Este miércoles será votado en la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, un proyecto de la Ministra Yasmín Esquivel, quien pretende anular la suspensión de las corridas de toros en la Ciudad de México, vigente desde mayo de 2022 por orden de un juez federal. Echar abajo la prohibición de los “espectáculos taurinos” sería un grave retroceso en nuestro camino para establecer una cultura civil y democrática en nuestro país, toda vez que la CDMX ha sentado precedentes para la conquista de los derechos de los animales como mandata expresamente su máximo ordenamiento local (artículo 13, fracción B): “Esta Constitución reconoce a los animales como seres sintientes, y, por lo tanto, deben recibir trato digno. En la CDMX toda persona tiene un deber ético y obligación jurídica de respetar la vida y la integridad de los animales; éstos, por su naturaleza, son sujetos de consideración moral. Su tutela es de responsabilidad común. Las autoridades de la Ciudad garantizarán la protección, bienestar, así como el trato digno y respetuoso a los animales y fomentarán una cultura de cuidado y tutela responsable”.
En 2015 se aprobó a nivel nacional la iniciativa de circos sin animales pero aún falta mucho por hacer, sobre todo respecto a las corridas de toros que son otro ejemplo de crueldad absurda e innecesaria. Algunos las consideran tradición y cultura, pero no representan más que sadismo organizado y comercializado. Es falso que los matadores de toros promuevan una “cultura”, dado que los asesinatos públicos de seres que sienten miedo, dolor y angustia no tienen cabida en las sociedades civilizadas. Sin importar su denominación: corridas de toros, novilladas o festivales taurinos y becerradas, resultan eventos perturbadores por las graves torturas a que son sometidas sus víctimas, así como por el enorme lucro que obtienen los perpetradores y negociantes del sufrimiento. La tortura existe allí donde la muerte es precedida por acciones de dolor injustificado.
La Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial CDMX, respecto a denuncias por maltrato en corridas de toros, ha asentado en sus reportes sobre la Plaza de Toros México: “la corrida inicia con el primer tercio, en éste los dos picadores montados a caballo, «pican» con la puya al toro en la zona dorsal, uno de los picadores infringe este castigo, el ejemplar comienza a sangrar; posteriormente viene el tercio de banderillas donde tres banderilleros clavan seis banderillas en el dorso del toro; el último tercio es el del matador, donde el torero lleva a cabo “la faena de muleta”, y posteriormente, la estocada final para dar muerte al toro; una vez que se realiza y hasta que el toro se “doble”, el puntillero remata al toro, clavándole una daga en la nuca. Finalmente, el toro es arrastrado a lo largo del redondel donde se efectuó la faena. Es de resaltar que muchos toros lidiados no mueren al momento de la estocada con la espada y que en algunos casos se observan más de 17 intentos de estoques”.
Hablar de derechos de los animales es trabajar por un mundo más justo y con menos sufrimiento para todos. Los procesos legislativos y jurisdiccionales deben establecer nuevas prohibiciones para espectáculos públicos donde los animales son objeto de maltrato y crueldad que deriva en su muerte. Hemos aceptado el salvajismo y la opresión con relativa indiferencia a lo largo de la historia. La esclavitud y la tortura no fueron cuestionadas por ninguna religión ni filosofía hasta el siglo XVIII. Actualmente, los animales no humanos están adquiriendo una consideración y un estatus cada vez mayor al interior de nuestras sociedades. Su defensa y protección representa el núcleo de un proyecto civilizatorio asociado a los valores democráticos.
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