Posiblemente, mañana mismo el respetado político mexicano Francisco Labastida publique una carta abierta con la cual da por concluida su militancia priista de 60 años (1964).
Las actuales circunstancias de transgresión estatutaria y reelección de Alejandro Moreno --así las haya avalado el tribunal--le impiden avalar esos hechos ilegales.
Pero casi al mismo tiempo, Labastida entrega un libro sobre su trayectoria pública y su vida. Una autobiografía política: “La duda sistemática”. (Grijalbo ISBN 978-607-384-872-5) en la cual presenta --según la afectuosa dedicatoria del ejemplar en mis manos--, su “última contribución a la vida pública del país”.
Obviamente, el recuento biográfico contiene en buena parte de sus páginas la revisión de la campaña y la posterior elección presidencial del año 2000. La derrota, pues. Y ese episodio se enlaza con una reflexión dominante a lo largo del texto: el problema central de la vida mexicana es la potencia desmesurada del presidencialismo.
“…el principal obstáculo para que el país y los mexicanos estemos mejor siempre han sido los malos presidentes y el gran poder que tienen; esto ha conducido al gobierno de un solo hombre. Si el país quiere progresar, hay que acotar las facultades presidenciales. México ha tenido gobiernos buenos (pocos), regulares, malos y pésimos.
“Estoy convencido que, durante los últimos 50 años, dentro de la cuarta categoría, los peores presidentes han sido cuatro: Luis Echeverría, José López Portillo, Enrique Peña Nieto y el más desastroso de todos: Andrés Manuel López Obrador.”
Evidentemente, esta última afirmación podría ser refutada a la luz de la enorme popularidad de L.O. durante todo el sexenio y hasta el día de hoy.
A este respecto dice FLO:
“…nosotros nunca recurrimos a la política asistencialista, que no es ética ni funcional. Regalar degrada…”
En todo este recuento, con las limitaciones de impecables 280 páginas de fácil lectura--, no se advierten rasgos de amargura o venganza. En algunos casos desinterés por algunas personas distantes, como Ernesto Zedillo a quien jamás llama traidor, como otros.
“…cuando el gobierno de Estados Unidos le hizo a México el préstamo de 40 mil millones de dólares para afrontar la crisis desatada por el “error de diciembre” --negociación que el presidente Zedillo gestionó personalmente--, se le demandó el compromiso de gestionar la transición democrática y que, para ello, el PRI dejara de gobernar (la ciudadanía así lo quería) y él entregara el poder a la oposición.
“La verdad completa sólo la conoce el expresidente y, tal vez, su secretario particular, Liébano Sáenz. A ninguno de los dos los he vuelto a ver después de ese año...”
El relato del abandono es terrible de principio a fin y culmina hasta con el momento de reconocer los resultados finales.
Pero no es propósito de esta columna reproducir el libro, solamente señalar algunos puntos interesantes en una obra cuyo contenido va más allá de la memoria, pues termina con propuestas y señalamientos de acciones posibles para mejorar las circunstancias nacionales.
“…La próxima presidenta tendrá que arreglar una enorme problemática que linda con la catástrofe…”
IFIGENIA
La dolorosa imagen de doña Ifigenia Martínez durante el juramento de la presidenta Sheinbaum hace apenas seis días y la noticia de su muerte el sábado, recordaron otra imagen de una mujer --de muy avanzada edad-- en el cumplimiento de su deber hasta el último suspiro: Isabel II de Inglaterra.
Como recordamos, la reina murió el 8 de septiembre de 2022. Dos días antes, recibió a Liz Truss quien fue la última primera ministra en gobernar bajo su reinado.
Ifigenia, en una ceremonia republicana de alto significado simbólico, también cumplió hasta el final.
FARAH
Pocas veces un nombramiento concita tanta aprobación como la designación de Mauricio Farah en la Secretaría General de la Cámara de Diputados.
Farah tiene una vasta trayectoria adminstrativa y --entre otras responsabilidades bien cumplidas en el Legislativo--, un impecable paso por la desaparecida CNDH.
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