
En el pasado Festival Internacional de Cine en Cannes, el segundo largometraje de Carlos Reygadas, Batalla en el cielo, se ganó el título de “la película del escándalo” por la crudeza de sus escenas de sexo explícito, además de que creó polémica y dividió a la crítica.
A cuatro meses de ese Festival, donde compitió por el máximo galardón, la Palma de Oro, Reygadas está dispuesto a difuminar algunas de esas escenas, sobre todo dos felaciones (sexo oral) que aparecen al principio y al final de la cinta, a manera de prólogo y epílogo de la misma, para el estreno de la cinta en México.
Pero el cineasta no matizará las escenas de sexo oral porque se lo haya pedido la distribuidora o porque haya sufrido algún tipo de censura por parte del Estado, ni siquiera para que pueda ser vista por un mayor número de público, su decisión tiene que ver con la intimidad de los actores, que no son profesionales, sino personas que el director encontró en la vida cotidiana.
En entrevista con Crónica, el también director de Japón, donde tampoco utiliza actores profesionales, habla de que éste es “un tema delicadísimo” y deja ver que sus actores habrían cambiado de opinión luego de apreciar el resultado final de la cinta, aunque, aclara, “siempre dejé todo bajo su responsabilidad, pero luego me doy cuenta de que están un poco preocupados”.
Reygadas, quien insiste en que el desenfoque de las imágenes no implica que vaya a alterar la cinta, que “no tiene ningún corte”, acepta que el protagonista del filme, Marcos, es muy cercano a él y no niega que este hombre trabajó con su padre durante ocho años en Bellas Artes, y que a una de las mujeres que aparece en la cinta la encontró en pleno Zócalo de la ciudad de México.
La película narra la relación entre Marcos (Marcos Hernández), el chofer de una familia acomodada, y la hija de su jefe, Ana (Anapola Mushkadiz), una chica frívola que se prostituye por puro gusto, aunque la relación de estos personajes se trastoca cuando el primero comete el secuestro de un pequeño y éste se muere.
Reygadas respondió otras perguntas de este diario:
—¿Más allá de las escenas de sexo explícito, tus películas se alejan de los cánones hollywoodenses y quizá no sean para el gran público?
—Difiero totalmente porque hago mis películas pensando en la gente, en compartir con ella una forma de ver el mundo, pero creo que esta gente no es un molusco. Siempre hay mercadotecnia que mata la individualidad, yo hago mis películas en sentido contrario a este plenteamiento, no como las clásicas telenovelas que siempre terminan pareciéndose entre sí. Me interesa preservar mi criterio, mi sensación, a la hora de crear.
—Pero siempre una película de arte tiene un precio a pagar, no siempre es un buen negocio.
—Sé que al hacer una película conforme a mi criterio y no conforme al común denominador hay un precio a pagar, si ese precio a pagar es que, efectivamente, la gente no la vaya a ver pues lo asumo. Lamento que lo que hago resulte transgresor, pero es un precio a pagar a costa de ser fiel a mí mismo y a mi idea de la película y a mi visión del mundo, y si tengo que poner un pene de manera explícita frente a la cámara y eso le resulta agresivo a la gente yo puedo sostener por qué está ese pene ahí y ahí se queda, aunque provoque escándalo.
—Hablas mucho del precio a pagar, el hecho de no usar actores profesionales ¿también puede ser tu crimen y castigo?
—Es otro precio y entiendo tu pregunta porque, efectivamente, en Batalla en el cielo esta decisión fue más radical que en Japón, en el sentido de poner a los actores casi como modelos abstractos, quizá en Japón tenían un poco más de espacio, pero siempre me ha gustado la energía directa que desprenden los personajes porque cualquier actuación te puede calentar en el momento, pero siempre será un obstáculo para ver lo que hay después de la actuación.
—¿Estás preparado y abierto a las críticas?
—Hago las películas, una por una, como las siento, obviamente quiero hacerlas en sentido contrario de ciertas cintas que he visto a lo largo de la vida y que me han molestado, en general la esencia de mis películas es la intuición, imagínate que soñaras y que luego tus sueños se pudieran materializar o que te drogaras y tuvieras unos sueños en trance y luego se materializaran. Así pasa conmigo. Cada decisión que se toma respecto a la película es congruente con mi manera de pensar, desde el casting, hasta el vestuario o la música, cuando la mayoría del cine se hace con un manual.
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