El verdugo del muerto desde el papel de la víctima
La guerra pasa y lo demás sigue sucediendo. Y, así, Raúl Alvarez Garín, un dirigente fundamental del movimiento del 68 y uno de los principales líderes durante el encarcelamiento en Lecumberri, ha interpuesto una demanda para que los restos de Jesús Reyes Heroles no sean depositados en la ex Rotonda de los Hombres Ilustres, ahora llamada Rotonda de las Personas Ilustres. Creo que entiendo sus puntos de vista, pienso que no tiene razón.
Fox había firmado sendos decretos para inmortalizar, de esta modesta manera, a Heberto Castillo, Manuel Gómez Morin (sin acento, así era la tradición de su familia, venida de Francia) y a Jesús Reyes Heroles.
Desde su campaña, el actual Presidente reivindicó las luchas de Castillo y de Rosario Ibarra; las gestas del 68, entre otros fenómenos sociales, como antecedentes del anhelo democrático que se cifraría en la alternancia en caso de que él ganara. Ya Gilberto Rincón Gallardo había dejado claro que el cambio democrático no era un capricho de un solo hombre sino un esfuerzo de decenas de grupos que a través de generaciones y desde diversas trincheras ideológicas, políticas, sociales habían empeñado sus esfuerzos –y hasta sus sacrificios— en esa labor.
No es de extrañar que un gobierno que ha pretendido ser de transición y coalición reconozca a tres forjadores del México contemporáneo depositándolos entre los muertos ilustres de este país que no se negaron a ese honor (recordemos que Martín Luis Guzmán yace en la cripta familiar y José Vasconcelos en la Catedral Metropolitana, por sólo mencionar dos ejemplos de renegados de la Rotonda).
No me cabe duda que cada uno de estos tres personajes elegidos es un indispensable forjador del México contemporáneo, y cada uno merecería un artículo. Sin embargo, hoy el impugnado –injustamente a mi parecer— es Jesús Reyes Heroles.
Reyes Heroles ocupó diversos puestos en la administración pública –mientras hacía trabajo de historiador, compilador y comentarista del liberalismo político mexicano y de otras fuentes políticas— hasta llegar a ocupar la presidencia del PRI, y la titularidad de las secretarías de Gobernación y de Educación Pública.
En su demanda en contra de su ubicación como cadáver de persona ilustre –como rigurosamente debería llamarse— Álvarez Garín no toma en cuenta al analista, historiador y comentarista y enfatiza pasajes de la vida política en el PRI del personaje, sembrando dudas y evitando acusaciones fundadas.
Álvarez Garín considera más importante juzgar en muerte a ese mexicano, que muchos consideramos ilustre por su defensa del laicismo –hoy tan útil—, y no preguntar en vida a sus compañeros o ex compañeros de partido ¿por qué estuvieron tan cerca del presunto genocida Díaz Ordaz? ¿Por qué hay fotos que registran a Cuahutémoc Cárdenas, después de una semana del atentado del 2 de octubre, codo a codo con el entonces Presidente?
No me cabe duda que Jesús Reyes Heroles, artífice de la amnistía a los presos políticos, de la reforma política que comenzó por darle registro al Partido Comunista y desembocó en el IFE, autor de grandes textos de análisis político, merezca estar en la ahora llamada Rotonda de las Personas Ilustres. Evitarlo es algo así como querer ser el verdugo del muerto, desde el papel de víctima.
ramirezgarrido@yahoo.com
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