Opinión

De la violencia en México, gran problema para el futuro o futura presidente, y de los horrores implementados en El Salvador por el temible Nayib Bukele

No recuerdo quién dijo que las “corcholatas”, aparte de la propuesta ÁNGEL de Marcelo Ebrard, y los aspirantes del Frente Amplio por México, opositores de Morena, deberían abordar, durante sus campañas, el difícil tema de la violencia brutal que aqueja a nuestro paísque. La que se dijo “esclava” y no calca de Andrés Manuel López Obrador, aunque fuera, acaso, de chiste, Claudia Sheibaum, no creo que aporte absolutamente nada sin el diseño del presidente y, como sabemos, la política de “abrazos y no balazos” de Andrés Manuel no ha servido, al contrario, ha azuzado al Crimen Organizado para que tomará mayor vuelo. El tema resulta macabro e indetenible. Lo ocurrido en Poza Rica, trece cuerpos, que pueden ser más, hallados en dos inmuebles dentro de hieleras tiene a los veracruzanos aterrados. Dicen algunas versiones que el cateo a cinco propiedades fue el resultado de un enfrentamiento entre la policía e integrantes de grupos criminales. “Haiga sido como haiga sido”, México vive un tsunami de crímenes a diestra y siniestra, que parecieran no importarle al Primer Mandatario, a pesar de sus madrugadoras reuniones de seguridad con gente de su gabinete.

Este miércoles, en la Mañanera, varios periodistas solicitaron al presidente información sobre el caso de los cinco jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno. López Obrador pretendió que no oía lo que le preguntaban entre tantas voces y contó un chiste malísimo sobre uno que se hace el sordo pero no lo es y simplemente, como ya era hora para despedirse, el mandatario abandonó el recinto, mientras se reía de su chascarrillo. I n c r e í b l e su reacción. Algunos senadores de distintos partidos se pronunciaron al respecto, según escribió en un Xuit la periodista Azucena Uresti. Quieren la aclaración de lo sucedido y que de ninguna manera se normalice la violencia. Los jóvenes que parecen haberse esfumado en Jalisco son Roberto Olmeda Cuéllar, Diego Lara Santoyo, Uriel Galván, Jaime Miranda y Dante Hernández. Es importante nombrarlos.

La Fiscalía del estado, Jalisco, ha desmentido que se hayan localizado los cuerpos, sólo hay pistas no muy claras, un coche y un video donde se sugiere que uno de los jóvenes es obligado a matar a sus compañeros.

El grave problema es que, trágicamente, los múltiples asesinatos que ocurren todos los días, los descuartizamientos de cadáveres, las desapariciones, las pugnas y balazos entre grupos criminales no paran.

Está visto que el creador de la indefinible Cuarta Transformación no ha logrado detener el derramamiento de sangre, por lo que será crucial que los aspirantes a la presidencia preparen nuevas estrategias.

En un interesante artículo del argentino Martín Caparrós, publicado el 7 de este mes en el diario español El País, analiza las espeluznantes maniobras impuestas por Nayib Bukele , el presidente de El Salvador, que se ha convertido en un sangriento tirano. A los Maras Salvatruchas, que asolaron a esa nación por no pocos años, los ha dominado. Los maras son una organización terrorista de pandillas criminales, dedicadas al narcotráfico, a la extorsión, contrabando de armas, secuestro robos y asesinatos por encargo. Surgieron en Los Ángeles, California, y se desarrollaron en regiones de Estados Unidos, Canadá, México (por supuesto) y Centroamérica. Existen estos grupos operando también en Italia, España y Portugal. Los integrantes, en su gran mayoría, son centroamericanos y también, en menor medida, algunos mexicanos que se han unido a la Mara, según reporta Wikipedia. Martín Caparrós escribe que El Salvador llevaba gobiernos intentando limitar a estos grupos “con métodos diversos, --represión más o menos legal, diversos pactos—y no pudieron”.

Bukele ha logrado la capitulación de la Mara, gracias a la violencia recrudecida del Estado. Supongo que muchos habrán visto el trato inhumano que se propina a varios jóvenes pandilleros, rapados, dominados por sus custodios. Viven en barracas muy parecidas a las que los nazis tenían para sus prisioneros, son golpeados, hambreados y sufren toda clase de torturas psicológicas.

Apunta Caparros, extraordinario periodista y escritor, que Bukele manda “detener a unas 80,000 personas en pocos meses sin buscar pruebas de que sean culpables, acumula la mayor proporción de presos por habitante del mundo, exhibe con saña las condiciones crueles en que los amontona, los juzga en juicios arreglados de antemano y, en unas semanas, las calles de su país vuelven a hacerse transitables y millones de personas que vivían en el terror por las pandillas recuperan vidas más `normales´.

El maltrato a los presos es indignante. Bukele ha impuesto una suerte de nueva Inquisición con la que nadie, con el mínimo sentido de humanidad, puede estar de acuerdo. Sin embargo, muchos salvadoreños aprueban el gobierno de Bukele. Pero así no se resuelve ningún problema desde las entrañas, más bien se crean otros. Cualquiera en El Salvador podría ahora ser acusado de Mara por meros motivos políticos y sufrir la suerte de los encarcelados del joven y irrefrenable dictador de esa nación. He escuchado a gente que lo alaba en México, a este hombre terrible y siniestro y me horroriza . ¿Sabrán mis conocidos que existen los derechos humanos?

Bukele, expone “Caparrós, se ha vuelto un problema y un ejemplo. ¿Las democracias no podrían conseguir esos resultados sin romper sus propias leyes?” Pero el castigo despiadado llama al horror, a la degradación humana. ¿Ningún país va a sancionar las soluciones de Bukele, todos se quedarán calladitos?

Ante este infierno de las crueles medidas del dictador de El Salvador, ¿qué harán otros países con problemas parecidos? ¿Qué hará México y su próximo o próxima presidente para controlar al crimen organizado, para evitar las desapariciones y los asesinatos?

No tengo idea, pero debe existir otra forma de controlar la violencia en nuestro país, otra muy distinta de las muy inoperantes tácticas de López Obrador y su 4T y diferente de la otra, que son las sádicas medidas tomadas por el siniestro Bukele.

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