Opinión

Sheinbaum, Trevilla, García Harfuch

La presidenta electa reveló que un objetivo central en materia de seguridad durante su administración será disminuir los homicidios. El sexenio que está por terminar dejará una cifra estratosférica, inadmisible, de casi 200 mil asesinatos. El inicio del sexenio es una oportunidad para cambiar lo que no funciona e intensificar lo que se está haciendo bien. Nadie debe esperar un cambio radical. Personajes como la doctora Sheinbaum, el general Trevilla y Omar García Harfuch tuvieron en el sexenio que concluye responsabilidades del más alto nivel.

Los tres, por su desempeño, suben un escalón y asumen una responsabilidad directa a nivel nacional. La doctora Sheinbaum y Omar hicieron una buena mancuerna en la CDMX. Claro que las condiciones imperantes en la ciudad no se replican en el país, pero sí hay aspectos que pueden usarse como el uso intensivo de inteligencia y tecnología, la capacidad de investigación, más la voluntad política de ir en serio tras los generadores de violencia y sus socios de cuello blanco.

El general Trevilla es el servidor público mejor informado en materia de seguridad en el país, conoce fortalezas y debilidades de los grupos criminales y cuál es la mejor forma de anularlos sin necesidad de desatar una tormenta de fuego sobre las localidades. Tiene relaciones fluidas y respetuosas con agencias extranjeras, sabe que tienen su propia agenda injerencista, pero puede encontrar puntos de coincidencia para achicar a un enemigo común. El tráfico de armas y la inyección de dinero sucio a los circuitos financieros y a las lavanderías explican el poder de los carteles.

Lo que no procede es la declaración de un mando castrense de que la violencia en Sinaloa depende de la voluntad de los grupos enfrentados, como si las autoridades estuvieran pintadas esperando el desenlace. El Estado existe para brindar seguridad, proteger a los ciudadanos que viven en su territorio es lo fundamental, todo lo demás es accesorio.

Cuando arrancaron los Operativos Conjuntos es verdad que las nuevas responsabilidades tomaron por sorpresa a las fuerzas armadas que no sabían ni siquiera qué poder de fuego usar para controlar malandros escondidos en la sierra, o en una casa de seguridad a la mitad de una comunidad. No había un marco legal apropiado, los mandos no sabían cómo conducirse frente a la opinión pública, pero ya pasaron varios lustros. Ejército y Marina han transitado por una curva de aprendizaje que a partir de octubre puede comenzar a dar mejores resultados.

No hay necesidad de romper con el actual gobierno ni nada por el estilo, pero ya no pude seguir usándose el lema de “abrazos, no balazos” que manda un mensaje equivocado. Las bandas criminales tienen que estar siempre la defensiva, a salto de mata, sin sentirse cómodos en ningún lado. No se trata de que se conviertan en el poder real por encima de alcaldes y policías municipales y gobiernen tirados en la hamaca, mientras las fuerzas federales miran desde lejos. Eso no puede volver a ocurrir.

Siempre se habla de coordinación, pero el trabajo diario genera fricciones y al poco tiempo cada uno trabaja por su lado. Los desencuentros entre soldados y marinos no son un invento, ocurren, y los únicos beneficiados son los delincuentes. García Harfuch y Trevilla tendrán que trabajar de manera coordinada. Una coordinación real, permanente.

Glifos

Si alguien piensa que el presidente López Obrador tendrá un retiro tranquilo, sin sobresaltos, observando aves y escribiendo sus memorias en su finca de Palenque, que lo piense de nuevo. A partir del primero de octubre muchos de los relámpagos que hoy caen sobre Palacio Nacional caerán en Palenque, solo que allá no hay pararrayos. Habrá relámpagos que darán de lleno en la finca. Hay muchos asuntos atorados en materia de seguridad y política. Hay muchos agravios pendientes. Crear adversarios fue una estratégica política clave para posicionar a la 4T, termina la gestión pero los adversarios no se van a ningún lado, están esperando a la vuelta del camino.

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