Los procesos de refinación de petróleo; es decir, la transformación del crudo en combustibles ligeros como la gasolina, la turbosina o el Diesel, es muy compleja.
Requiere tecnología, instalaciones de alta ingeniería, mucho dinero y un enorme conjunto de requisitos ambientales, pero en México se ha encontrado la piedra filosofal negada a los alquimistas de antaño: refinar el petróleo pesado y azufroso, con discursos ligeros y sin. Azufre. Más bien con lavanda.
Convertir el plomo de la realidad, en el oro de la oratoria.
México tiene un sistema de refinerías con seis grandes instalaciones –aquí y en Texas--, cuya condición actual es deficitaria. Operaba en 1981, en conjunto, al 30 por ciento, en algunos casos y después de invertir 36 mil millones de pesos, aproximadamente, todavía no alcanza su grado óptimo de producción.
En los mejores casos, rinden a un 70 por ciento. Y ni aun así satisfacen un mercado cuyo complemento indispensable llega del exterior con más de 400 mil barriles diarios de gasolina, los cuales no podrán ser sustituidos por la refinería de Dos Bocas, cuya posible producción (cuando produzca algo más allá de las palabras), será de entre 250 y 300 mil barriles por día.
Pero todo se basa en la reafirmación de un discurso epopéyico: la soberanía, el olvido de la dependencia. Pero eso es imposible.
Sin la ingeniería extranjera no se podrían construir instalaciones “soberanas”. Vea usted estas palabras de Rocío Nahle la secretaria de Energía encargada (exitosamente) del proyecto “Olmeca”:
“… salimos a licitar en todo el mundo los 215 equipos críticos, seleccionando los mejores talleres especializados, mejores tiempos y el mejor precio. Así, países como India, Corea, Italia, Turquía, China, Rumania e Indonesia empezaron a fabricar equipos críticos…”
O esta anuncio del Director General de la CFE en la misma ceremonia de inauguración parcial:
“…Alianza estratégica CFE-TC (Energía TransCanadá) para la seguridad energética del sureste. La empresa TransCanadá o TC Energía, una empresa de origen canadiense y que ha estado en constante contacto con México y sus intereses (de México o de ella).
“El monto de inversión será cinco mil millones de dólares, generará 900 empleos directos y 450 empleos directos.
“CFE tendrá una participación accionaria del 15 por ciento en toda la sociedad y a partir del 2026 irá aumentando su participación en el nuevo ducto de extensión del marino hasta ser propietario del 49 por ciento…”
Dicho de otra manera: sin los extranjeros no podemos hacer las cosas. Y eso sucede en todas partes del mundo.
Si no fuera así no existiría el Comercio Exterior,el cual no es asunto de ideología sino de economía. El planeta vive de comprar y vender. Es natural, y esa obsesión demagógica y entrópica además de desfasada es inviable, pero electoral y patrioticamente, rentable. Muy rentable.
El anhelo presidencial de lograr la autosuficiencia energética para este país es relativamente posible. Incluso cuando se quieran cambiar las turbinas para generar energía hidroeléctrica (cuando este deje de ser un país sin agua), los equipos se comprarán en otra parte. Aquí no diseñamos ni la turbina de enfriamiento de un VW de la segunda guerra.
Y cuando se opte por energías limpias, compraremos equipo para energía limpia.
La lógica, esa compañera incómoda de la realidad habría aconsejado otras cosas.
Una, modernizar y optimizar el funcionamiento de todas las refinerías existentes. Hoy van a convivir la adquirida en Estados Unidos; la nueva de Tabasco y las carcachas de Veracruz, Guajuato, Oaxaca y Nuevo León. Y mientras tanto seguiremos importando y subsidiando el consumo de la gasolina extranjera, porque otro dogma oratorio prometió acabar con los gasolinazos.
Hoy el gobierno paga más por todo. Si bien gana con la venta de crudo, pierde con la compra de combustibles. Y así hasta la eternidad. Costal sin fondo.
NAHLE.
Indudablemente la más eficiente de las mujeres de la 4-T.
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