Dice el dicho que lo que mal empieza, mal termina y parece aplicar al caso de la presidencia del Consejo General del INE de Guadalupe Taddei.
Primero fue el ataque presidencial al Instituto, tanto a través de la pretendida reforma electoral como mediante descalificaciones directas a Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama. La jugada lopezobradorista falló en más de un sentido, pues como sabemos, la reforma electoral fue declarada inconstitucional –porque lo era- y se dio una gran movilización ciudadana en apoyo del INE en distintos puntos del país, al grito de #ElINEnosetoca. ¿Cómo íbamos a aceptar los electores devolver al gobierno las facultades que tanto trabajo costó quitarle hace 30 años?
Luego vino la selección de los nuevos consejeros, la cual y según la versión oficial “fue transparente y sin mayor sobresalto” (www.gob.mx 31/3/2023). Transparente, sí; sobresaltos, muchos, al punto de que Guadalupe Taddei fue seleccionada mediante rifa porque las ternas no convencíeron a los legisladores. Como sea, su designación estuvo manchada por la sospecha de colonización del Consejo General por parte de don Andrés, para orientarlo hacia los propósitos de la 4T. Por lo que se ve hasta ahora, la sospecha no estaba infundada.
Durante los primeros meses de la presidencia de Taddei fue notoria su tibieza frente a los actos de campaña anticipada por parte de la doctora Claudia Sheinbaum, pese a los señalamientos de la Comisión de Quejas y Denuncias encabezada por la consejera Claudia Zavala. Parecía que predicaba en el desierto. Lo mismo pasó con las menciones del inquilino de Palacio Nacional en favor de su preferida.
Después de medio año de “gestión”, ahora resulta que Taddei mantiene acéfalas las principales direcciones ejecutivas y la Secretaría del INE, dado que sus candidatos no convencen al resto del Consejo. El viernes pasado la situación llegó al límite, cuando los pro-Taddei reventaron la sesión al ver que perderían la votación. Para el sábado, los consejeros acordaron establecer un procedimiento especial para las designaciones, mediante el cual la consejera presidenta sometería al Pleno del Consejo sus aspirantes.
Una vez más, los perfiles presentados por doña Guadalupe no prosperaron la tarde de ayer. La situación empeoró con la renuncia de los titulares del Servicio Profesional Electoral y de la Unidad Técnica de Servicios de Informática.
Nada más para que se den una idea de los huecos con los que sobrevive el INE, no hay titulares de las áreas responsables de entregar las prerrogativas a los partidos, de fiscalizar los gastos de campaña, de los asuntos jurídicos, de los programas de capacitación para los funcionarios electorales y de dar soporte técnico al programa de resultados prelimianares (PREP). Nueve direcciones ejecutivas y la Secretaría están en manos de encargados y estamos a siete meses de las elecciones… ¡Ufff!
Como cereza de este trágico helado tenemos que los organismos electorales estatales están quebrados por falta de asignación de presupuesto.
Si los consejeros no se ponen de acuerdo, el INE corre el riesgo de que los encargados de despacho se queden por los próximos 12 meses. Un poco lo que pasó con la designación de la ministra Lenia Batres en la Suprema Corte de Justicia de la Nación: se postulan candidatos inconvenientes para que, al final, quede por default el que está más a modo.
A Guadalupe Taddei y a los dos nuevos consejeros parece no importarles que, con sus altas y sus bajas, el INE había consolidado un servicio profesional de carrera; pretenden imponer a sus conocidos, mismos que no cuentan con la experiencia, ni la imparcialidad requeridas. El servicio profesional de carrera es un logro por demás relevante en un organismo especializado que no está para cumplimentar las políticas sexenales, sino para llevar a cabo los mandatos constitucionales. Y esto es justamente lo que le ha dado solidez.
El Instituto Nacional Electoral es –o era- de las instituciones en las cuales más confíamos por la simple y sencilla razón de que, con la solidez que le ha caracterizado, cumple satisfactoriamente con el principal mandato para el que fue creado: organizar elecciones cuyos resultados sean confiables y, en consecuencia, dar legitimidad al triunfador quien quiera que éste sea. En esta lógica, a la 4T le convendría un INE a prueba de balas para respaldar legal y legítimamente el triunfo de la doctora Sheinbaum, a menos que dicha victoria y/o la de los legisladores morenistas no esté tan segura y entonces… Prefiero no pensarlo.
En fin, cualquiera diría que como AMLO no pudo reventar desde fuera al INE, ahora trata de hacerlo implosionar a través de los consejeros a modo.
Urge que los ciudadanos salgamos, nuevamente, a defender al INE.
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