Opinión

Zona Divas, riesgo vigente

La explotación sexual tiene patrones recurrentes frente a los cuales una ciudadanía informadamente comprometida contra la Trata de Personas y a favor de las víctimas, evita caer en estigmatizaciones, asume su existencia cercana y se muestra activamente dispuesta a denunciar y reportar su ocurrencia.

La serie recién estrenada en Netflix, "El portal, la historia oculta de Zona Divas”, muestra un caso, conocido hace aproximadamente seis años a partir de amplia evidencia periodística, ilustrativo de la violencia sufrida por decenas de mujeres extranjeras víctimas de explotación sexual a través de un sitio web. Contribuye a recordarnos no solamente un episodio antiguo, sino la vigencia del fenómeno global cada vez más convergente con otros delitos como tráfico de drogas, extorsión, fraude o violencia comunitaria y familiar.

Zona Divas operaba como una página de servicios sexuales donde se promocionaban mujeres previamente enganchadas por una red de Trata de Personas de alcance internacional. Eran captadas con la promesa de un mejor trabajo en otro país, una de las formas de enganche más recurrentes en este delito.

Los reportes al Consejo Ciudadano de la Ciudad de México ubican a la explotación sexual como la principal modalidad de la Trata de Personas de las 11 consideradas por la ley. En más del 90 por ciento de los casos las víctimas son mujeres, enganchadas principalmente por falsas ofertas de empleo, a diferencia de los patrones asiáticos y africanos que ha detectado la UNODC con sede en Viena respecto a víctimas engañadas para el tráfico de sus órganos.

Las condiciones de pobreza en sus países de origen, pocas oportunidades laborales, así como la esperanza de conseguir un empleo aparentemente fácil y bien remunerado —con frecuencia en modelaje y agencias presuntamente relacionadas con aspectos de la industria del espectáculo o en tareas de “acompañamiento”— lleva a mujeres jóvenes a emprender un viaje hacia la tenebrosa esclavitud moderna cuyo combate debemos convertir en mandato cotidiano.

Despojadas de sus documentos migratorios y ante la supuesta deuda generada por los costos de traslado, las víctimas eran y son obligadas a realizar servicios sexuales por los cuales reciben un porcentaje mínimo e incluso nulo. Encerradas en departamentos de zonas de clase media de las ciudades de destino, sólo tienen salida para realizar los trabajos y están en constante vigilancia por otros integrantes de la red de Trata; podría ser una crisis como la de los polleros agregados a la maquinaria delincuencial, cuyas cuotas pasaron de 4 mil a 15 mil dólares en los últimos dos años.

El portal Zona Divas fue desactivado luego de una investigación por el asesinato de cinco mujeres. Sin embargo, miles más en el mundo operan bajo una fachada de aparente legalidad de servicios sexuales, aunque esconden una de las formas más atroces de violentar la dignidad humana.

Este 23 de septiembre se conmemora el Día Internacional contra la Explotación Sexual, una oportunidad para concientizarnos sobre la importancia ya no solo de visibilizar sino de reportar y denunciar, para convertirnos en factor clave en la probabilidad de prevenir, rescatar víctimas y salvar vidas.

La seguridad por venir, planteada por Clara Brugada, quien sustituirá a Martí Batres en el Gobierno de la Ciudad de México, requiere millones de ojos vigilantes con disposición a contribuir a la creación de un ecosistema de prevención donde se potencien, mediante la coordinación, herramientas como los botones de pánico, cámaras de videovigilancia y números para la denuncia como el 911 o la Línea y Chat Nacional Contra la Trata de Personas, 800 5533 000, del Consejo Ciudadano.

No es ficción y el riesgo está latente más allá de las pantallas de Netflix. Podemos prevenir.

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