Hace algunos años, en lugar de leer a los escritores mexicanos que estaban publicando en esos momentos, que es lo que siempre he hecho en la clase de literatura mexicana 9 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pensé que sería importante leer Palinuro de México (1977) de Fernado del Paso y La guerra de galio (1991) de Héctor Aguilar Camín. Desde luego yo había leído las novelas. La de Fernando del Paso en algún momento de la década de los ochenta y la Guerra de Galio en los noventa, cuando vivía en Washington DC. Ambas me gustaron muchísimo. Palinuro de México con su escritura neobarroca me maravilló, porque yo había trabajado con ahínco la literatura latinoamericana neobarroca. Pero, la segunda lectura me costó muchísimo y se los confesé a los alumnos. En cambio, La Guerra de Galio me interesó más que en mi primera lectura. Es una gran novela política de los años setenta, en la que se llevaba secretamente a cabo la “guerra sucia” y muchos jóvenes inteligentes y de izquierdas, o interesados en el desarrollo cultural y político de su país, fueron asesinados. Además, nos muestra la pugna entre el poder y la prensa. Todos sabemos que el presidente Luis Echeverría, un hombre culto, que coqueteaba con la izquierda, era realmente implacable y feroz. De ahí que cerrara al diario Excélsior de un manotazo. Surgen, pues, toda una serie de personajes de aquel entonces disfrazados en la novela. Sin embargo eso es lo de menos. Aguilar Camín armó todo un universo político de la época que hoy por hoy funciona para los lectores jóvenes y para los que lo éramos entonces.
La hisoria tiene como protagonista a Carlos Gacía Vigil, historiador y periodista, que empieza su vida adulta después del Movimiento Estudiantil de 1968. Poco después, le toca el surgimiento de la guerrilla y, desde luego, de“la guerra sucia” . Galio Bermúdez es un hombre que ha luchado por la igualdad y la justicia, lleno de contradicciones y obviamente con sus muchas debilidades. Resulta “un breviario de sordidez y sabiduría” y “maestro de los sótanos de la política y la sociedad mexicanas”. Galio ocupa un puesto importante en el gobierno de México y para mantenerse allí y ver por sus intereses manipula y se cuida de proteger sus intereses, no siempre por vías adecuadas. Esa es su guerra. Su lucha también tiene que ver con la memoria y la interpretación de la historia de México., pero, a todas luces, resalta como un personaje mefistofélico, con el que, en mala hora, entra en contacto Vigil, como todos los personajes llaman al joven historiador Carlos García Vigil.
El lector asiste a la a la puesta en escena de las actividades de un intelectual, un historiador brillante, con una intensa vida romántica, en la que las mujeres y el alcohol lo debilitan. Tanto así, que su muerte es relacionada con eso y no con un asesinato político, como en realidad es. Galio puede ser un bebedor empedernido, pero con un poco de cocaína, se compone para lo que venga.
Galio se impone como un carácter fuerte, cercano al poder, y palabrero. Galio miente, la mentira es uno de sus grandes vicios. Nada más actual podemos decir hoy, que vivimos bajo la bota de la Cuarta Transformación. Pero volvamos a la novela, Galio conoce todos los recovecos de la manera de gobernar y de cómo tapar lo que no debe saberse.
Galio, quien siempre dicta cátedra, le explica a Vigil:
“La destrucción del mito de que el hombre quiere ser libre y establecer el reino d Dios en la tierra. No es así. Los hombres quieren ser acariciados o reprimidos. La frase no es mía. Es de Maquiavelo, Aún así es verdadera. A los hombres les aterra su libertad. Mejor dicho: los hombres construyen sistemáticamnte formas de opresión que les impedirá ser libres. El Estado es la más acabada de todas, y el Estado mexicano es una de las más interesantes.” La Guerra de Galio. México:1991, Editorial Cal y Arena, p.247)
Vigil le solicita a Octavio Sala, el director del diario crítico La república, que le permita escribir un artículo explosivo y juntos traman la edición de la denuncia de los asesinatos de la guerra sucia, misma que “tuvo un rebote inmediato en la prensa estadounidense. El gobierno mexicano de enonces había alzado las banderas del tercermundismo y disfrazaba apenas su rechazo a la sombra omnipresente de Washingon” (p.268) .
En esta gran novela, los jovénes de los setentas dejan su casa, sus estudios, sus ciudades para dar una batalla revolucionaria. No se les permitió y muchos murieron asesinados.
Invito a que los lectores lean La guerra de Galio. Muchos tendrán recuerdos de aquellos años y muchos otros harán comparaciones entre lo que fue y lo que sucede hoy. En la actualidad, la violencia continúa por otras razones y las utopias socialistas son solo eso, utopias que terminan mal. Lo que persiste es la lucha por la democracia, tristemente arrebatada ayer por la mayoría de los diputados de Morena. 30 años de democracia incipiente se fueron por la borda.
García Vigil, al pedirle un favor a Galio, ayudar a que su hermano salga de la cárcel, es un preso político. Galio cobrará el favor, solicitándole que escriba una biografia del presidente mostrándolo como un hombre y gobernante extraordinario.
Con el tiempo, la cercanía de Vigil compromete a Galio. El talento del joven historiador es un desperdicio para Galio y una amenaza, puesto que Vigil conoce sus archivos y muchos de “la guerra sucia”.
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