Opinión

Xóchitl y Beatriz

La gran novedad en nuestro escenario político —y la gran promesa, si se piensa en las perspectivas de la democracia— es el proceso de selección en el Frente Amplio. Gracias a él, surgió y se ha fortalecido la candidatura de Xóchitl Gálvez. La competencia que desembocará en las votaciones y el anuncio del domingo próximo eran difíciles de imaginar hace pocos meses.

Los partidos en la oposición, que no obstante sus diferencias e intereses han persistido en esa alianza, se sobreponen al largo estancamiento y a la confusión que padecieron después del éxito de Morena en 2018. Las organizaciones sociales y los ciudadanos que les impusieron a esos partidos la elección primaria, hicieron una apuesta inteligente.

La oposición tendrá candidata presidencial surgida de un proceso abierto y democrático. Allí hay un enorme contraste con el dedo selector del presidente de la República, que decidirá la candidatura en el partido oficial. Mientras en la oposición se realizan debates y, aunque con problemas logísticos, habrá urnas para que voten los ciudadanos que se registraron, en Morena los aspirantes compiten para congraciarse con el presidente. Los excesos y dislates del gobierno han cohesionado a partidos y ciudadanos promotores del Frente, que han invertido tolerancia y apertura para subordinar sus diferencias a la construcción de una alternativa capaz de encarar al partido oficial.

Con su candidatura, Beatriz Paredes contribuye a subrayar esa diversidad que solidifica al Frente. Logró remontar obstáculos dentro de su partido, y luego en la competencia con otras fuerzas políticas, para afianzar una candidatura a la que ha tenido derecho. Mujer perspicaz y curtida una sostenida trayectoria política en un partido hecho en las decisiones verticales, Paredes aporta inteligencia y experiencia a la disputa por la candidatura presidencial.

Algunos de los defensores más vehementes de Xóchitl Gálvez han encontrado en la candidatura de Beatriz Paredes una amenaza dinosáurica y autoritaria. Las reacciones contra ella soslayan que al Frente le interesa conservar la adhesión del PRI, por muy aborrecible que pueda resultar ese partido. Entre los priistas, Paredes tiene una trayectoria decorosa y se distingue porque apuesta al debate de ideas. Aunque ha coincidido con él, no es un alfil del impresentable líder Alejandro Moreno.

Su participación es importante, pero sería un despropósito que los votantes y encuestados por el Frente favorecieran a la senadora Paredes. Tanto por su filiación política, como por la generación de la que forma parte, Paredes no involucraría a extensos sectores que buscan una opción electoral distinta de la política tradicional.

El entusiasmo que ha suscitado Xóchitl Gálvez tendría que traducirse en una postulación ampliamente respaldada por los ciudadanos que participen en esa consulta. Cualquier otro desenlace sería el suicidio del Frente Amplio.

ALACENA. Roberto Diego Ortega

“Llegué con la tinta en las manos” decía Roberto Diego Ortega, según ha recordado Héctor de Mauleón. Durante años acompañó a su padre, el periodista Vicente Ortega Colunga, en la edición de la legendaria revista Su otro yo (que antes tuvo otros nombres para eludir la censura del gobierno). Cuando Ortega Colunga muere en 1985, Roberto, que había cumplido 30 años, se hizo cargo de la revista. Las atractivas fotos de muchachas sin ropa fueron acompañadas por cada vez más páginas de creación y crítica culturales.

En Su otro yo había columnas fijas de Renato Leduc, Gabriel García Márquez y Pedro Ocampo Ramírez. El número de diciembre de 1985 incluía textos de Carlos Monsiváis, Sergio González Rodríguez, Juan Manuel Asai, José Luis Martínez S., Fernando Figueroa y Héctor Aguilar Camín. En 1986 la revista se recicla en Diva, con más claro énfasis en la cultura y el debate público, pero sin abandonar el contenido lúdico y sensual. “La realidad y el deseo” decía, recordando a Cernuda, el lema de Diva.

¡Por lo menos desde 1978 Roberto Diego Ortega había publicado reseñas y poemas en “La cultura en México”, el suplemento que Monsiváis hacía en la revista Siempre! Y luego formó parte de su consejo de redacción. En 1980 fue jefe de Redacción de Nexos.

En abril de 1988, en coincidencia con los vaivenes políticos de aquel año, Roberto crea Viva, una aventura editorial que pretendía cubrir una notable ausencia en la oferta periodística en donde “o bien priva la inercia de una tirada interminable de monólogos con eco, estimulados por la aclamación de un auditorio selecto, o bien la recurrente inmolación como un artículo de fe, o bien el sesgo interesado, la adivinable mano negra”. Viva se publicó durante un año. En su primer número escribían, entre otros, José Woldenberg, René Delgado, Carlos Ramírez, José Joaquín Blanco y Andrés Bustamante y había entrevistas con Olga Breeskin y Rubén Olivares.

En 1992 Roberto Diego Ortega se hizo cargo, junto con Sergio González Rodríguez, de “Dominical”, editado por El Nacional. En junio de 2015 crea “El Cultural”, suplemento de La Razón, que dirigía desde entonces. “Nos interesa rescatar o señalar la novedad, la originalidad del pasado y el presente, distinguir sus afinidades y contrastes, favorecer, desde esa conjunción, el diálogo, la polémica, el deslinde” escribió para el primer número de “El Cultural”, en una precisa definición del periodismo que hace falta.

Roberto Diego Ortega falleció la semana pasada. Hombre culto y generoso, era poeta de versos refinados y precisos. “La poesía es una renovación constante de la vida” le dijo a Susana Rosas, para el semanario etcétera, en febrero de 1995. Acababa de aparecer, en Cal y arena, su poemario Nacer a cada instante. Encuentro en mi ejemplar de ese libro las líneas de cuidada caligrafía que Roberto anotó para Patricia y para mí al dedicar: “los desvaríos y testimonios, no tan imaginarios, de algunos años decantados, sin otra aspiración que la de ser precisos aún en la oscuridad (o bien aceptar la oscuridad ‘por motivos de precisión’ como diría Revueltas a citar a Hegel), así como recuperar los días y ratos luminosos de la amistad y otros regalos de los dioses, como el amor y la belleza. Así sea”.

Así sea, Roberto.

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