Los maestros de educación básica necesitan despertar, salir de su zona de confort, reaccionar, actuar, antes de que sea demasiado tarde.
La reforma educativa en proceso es, de hecho, una ofensiva contra ellos: contra su identidad, contra su profesión, contra su experiencia y contra su hábitos y costumbres. Enseguida expongo algunas evidencias que dan sustento a estas afirmaciones.
INSULTOS
En los documentos oficiales se insulta a los maestros afirmando que su trabajo es el origen de innumerables males sociales. El coordinador de la reforma, filólogo Marx Arriaga, irrumpió en la mañanera del 27 de abril y, desde el micrófono presidencial, ante todo el país, lanzó una batería de insultos brutales contra la educación que imparten los docentes.
La educación actual, dijo Marx, es fuente de incontables males sociales. Es una educación neoliberal, punitiva, clasista, conductista, racista, meritocrática, inhumana, patriarcal, competitiva, eurocéntrica y colonialista
OMISIONES
Ningún documento oficial sobre la reforma hace referencia a las pésimas condiciones laborales de los docentes, a sus bajos salarios, a la devaluación social que sufre su profesión, al exceso de presiones y demandas que reciben de parte de los alumnos, de parte de los padres de familia, de parte de los sindicatos y de parte de las autoridades educativas. No se menciona la carga administrativa que oprime la labor y restringe el tiempo de docencia. En el proyecto de reforma se hacen muchas promesas, pero jamás se alude a la dramática situación material que enfrenta la educación básica –situación que, como sabemos, se ha agravado en este sexenio. En ningún sitio se alude a las medidas, sobre todo financieras, que permitirían superar esta crisis.
ADULACIONES ENGAÑOSAS
En los documentos oficiales se pretende, no obstante, adular a los maestros llamándoles intelectuales, reconociendo su papel en la transformación social, y prometiéndoles que, bajo la nueva reforma, gozarán de autonomía profesional. Esta concesión es engañosa. Al maestro se le dará poder autónomo, en efecto, pero para llevar a cabo la tarea, --sumamente compleja-- de tomar los contenidos curriculares y adaptarlos a las circunstancias concretas no sólo de la escuela sino, principalmente, de las comunidades en las que están inscritas las escuelas. Además, para hacer esa adaptación, el maestro previamente debe trabajar esos contenidos a través de innumerables elaboraciones que provienen de los nuevos elementos del currículum (campos formativos, ejes articuladores, etc.). En otras palabras, la dichosa autonomía se convierte en una monserga insoportable.
LO QUE QUEDA ATRÁS
Lo que queda atrás es lo que entendíamos por educación: la educación básica ya no tiene como centro la escuela, sino la comunidad. El currículum –es decir, los contenidos—ya no se basan en las asignaturas y el conocimiento escolar sólo tiene prioridad, la enseñanza-aprendizaje se subordina a la vida cotidiana de la comunidad. Es decir, el conocimiento escolar como lo conocíamos es un conocimiento abstracto, ajeno a la realidad concreta de los alumnos, y sólo adquiere significado cuando se vincula con situaciones concretas y problemas de la comunidad: es decir, el conocimiento sólo adquiere verdadero significado en el marco concreto de la comunidad.
LO QUE SE SUPRIME
Se suprime la educación moderna. Desaparece la escuela como institución encargada de dirigir el desarrollo del ser humano desde la infancia hasta la madurez (que cristaliza con su integración a la vida moderna representada por las instituciones sociales). Se eliminan sus principios y valores. Ya no existirá la calidad educativa, ni la evaluación, ni las asignaturas, ni la jerarquía del docente. La educación ya no apunta a la perfección del sujeto ni al progreso social, La nueva educación no busca adaptar al hombre a sus circunstancias sino se le educa para cuestionar a estas circunstancias. Se parte de una visión negativa de la sociedad donde dominan las opresiones, las subordinaciones y, como contraparte, la educación que propone la SEP se dirige a emancipar a los hombres de su condición de víctimas; se propone, en consecuencia, una para la emancipación, para acabar con el neo-colonialismo, para la liberación --como decía Paulo Freire.
LA PRÁCTICA DOCENTE
La nueva práctica docente nada tiene que ver con la experiencia anterior de los maestros. El maestro será despojado de su rol jerárquico y la relación Maestro-Alumno será intercambiable (también el alumno podrá actuar como maestro). Ahora el docente debe dominar con destreza un nuevo discurso --abstracto, complejo--, que le permitirá sobrevivir y conservar su empleo. Además de su materia, el maestro debe familiarizarse con los problemas de la comunidad, hacer proyectos que integren el conocimiento escolar con los temas de la vida cotidiana de la comunidad, tomar decisiones en colectivo --junto con sus alumnos, junto a directivos, junto a sus colegas docentes y junto con trabajadores administrativos--, podrá planear su intervención cumpliendo una serie de principios y condiciones, identificar discriminaciones, subordinaciones, promover acciones colectivas para transformar esa realidad, pero sin perder de vista los famosos ejes articuladores. Etc.
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