Opinión

Trump, la oreja de la victoria

Thomas Matthew Crooks, de 20 años, le abrió las puertas de la Casa Blanca a Trump. Esta semana Donald será ungido como candidato presidencial del Partido Republicano en la convención de Milwaukee en calidad de héroe, gracias a que las fotos de su oreja sangrante se han publicado millones de veces.

Trump se presenta al público como un patriota mártir de la democracia que salvó la vida por milímetros, cuando en realidad se trata de un delincuente condenado que promovió un golpe de Estado y que jamás ha respetado, ni lo hará, las reglas de la competencia política civilizada. El joven Thomas trató de matar a Donald, pero el que murió fue él y la cara de Trump va camino a Monte Rushmore. Dicen que disparó ocho tiros antes de ser abatido por los francotiradores, ellos sí profesionales, del equipo de seguridad de Trump.

Donald Trump fue evacuado con rastros de sangre en la oreja derecha, en un mitin que ofrecía en Pansilvania

Donald Trump fue evacuado con rastros de sangre en la oreja derecha, en un mitin que ofrecía en Pansilvania

EFE

Mientras tanto, los demócratas tratan de dilucidar si Joe Biden tiene Parkinson o solo está viejito. Peor, imposible. Las palabras violentas anteceden a los actos violentos. La crispación y la polarización que ha promovido con ahínco el propio Trump harán de la campaña 2024 una de las más peligrosas en la historia de los Estados Unidos. Trump siembra odio en la sociedad norteamericana como estrategia política. Su semilla de encono ha caído en terreno fértil. Ya sonaron los primeros disparos, no serán los últimos.

Cualquier ciudadano gringo puede transformarse en francotirador después de una visita al Walmart. El Servicio Secreto necesitará refuerzos. Ya se vio que estuvieron a poco, casi nada, de perder el candidato presidencial republicano. En Estados Unidos hay miles de jóvenes Thomas, que responden al perfil del lobo solitario, esperando su turno para dispar. Minutos después del atentado comenzaron a circular toda clase de teorías de la conspiración, desde que se trató de un montaje, hasta que en realidad fue un trabajo interno del Servicio Secreto que por momentos actuó con sospechosa torpeza. Vaya usted a saber.

Mi primer encuentro de frente con la violencia política fue la foto en la primera plana de Excélsior del asesinato de Bob Kennedy en un pasillo que conducía a la cocina del hotel Ambassador de Los Ángeles, California, en 1968. Una foto en blanco y negro con Bob tendido en el piso con los brazos abiertos, como crucificado. Según recuerdo tenía los ojos abiertos y le sostenía la cabeza un joven ayudante de cocina. Después me enteré de que era un adolescente de origen mexicano que se llamaba Juan. Bobby, agonizando, le preguntó a Juan si todos estaban bien.

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El Excélsior estaba en el suelo en la puerta de un vecino y yo no podía dejar de ver la foto. Con el tiempo se supo que el asesino fue un palestino, Sirhan, que le disparó hasta seis veces con un pequeño revólver. Robert buscaba la nominación presidencial del Partido Demócratas y esa noche había ganado la elección primaria de California. Kennedy fue llevado a un hospital con vida, pero no lo pudieron salvar.

Claro que como a muchos compatriotas el evento de violencia política que marcó mi vida fue el asesinato de Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas, una colonia marginal de Tijuana en marzo de 1994, el horrobilis annus. Yo venía en mi carro, estaba a media cuadra de mi casa, oyendo un noticiero y recuerdo que el conductor, que según recuerdo era Javier Solórzano, pero no estoy seguro, dijo que le acababan de dar un botellazo en la cabeza al candidato presidencial del PRI. En realidad, fue un disparo en la sien con un revólver Taurus accionado por Mario Aburto que todavía le dio otro balazo en el abdomen cuando el candidato ya estaba en el piso, mientras en el sonido local sonaba a todo volumen La Culebra. Ese evento de violencia política fue el primer eslabón de la cadena que nos condujo hasta aquí.