México ya forma parte por derecho propio del panorama mundial… de riesgos. Así es, mis estimados electores. De acuerdo con la 19ª Edición del reporte “Los Riesgos Globales para 2024”, elaborado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés).
Mil 500 entrevistados alrededor del mundo fueron cuestionados por el WEF sobre los riesgos que veían como más probables e importantes para el corto plazo (2024) y mediano plazo (2026). Los cinco sectores cuestionados –sociedad civil, organizaciones internacionales, academia, gobierno y sector privado- coinciden en ubicar en los tres primeros lugares a los eventos climáticos catastróficos, la desinformación y la polarización social. Ninguno nos es ajeno para México.
Me referiré al segundo y al tercero por ser su relación con nuestra coyuntura electoral, esperando alertarlos para no dejarse atrapar. Aclaro: no importa si ustedes simpatizan con un partido o con otro; lo relevante es que se atengan a información veraz para tomar postura frente a los problemas del país y, eventualmente, decidir su voto.
Primero distingamos entre desinformación y falta de información; la primera se refiere a datos sobre hechos y eventos que son alterados propositivamente por razones políticas y/o económicas. Estamos hablando de la posverdad como una herramienta política para la construcción de una narrativa por parte de los gobiernos populistas, aun cuando estos no se reconozcan a sí mismos como tales (como YSQ).
La desinformación tiene la “cualidad” de tocar los botones emocionales de la gente, de tal suerte que sus mensajes suelen calar más hondo y cada vez son más aceptados por un segmento de la población. Por tanto, la desinformación tiende a discrepar de los datos presentados por medios de comunicación tradicionales; lamentablemente, es más fácil sentir que pensar, por lo que la desinformación suele ser más eficaz al tiempo que erosiona la credibilidad en los medios.
Permítanme un ejemplo. Recién iniciaban las pre-precampañas, en redes sociales se difundieron “bulos” sobre las entonces pre-candidatas; uno afirmaba que Claudia Sheinbaum había nacido en Bulgaria y otro negaba los orígenes indígenas de Xóchitl Gálvez. Ninguno era cierto, pero la intención era clara.
Asimismo, la desinformación suele conducir a la polarización social, según revela el reporte, erosionando los valores compartidos en una sociedad, lo mismo que la confianza en las instituciones. Esto nos lleva al segundo ejemplo.
El año pasado se dio desde Palacio Nacional, una campaña en contra del INE, una de las instituciones más apreciadas por los ciudadanos. La desinformación se enfocó en que los consejeros electorales ganaban más que el presidente, siendo que López Obrador unilateralmente disminuyó su sueldo y mucho después de que los consejeros habían sido elegidos por el Congreso. La crítica dejó de lado los 30 años que el INE tiene de organizar elecciones confiables y contribuyendo a la estabilidad del país.
Lo grave de tal desinformación sobre el INE es que “en los procesos electorales puede desestabilizar la legitimidad real y percibida de las autoridades elegidas, llevando a la agitación política y la violencia,” afirma el reporte. A ver si la campaña lanzada desde Palacio Nacional no se convierte en un boomerang para su candidata.
“En el largo plazo, la desinformación provoca una erosión grave en los procesos democráticos.” ¿Por qué nos debería importar tal erosión? Por la sencilla razón de que una vez instalada la desconfianza en la democracia, no hay manera de mantener una cohesión social que permita un proyecto de país donde todos quepamos.
Imaginemos que las elecciones presidenciales las gana la candidata “R”, pero como el voto que la llevó al poder está totalmente polarizado, se incrementarían las probabilidades de que su gestión gubernamental no incluya las demandas de los sectores opositores y solo respondiera a su base dura. “Cuando la ideología o la emoción suplantan los datos reales, las narrativas manipuladoras infiltran el discurso público en todos los temas, desde la educación hasta el medio ambiente,” concluyen los entrevistados.
La Historia nos ha demostrado que en una sociedad polarizada los derechos humanos, empezando por la libertad de expresión y el respeto a las minorías, declinan muy rápidamente frente a gobiernos que monopolizan “la verdad” y “el camino”. Nada más veamos a Nicaragua y Venezuela (dizque de izquierda) o a Hungría (de derecha).
En México ya tuvimos cinco años de desinformación y polarización. Pongamos un alto antes de caer en la vorágine de la inestabilidad y la ingobernabilidad; el trecho es corto.
Estamos todos avisados.
P.D. 1: Si Ulises Lara, actual encargado del despacho de la Fiscalía de la CDMX, verdaderamente estudió la carrera de Leyes, además de su flamante título, podría exhibir los comprobantes de pago de su inscripción y colegiaturas del Centro Educativo Cúspide. También podría presentar su tira de materias y las calificaciones alcanzadas cada cuatrimestre. Digo…
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