Seguramente usted tendrá que pasar el mal trago de enfrentar preguntas y críticas por los malos resultados obtenidos por nuestros educandos en la prueba PISA 2022. México nunca ha destacado en esta prueba, pero por lo menos en cada medición iba avanzando poco a poco. El caso es que hoy, el nivel educativo de nuestros niños cayó hasta donde se encontraba en 2006, pues “en Ciencia retrocedió de 419 a 410, y en Matemáticas cayó de 409 a 395. En Lectura los puntajes promedio bajaron de 420 a 415, cuando un promedio aceptable son 500 puntos” (IMCO, 5/12/2023).
A nivel global, todos los países sufrieron retrocesos como efecto de la pandemia, pero no cayeron tanto como nuestro país, el cual se ubica en el lugar 35 de los 37 miembros de la OCDE participantes en la prueba. ¿Por qué? Porque se pusieron las pilas para combatir el rezago educativo.
Pero permítame un antecedente más sobre la caída del sistema educativo nacional. Antes de la pandemia, la 4T tomó una mala decisión: desaparecer el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), organismo responsable de medir periódicamente el desempeño del sistema desde el nivel básico hasta el medio superior. A los ojos de la 4T, el INEE tenía dos pecados imperdonables: ser autónomo y hacer evaluaciones rigurosas; ni lo uno ni lo otro cuadran con el quehacer gubernamental de estos tiempos.
El INEE fue sustituido por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu), la cual fue diseñada con atribuciones mucho más limitadas. Para empezar no es autónoma y su enfoque metodológico deja mucho qué desear, a decir de expertos, pues sus pruebas se aplican de manera voluntaria, carecen de representatividad y solo son diagnósticas; es decir, no brindan directrices sobre cómo mejorar la educación.
Así estábamos cuando llegó el COVID19. Luego, cuando se reanudaron las clases presenciales, incontables voces expresaron su preocupación por el rezago educativo; en este espacio hicimos lo propio. El rezago no fue culpa de nadie; ni los maestros, ni los niños, estaban preparados para clases en línea; tampoco contaban con los materiales necesarios y muchos hogares carecían de computadoras y/o de internet. Sin embargo, sí era responsabilidad de la SEP tomar cartas en el asunto y, de hecho, apoyar al magisterio a sacar del hoyo a los alumnos.
La autoridad educativa, señora secretaria, obvió las señales de alarma; para dificultar más la situación, lanzó al “trote moche” la Nueva Escuela Mexicana sin consultar a expertos, ni capacitar maestros. Peor todavía, se editó la nueva versión de Libros de Texto Gratuito sin vincularlos a los programas de estudios.
¿Qué podía salir mal con tales decisiones? Odio decir “te lo advertí”, pero sí, se los advertimos y ahí están las consecuencias.
Respecto de la prueba PISA, el inquilino de Palacio Nacional afirmó ayer que no la toma en cuenta, “porque todos esos parámetros se crearon en la época del neoliberalismo, (…) en donde lo que querían era impulsar supuestamente la calidad de la enseñanza, la excelencia, y desaparecer la educación pública.” Otra posverdad para encubrir sus fallas. Nadie, ni en la OCDE ni en México, se planteó la desaparición de la enseñanza pública; es más, en los países miembros de la organización, la enorme mayoría de los niños asiste a escuelas públicas.
¿De dónde saca nuestro mandatario que los parámetros son “neoliberales”? Entender lo que se lee es una necesidad de todo ser humano, tanto en países comunistas, socialdemócratas, totalitarios, liberales o lo que sean. Es una capacidad, no una convicción ideológica.
El manejo de las matemáticas es fundamental para que cualquier persona pueda razonar ordenadamente y tener una mente preparada para el pensamiento, la crítica y la abstracción. Podemos hacer a un lado las matemáticas, como lo hace la Nueva Escuela Mexicana, si se quiere formar ciudadanos conformistas y condenados a repetir la pobreza intergeneracional, pero eso sí, con un ánimo muy bucólico.
Mire lo que se dice en Cuba (sí, Cuba) sobre la enseñanza de la ciencia en el nuevo milenio: “Tiene el deber ineludible de preparar al hombre para la vida y esto se logra proporcionando conocimientos, desarrollando métodos y estrategias de aprendizaje que permitan la búsqueda del conocimiento” (Arteaga et al, Revista Universidad y Sociedad, abril, 2016). Nada de esto incluye la política educativa nacional, ni la Nueva Escuela Mexicana.
Permítame decirlo con total franqueza: lo que está en juego no es el fracaso de la política educativa cuatoteísta, porque ustedes son lo de menos y ya se van. Lo que está en juego es el presente y el futuro de nuestro niños. No se vale.
Le recuerdo, doña Leticia, que tres garantías debe dar un Estado a su sociedad: seguridad, salud y educación.
No importa lo que digan las encuestas sobre la popularidad del presidente. En las tres garantías, la 4T ha fracasado.
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