Opinión

Redes sociales de protección para desaparición y ausencia de personas

Recientemente, la Comisión Nacional de Búsqueda de la Secretaría de Gobernación dio a conocer que actualmente en México existen más de 100,000 personas desaparecidas y no localizadas, esto desde que comenzó el conteo en marzo de 1964. Por otro lado, al cierre de esta edición, se habían contabilizado 148,345 personas localizadas, de las cuales el 93% han sido encontradas con vida, de este universo no todas ellas corresponden a casos de desaparición forzada.

Esto quiere decir que el fenómeno de las desapariciones en México no es homogéneo y es un tema que merece ser tratado desde diferentes perspectivas, pues podemos darnos cuenta que la gran mayoría de las desapariciones ocurren por ausencias voluntarias.

No hay que olvidar que si bien, las desapariciones forzadas son causadas por móviles criminales, también las desapariciones o ausencias voluntarias pueden ocurrir por motivos de esta índole. Los delitos que se castigan por ley y que corresponden a actos violentos y agresiones en contra de las personas –sobre todo de niñas, niños y adolescentes– también se dan en el seno familiar o en la escuela. Orillando a las víctimas a huir en busca de mejores condiciones, sin necesariamente tener un espacio formal de protección y resguardo.

Una de las fundamentales razones por las que las personas se ven orilladas a tomar la decisión de alejarse de casa tiene que ver porque, en esencia, han perdido la seguridad que un hogar debería proporcionarles.

Por ello, el fenómeno de las desapariciones merece ser analizado desde un enfoque de prevención, con el tema educativo como cabeza en el tratamiento del problema. Pero un tema educativo no únicamente en términos escolares o académicos, sino en términos reflexivos.

Esto es, replantearnos cómo proveer los mejores sistemas de protección para las niñas, niños y adolescentes. ¿Cómo intervenir cuando alguien está siendo agraviado o victimizado en el hogar o en la escuela? ¿Cómo evitar que la única opción de estas personas sea la huida de su hogar o, en el peor de los casos, el posible suicidio?

Así, surge la necesidad de crear redes de apoyo y protección, proveídas ya sea por el seno familiar, la consanguinidad con otros miembros, la escuela o uno de los círculos más cercanos a la niña, al niño o al adolescente que sean capaces de garantizarle la mínima seguridad. Es la búsqueda de una deseable alternativa que vele por el interior superior de la niñez.

Ya hemos comprendido que la escuela es uno de los pilares más importantes en la vida de una niña, niño o adolescente, ya que en ella se les ayuda a descubrir y desarrollar sus habilidades cognitivas que les permitirán desenvolverse en sociedad y, en su caso, ejercer una profesión u oficio. Además, también les ayuda a crear lazos de amistad con sus compañeros y compañeras, los cuales engloban valores como la empatía, la solidaridad y el cariño, que les serán de provecho para su vida adulta, incluso cuando deseen formar una familia.

Debemos de ver a los niños, niñas y adolescentes como personas autónomas, que pueden ser independientes en la cotidianidad y visibilicen sus intereses y gustos. Solo así podrán logran un desarrollo pleno sin represiones y complejos.

Sin embargo, es de suma importancia acompañarles en el camino, enseñarles los beneficios de la responsabilidad y la solidaridad, crear redes de apoyo donde se tomen en cuenta sus opiniones y se sientan seguros y seguras; darles las herramientas necesarias para que solos y solas descubran sus aptitudes y las exploten en su modelo de vida.

No obstante, cuando esto no sea posible, la comunidad también debe intervenir para asegurar su resguardo. Debemos hacerles conscientes del mundo que nos rodea, de los peligros y riesgos que conlleva el vivir en sociedad. Es ahí en donde entran estas redes de apoyo y protección.

Estos espacios de salvaguarda no son posibles de crearse de manera aislada, sino que surgen como parte de un consenso y una construcción comunitaria. Las redes de apoyo son la mejor alternativa para la reconstrucción del tejido social; son un ejemplo de desarrollo, solidaridad y humanismo.

La forma en la que se crean estas redes es mediante el involucramiento de todas y todos los interesados: desde los gobiernos, la academia o las asociaciones civiles. La cimentación de la solidaridad común se dará a partir de la creación de conciencia y del compromiso activo, lo que implicará habernos percatado de que la crueldad, los atropellos y la violencia pueden ocurrir dentro y fuera del hogar. De esta forma nos habremos dado cuenta de que la posibilidad de que las personas puedan desarrollarse lejos de su entorno victimizante y convivir en un entorno que les brinde una mínima protección, también es una forma de pacificar la sociedad y construir nuevas bases de nuestras relaciones entre grupos de edad y sectores sociales.

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