embargo, debo reconocer que los que entonces, si bien jóvenes, vivimos los acontecimientos de la Revolución Cubana, admiramos a Fidel por su inteligencia y liderazgo que contagió a muchos jóvenes de mi tiempo que coincidían en los afanes anti-imperialistas con los que la Revolución Cubana triunfó. Fidel así, dejó un legado histórico difícil de olvidar salpicado de discursos y acciones que lo consolidaron como un verdadero héroe en la época de los años sesenta.

En general no presentaba problemas notorios, sólo uno de tipo político y que se convirtió en una dificultad mayúscula, ya que el Gobierno de los Estados Unidos, se negaba a otorgar las visas para los atletas y deportistas cubanos que participarían en este evento, argumentando “razones de seguridad”, ya que en Puerto Rico se había exiliado un número importante de cubanos antirrevolucionarios. Puerto Rico, a pesar de que era reconocido como “Estado Libre Asociado”, no contaba con la facultad de otorgar visas a los extranjeros, esta función la desarrollaba el Departamento de Estado del Gobierno Norteamericano.

La mayoría de los representantes de países participantes estaban de acuerdo en que no asistiera Cuba, salvo el representante del COI y de la Odecabe, el mexicano José de Jesús Clark Flores, quien incluso argumentó públicamente que aceptar la no participación de Cuba por un asunto político era violar el estatuto olímpico y su objetivo de promover la de paz y amistad entre las naciones a través del deporte.

El viaje duró muchas horas en altamar, los atletas entrenaban en la cubierta de la embarcación, aviones y barcos de los Estados Unidos intimidaban a los cubanos antes de llegar a su destino, se dijo entonces, que un avión de la guardia costera norteamericana en un vuelo rasante sobre el barco cubano arrojó una nota que decía “Prohibida su entrada en aguas territoriales de Estados Unidos y dentro de San Juan de Puerto Rico”. Mientras tanto el general Clark Flores aguardaba con los permisos especiales de la delegación cubana en San Juan de Puerto Rico, planeando cuál sería la mejor manera de desembarcar a los cubanos, sin que el barco “Cerro Pelado” se expusiera.

Los cubanos desembarcaron y con cierta premura llegaron al estadio Hiram Bithorn, sede del acto inaugural, desfilaron y fueron muy aplaudidos por el pueblo boricua. Un grupo de simpatizantes de los cubanos, incluso, coreaba ¡Cuba! ¡Cuba! ¡Cuba! La prensa internacional, ante el incidente, brindó gran cobertura a la llegada, al desarrollo de los juegos, en especial a la participación cubana, que siendo exitosa representaba una difusión de las virtudes de la Revolución Cubana y de su conducción, transmitiendo en vivo por la radio el desembarco, como una gran aventura.

Durante la travesía de regreso del “Cerro Pelado” a Cuba fue abordado en alta mar de manera sorpresiva por Fidel Castro, quien convivió por largo rato con los deportistas, acompañándolos hasta una nutrida y entusiasta recepción en el Puerto de Santiago de Cuba la cual duró hasta el día siguiente.

Por su parte Fidel Castro logró una gran difusión y simpatía de los jóvenes por esta aventura, que hasta la fecha se conmemora en la Isla caribeña.

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