Opinión

Un supremacista blanco hispano, la última aberración "made in USA"

Mauricio García y sus víctimas, a las que el pasado 6 de mayo tiroteó hasta la muerte en un centro comercial de Allen (Texas), son fruto de una anomalía estadounidense que deja al mundo estupefacto: ocurrió porque es el único país donde un civil puede comprar legalmente un rifle de asalto, gracias a que una gran parte de la población vota al Partido Republicano, que veta cualquier control de armas.

A punto de batir Estados Unidos el récord de tiroteos en menos tiempo —en lo que va de año (cinco meses) han ocurrido 177, con 233 muertos—y con el presidente Joe Biden cansado de rogar en vano a los congresistas republicanos que renueven la prohibición de la venta de armas de alta capacidad (que se aprobó por iniciativa de Bill Clinton, caducó en 2004 y los republicanos se niegan a renovar), el pueblo estadounidense tiene una única vía para que frenar esta espiral de muertes absurdas en un país que no está en guerra, ni contra una potencia invasora ni contra cárteles del narcotráfico: que dejen de votar a los candidatos que se oponen al control de armas. Así de simple…, pero no lo hacen porque su nivel de inteligencia y empatía sólo les da para dejarse convencer de que el derecho a portar armas es más sagrado que el derecho a la vida.

Este estado de debilidad mental de una parte de la población de EU es la que engendra otra anomalía igual de inexplicable. La ejecución a balazos de 20 niños en la escuela Sandy Hook, en diciembre de 2012, logró por fin que la proporción de estadounidenses que quieren un mayor control de armas se pusiera, por primera vez, por delante de los que no quieren, según la encuesta anual que realiza Gallup (51-43); y desde entonces no ha parado de crecer esta brecha hasta agrandarse 63 a 34 por ciento en 2022. Pero, lo que escapa a toda lógica es que, al mismo tiempo, los estadounidenses no han parado de comprar armas cada vez más letales (especialmente después de un tiroteo) y han seguido votando a candidatos que permiten con su veto que EU sea el único país del mundo donde los tiroteos masivos formen parte de su vida cotidiana y muchos repitan, como zombies, el mantra "nuestra plegarias y oraciones están con las víctimas", mientras se olvidan del tema, hasta el siguiente tiroteo.

He informado de tantos tiroteos en EU y de tantas plegarias inútiles republicanas que sólo me da curiosidad qué pensarán los familiares de las miles de víctimas de tiroteos cuando se enfrente a las fotos de políticos republicanos felicitando la Navidad, con sus hijos y nietos armados con fusiles de asalto, pidiendo a Santa más municiones; o viendo a Donald Trump bailando feliz en el escenario de la convención de la Asociación Nacional del Rifle, celebrada en Houston a dos días de la matanza de niños en Uvalde (Texas). 

¿Cuántas víctimas de tiroteos, o sus familiares o vecinos, habrán votado por la reelección del gobernador de Texas, Greg Abbott, cuyas leyes permitieron al asesino de Uvalde, un adolescente con problemas mentales (como cualquiera en todo el mundo) comprar fusiles y matar a sangre fría a niños?

Esta absoluta falta de humanidad y de lógica elemental por parte de políticos y de millones de votantes republicanos (Lincoln se habría suicidado de la vergüenza) genera engendros como el autor de la matanza de Allen, un hispano que el día que planeó la matanza se puso a conciencia un uniforme con el escudo de un escuadrón de la muerte de supremacistas blancos, cuya obsesión (compartida con Donald Trump) es que EU está siendo “invadido” por “criminales hispanos” (como él) que cruzan la frontera para violar a sus mujeres blancas y envenenar con drogas a sus hijos.

Cuando los historiadores trataron de entender cómo fue posible que muchos judíos colaboraran con los nazis en los campos de exterminio de su propio pueblo, la única explicación fue el miedo irracional y vacío de compasión que les llevó a creer (falsamente) que así iban a librarse de una muerte espantosa. 

Pero Mauricio García ni siquiera le tocó vivir en un estado totalitario ni estaba en peligro de muerte Entonces, ¿qué le llevó a convertirse en un supremacista blanco y asesinar, como hizo, a una pareja de rasgos asiáticos, incluidos sus dos hijos?

La respuesta se la llevó a la tumba, pero, ¿qué se puede esperar de un país donde los medios afines a los ultraconservadores, como Fox News, censuran palabra malsonante o semidesnudos en la tele, por indecentes y obscenas, mientras permiten que dirigentes republicanos, como Trump, lancen bulos sobre fraude electoral, hagan apología sobre las armas, o lleguen a insultar a los padres de los niños asesinados en Sandy Hook, asegurando que es un montaje de los liberales para que la población apoye un mayor control de armas. 

El presidente Biden tuvo razón este sábado, cuando alertó que "el supremacismo blanco es la mayor amenaza terrorista en EU" y no los pobres inmigrantes que cruzan la frontera para buscar una vida más digna, pero, desgraciadamente, predica en el desierto.

La tragedia estadounidense es que la mitad del país se niega a entrar en razón y se deja convencer de que son más terroristas los centroamericanos, los cubanos, los haitianos o los mexicanos, que buscan una vida digna lejos de la miseria en sus países, que los niñatos blancos, como el de la matanza en el supermercado de El Paso en 2019, que mató a sangre fría a una veintena de hispanos porque escuchó a Trump decir que los inmigrantes eran parte de un ejército para invadir Texas.

Por todo esta anomalía colectiva, que nadie se extrañe si Trump (un vulgar depredador sexual que llegó a decir que los ricos como él podían tocar todas las vaginas que quiera) gana las elecciones en 2024.   

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