En su cuarta semana de recorridos por el país, el miércoles pasado la doctora Claudia Sheinbaum pasó por tres ciudades tabasqueñas. Manifestó estar muy emocionada por las muestras de afecto de los asistentes al mitin –perdón, asamblea informativa- y, también por estar en lo que ella llama “el lugar del inicio”. Así se refirió a Macuspana, lugar de nacimiento de López Obrador; como si fuera tierra sagrada.
Durante la gira se dio tiempo para visitar la estación de televisión de Tabasco, a fin de ser entrevistada por Hugo Triano y pues ahí como que ahí ya no se acomodó. Un clip de la entrevista vuela por las redes sociales, empezando con Triana diciendo a Sheinbaum que “parece poco creíble el discurso de las corcholatas, de que nadie sabe quién los puso”, refiriéndose a los espectaculares que inundan las principales ciudades del país. Un par de veces, doña Claudia trata de evadirse con respondiendo vagamente que los pusieron “los compañeros que nos apoyan y ya les pedí que los bajaran.”
Siempre en tono mesurado, Triana plantea que “tuvo que intervenir el presidente para que (las corcholatas) reaccionaran”, rematando: “¿Esto confirma que quien lleva la conducción del proceso es el presidente?” La doctora se enreda con las respuestas y concluye: “Reconocemos la opinión (del presidente sobre los espectaculares) y tomamos nuestras decisiones. No sé por qué tanta violencia en la entrevista.”
No sé si doña Claudia tiene la piel muy delgada o le falta temple. Si se siente “violentada” cuando le inquieren sobre un tema que está en boca de todos por su franca notoriedad e ilegalidad desde hace meses, me pregunto cómo reaccionará cuando le pregunten por el fracaso de las políticas públicas en salud, seguridad y educación, o por la opacidad del gasto, o por el derroche en obras faraónicas… ¿Acaso espera que no se aborden esos temas?
El mismo periodista, con el mismo tono y estilo, entrevistó a Xóchitl Gávez en otro momento. Triano hizo suyo el cuestionado origen indígena de la aspirante de la oposición, parodiado con rudeza por el caricaturista El Fisgón. Sin despeinarse y con la sonrisa que le caracteriza, Gálvez revira “¿Qué (El Fisgón) tiene tiene un ‘indiómetro’? ¿Él va a decidir dónde nací? Yo vengo de un papá indígena y una mamá mestiza. Yo decidí reivindicar mis raíces indígenas.”
Me pregunto qué haría Sheinbaum si tuviera frente a sí al presidente criticándola a diario. ¿Aguantaría?
Por el contrario, a cada puya salida de la boca de don Andrés, Xóchitl responde con un razonamiento inteligente y a veces hasta divertido, refuncionalizando el ataque.
El último dardo lanzado contra Gálvez, es el referido a los contratos ganados por sus empresas y dudo que prospere más allá de los oídos de pejelovers. En dos décadas y media, los contratos a High Tech y Omei suman 23 millones de pesos, incluidos los firmados con la 4T; ninguno otorgado por alguna dependencia en la cual doña Xóchitl laborara (Reforma, 13/07/2023). Curioso dardo, cuando la actual administración ha otorgado por adjudicación directa el 75 por ciento de los contratos, los cuales suman miles y miles de millones de pesos.
No obstante, bien haría el equipo de Gálvez en no engolosinarse. Su último video, “Imagina”, me parece riesgoso. Nadie pone en duda que la narrativa diaria del presidente es de odio y polarización, pero las imágenes que ilustran esa idea son innecesarias para establecer el contraste entre la oferta de unidad y concordia de Xóchitl, frente a la confrontación cuatroteísta.
Una reflexión final sobre la doctora Claudia Sheinbaum. Si no desea que se le tome como una copia de don Andrés, no debiera seguir su escuela del conflicto y la víctima; esa la patentó el presidente y no le queda a ningún otro político. Que no espere doña Claudia medios de comunicación a modo, como tampoco se haga la víctima cuando la cuestionan sobre algún tema de interés para la sociedad.
Eso solo la empequeñecerá.
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